31 de diciembre 2019
Ivania Álvarez despertó con el corazón acelerado. Los guardias de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), mejor conocido como el nuevo “Chipote”, la trasladaron junto a sus demás compañeras de celda al auditorio de la prisión. En el sitio había varias pantallas de 40 y 50 pulgadas conectadas a Skype. “Nos enlazaron con La Modelo, Estelí, Juigalpa, Matagalpa. Todavía no sabíamos qué estaba pasando. Luego vimos a otros presos políticos en la pantalla y entendimos que nos iban a sacar”, relató Álvarez. La excarcelación parecía inminente.
Los guardias las despertaron a eso de las dos de la mañana. Hasta antes de llegar al auditorio y encender las pantallas, Álvarez y el resto de la “banda de los aguadores”, temían que la dictadura de Daniel Ortega únicamente los excarcelara a ellos y no a los 148 presos políticos que se encuentran en los distintos sistemas penitenciarios del país.
“Vimos a través de una de las pantallas que María Ruiz se levantó. Eso nos dio mucha alegría. Después vimos a los demás presos. No estábamos seguros si los iban a sacar a todos, pero al fin el objetivo estaba cumpliéndose. Todos los días nos repetíamos que íbamos a estar ahí (en el ‘Chipote’) el tiempo necesario hasta que ocurriera la liberación de presos, porque había personas que llevaban dos navidades sin ver a sus familiares, jóvenes con enfermedades, nosotros ejercimos presión para la salida”, expresó.
El presentimiento de Álvarez se cumplió a medias. A las diez de la mañana el Gobierno sandinista confirmó en una nota de prensa la excarcelación de 91 presos políticos. La dictadura los trasladó de las celdas a sus hogares bajo la medida de casa por cárcel y convivencia familiar.
Por la tarde familiares de presos políticos y la Unidad Nacional Azul y Blanco convocaron a una conferencia de prensa para informar a detalle sobre los presos políticos que fueron liberados por la dictadura y los que quedaron en los distintos penales del país.
“Fueron excarceladas 91 personas. De este total una estaba reportada como libre y de seis no existían registros. Confirmamos que 61 fueron recibidos en sus casas y diez no sabemos el estatus legal der su excarcelación. Al menos 65 presos políticos están detenidos entre ellos Edward Lacayo, conocido como La Loba, y Jaime Navarrete Blandón, recapturado por la Policía”, dice parte del comunicado divulgado a los medios de comunicación.
“No todos los policías son malos”.
Ivania detalló a los medios de comunicación que desde el primer día protestaron no solo por su injusta encarcelación, sino por la liberación de los demás presos políticos que tenían más tiempo que ellos en las cárceles.
Uno de los momentos más duros para Álvarez fue al momento de su presentación ante los medios de comunicación oficialistas, específicamente cuando los oficiales ubicaron frente a ellos bombas molotov, armas de fuego y demás objetos que según la investigación policial llevaban al momento de la captura el pasado 15 de noviembre.
“Nosotros empezamos a reclamarle a los policías. Les decíamos que ellos eran testigos de que nosotros no llevábamos eso. Ellos solo agacharon la cabeza. Los superiores dieron la orden de que no hablaran con nosotros”, indicó.
Álvarez manifestó que no todos los oficiales de la Policía son malas personas. Agregó que no todos están alineados a la dictadura orteguista, sin embargo, realizan ese trabajo porque tienen muchas necesidades en sus hogares.
“La institución está secuestrada por los altos mandos, pero ese montón de policías de línea están sobreviviendo, no hay más trabajo que ese, no toda la Policía está perdida. La Policía debe rescatarse, hay policías que están del lado de pueblo. Es momento de hacer conciencia sobre la Policía Nacional”, reafirmó la líder de la UNAB.
Otra de las anécdotas que recordó fue cuando los oficiales de Auxilio Judicial le dijeron que de nada le servía estar resistiendo, si en la calle nadie se acordaba de ellos. “Las visitas de nuestros familiares nos ayudó a tener información de lo que realmente estaba pasando allá afuera”, aseguró.
Álvarez lamentó el adoctrinamiento del cual son víctimas los nuevos policías que se integran a las filas de la institución. Todas las mañanas los superiores obligaban a los agentes de la DOEP a gritar las consignas “no pudieron ni podrán” y continuar en un proceso de adoración y culto hacia la familia presidencial.
“Para nosotros fue una experiencia difícil, más por nuestras familias porque no sabíamos que le hacían a la familia. Adentro perdés la noción del tiempo, no sabés qué hora es, nos guiábamos por la entrega de la comida”, finalizó Álvarez, quien agregó que continuará demandando la liberación del resto de presos políticos que se quedaron presos en las celdas del régimen.