11 de julio 2015
“Por la víspera se saca el día”, reza una de los refranes más populares para significar que con lo que hoy ocurre cosas iguales, o peores, se pueden anticipar para mañana y el futuro.
La agresión contra diputados del Partido Liberal Independiente (PLI), periodistas que cubrían los hechos, y ciudadanos que pacíficamente se manifestaban frente al Consejo Supremo Electoral (CSE), para demandar reglas del juego que aseguren que las elecciones del 2016 sean creíbles desde el punto de vista democrático, anticipa que Ortega cerrará aún más los muy pequeños espacios electorales.
A la agresión precedió, en la misma dirección de consolidación de una dictadura, el nombramiento de una nueva magistrada orteguista en el CSE. Ni siquiera la “forma” quiso guardar, nombrando a un candidato de su socio menor en el pacto, ya que la vacancia pertenecía a la “cuota” de éste.
Esta víspera de las elecciones del 2016, tiene muchas consecuencias, algunas de las cuales analizaremos.
La primera, de naturaleza analítica pero de origen político, es que Ortega no está ni remotamente lo fuerte que se publica en las encuestas y creen algunos sectores nacionales e internacionales. Si estuviese tan fuerte como se dice, y ante una oposición política que luce tan debilitada y fragmentada, no es que Ortega permitiría elecciones verdaderamente libres -porque la vocación autoritaria que está en su ADN se lo impide- sino que incluso teme un desafío electoral como se lo planteó la Alianza PLI con la candidatura de Fabio Gadea Mantilla en 2011.
Las cifras económicas y sociales no sustentan la tan mencionada fortaleza política de Ortega. Y el estilo abusivo, aplastante y discriminatorio del ejercicio del poder orteguista, a todos los niveles, nacional, departamental y local, y dentro y fuera del propio gobierno y aparato partidario orteguista, sin duda que agrega malestar y resentimiento incluso entre sectores que se supone apoyan a Ortega, o que no les queda más remedio que “aparentar” ese apoyo.
Todos tenemos experiencias que contar sobre cómo el ejercicio abusivo del poder orteguista está socavando sus bases de sustentación. Hace poco tuve oportunidad de viajar a la parte central-norte de Nicaragua, y mientras en el trayecto encontré varias rastras cargadas con madera del despale de Bosawás, un pequeño productor de una de las cooperativas con origen en la revolución de los 80, me dijo que el MAGFOR, Marena, la Policía y el Ejército, mientras amparaban y hasta formaban parte del despale, les caían encima a los productores por derribar un palo para postear un cerco.
La segunda consecuencia es que la noticia de la represión tuvo trascendencia internacional, y cada vez más, lo veremos, las cámaras se enfocarán en nuestro país, y la curiosidad periodística llevará hacia atrás, y los fraudes de elecciones anteriores, que pasaron relativamente desapercibidos, quedarán al desnudo, como el hecho, moneda corriente entre los nicaragüenses pero en general ignorado en el extranjero, que Ortega no ganó en el 2006 con las mayorías políticas que en sus orígenes tuvieron Chávez en Venezuela, Evo en Bolivia y Correa en Ecuador, con quien se le asocia.
La tercera consecuencia fueron las inmediatas manifestaciones de solidaridad con los agredidos, y no dudo que esa solidaridad se traducirá en más gente que nos sumaremos a protestar frente al CSE el próximo miércoles. Esta consecuencia me lleva a una reflexión final.
Formularé la reflexión a partir de una pregunta: ¿las diferencias que hay o puedan haber entre sectores de la verdadera oposición, son o no menores que las diferencias con Ortega? No cabe duda en la respuesta a esa pregunta: son infinitamente menores. Por lo demás, entre quienes reclamamos ser demócratas, la tolerancia frente a las diferencias es lo natural, como natural es entre los autoritarios, de cualquier color, aplastar a quien piensa diferente.
La conclusión de la anterior reflexión es obvia: la unidad de la oposición, además de deseable, es bastante más posible de lo que se cree, no solamente por la deducción analítica que al margen de la misma ninguna opción frente a Ortega tiene eficacia alguna, sino también por la consecuencia política de los garrotazos represivos de Ortega.
El Pulso de la Semana, con Mundo Jarquín, Edición No. 341. 11 de Julio 2015