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Analistas de veras, los que parecen y los bautizados

Entre los fanatismos, destaca el dogmatismo ideológico. De este mal pensamiento no se salva nadie,

Carlos Herrera | Confidencial

Onofre Guevara López

31 de diciembre 2019

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La multiplicación de los medios informáticos, pese a su infinito proceso de invenciones y perfeccionamientos técnicos, no es garantía de un mayor y mejor nivel de información.  Esta discordancia tiene muchas causas, una de las cuales es la imposibilidad de poder absorber toda la información que a diario se transmite desde y hacia todas partes del mundo; casi todas son ajenas a la voluntad de los consumidores.

Incluso, no pueden absorber toda la información quienes, por  cualquier medio, hacen periodismo, aunque no faltar quienes supongan que “se las saben de todas, todas”.

¿Y cuáles son esas causan, que impiden absorber toda la información?

Se me antoja señalar al menos las obvias, como: el analfabetismo –político y ideológico—las limitaciones económicas que vuelve inalcanzables los mejores medios técnicos, el desinterés personal voluntario (e involuntario, cuando se es víctima de cualquier tipo de analfabetismo).


Y, entre los fanatismos, destacan el dogmatismo ideológico.  De esta aberración no se salva nadie, así se tenga un alto nivel cultural, porque, para sus malos efectos del dogmatismo, no existe ningún remedio y, aunque lo hubiera, a cualquier dosis le resistiría.

La preeminencia de lo ideológico sobre asuntos de la información es muy compleja, tanto, que la información se trueca en desinformación a través de los analistas, incluso, de los que ocupan las más altas tribunas de la intelectualidad, por la humilde razón de que también esos tienen intereses de una u otra clase… y de su clase misma.

Entonces, estemos de acuerdo o no, el hecho es que los analistas forman un ejército mundial, sea por encargo –o porque se hacen cargo voluntariamente— de las fuentes de donde se bebe toda  información sesgada.

Y, es lógico que su clientela, estando amarrada sin mecate a la información globalizada, la reciba y se la trague masticada previamente por los analistas.  No hay un solo tipo de analistas, sino, por lo menos: los de veras, los que parecen y los bautizados. (Por respeto a la verdad, y a mí mismo, me adelanto a confesar que no me siento entre ninguno de los tres tipos, pero estaría agradecido de quienes me vieran como un aficionado a la observación política).

Aclarado, al menos en algo, el caso de los analistas, trataré de señalar sus características: 

Los analistas de veras

Mirar el tema con ojo sincero, me hace pensar que los analistas de veras se encuentran más fuera que dentro de nuestros límites territoriales, por un motivo de orden histórico, como es el hecho de  que vivan en un país situado por debajo del nivel de la geopolítica mundial.  Pero, tampoco pienso que estamos huérfanos de ellos, pues, aunque sean pocos, su título lo cargan con derecho y dignidad, aunque, por ética, no se deben mencionar, no vaya a ser que se molesten los que parecen ser y los bautizados.

Los que lo parecen 

Tampoco es recomendable mencionar a nadie en particular, porque, con toda razón, cada quien está en su derecho de pensar lo que le guste pensar de sí mismo. De modo, que si aquí salen mencionados como “los que parecen”, es un recurso convencional para llamarlos de alguna manera.  Además, creerse uno algo de sí mismo, es un derecho privado más sagrado que el derecho de propiedad, o digamos para no herir susceptibilidades, que es un derecho... tan privado como el de la propiedad.

Pero aclaro, que si hablo de ese derecho tan sagrado como el de la propiedad privada, es porque no me gustaría que alguien se tomara el derecho de gritarme (quizá hasta con pistola en mano) que… ¡“la paz y la propiedad se respetan, porque ambas han sido robadas legítimamente, jodido”! 

Los bautizados

Si hablo de la existencia de analistas bautizados, como categoría, tampoco es porque realmente existan, sino por la necesidad de identificarlos con algún nombre.  Y les llamo los bautizados, porque es lo que han hecho con ellos los reporteros de prensa escrita y televisada.

Al parecer sucedió, que cuando algún reportero no tenía a su alcance a un analista de veras, y tenían que llenar su cuota de entrevistas del día, entonces, recurrió al bautizo. Y siempre hubo más de una persona que, lista y feliz, se dejaban bautiza como analista.  El problema, es que esos analistas bautizados, son líderes de los partidos políticos.     

¿Es malo acaso, que sean líderes políticos?  No y sí.

No es malo, porque todo el mundo tiene derecho a expresar lo que quiera, cuándo quiera, cómo quiera decirlo y a título de como quiera ser llamado.

Sí, es malo, porque al bautizarlos como analistas, les mienten a su clientela; la engañan, tal vez sin mala intención, solo para salir del paso y cumplir con su trabajo de la manera más fácil.

Así se ha creado esa mala costumbre, pero, todo el mundo tranquilo… que por eso nadie se enferma ni se muere.

Pero, como toda mala costumbre, esta se ha convertido en una mala ley, porque ningún líder político dejará de pensar y de expresarse, en desacuerdo con las líneas políticas oficiales de sus partidos, aunque sean torcidas.   

De sobra se sabe que, quienes violan las líneas partidarias, se van o los echan. Y, además, habiendo más de un sinvergüenza, algunos se acogen felices al transfuguismo político que, por cierto, les resulta mucho más rentable que ser fieles a sus convicciones… cuando las tienen.  ¿Y cuándo no las tienen?  Mejor que responda Navarro, Jerez y compañía ilimitada.

Supongo que el tema ha quedado medio dilucidado.  De todos modos, lo que he querido decir, es que, aparte de reconocer que todos tenemos el derecho de decir todo (menos misa), es que eso de bautizar con el título de analista a los líderes políticos, los ha convertido en oráculos y, para engañar, no existe ningún derecho.

No es conveniente, debilita los esfuerzos por la unidad en la acción del movimiento cívico anti dictatorial, y en eso todos debemos ser celosos, es necesario serlo, porque, casi siempre, el contenido del discurso de la mayoría de esos líderes políticos, lo orientan a destacar a su partido como “los chavalos de la película”.

Ese exclusivismo, excluyente, nocivo va, aunque veladamente, en contra otros líderes, partidos y movimientos políticos, solo fundamentados en sus prejuicios ideológicos, va contra  la unidad de la acción, lo cual debilitaría la lucha de la mayoría del pueblo contra la dictadura.

¿A no nombre de qué intereses podrían justificar algo así? Lo hacen… ¿acaso ignorando que esa actitud sectaria, solo podría favorecer la dictadura?

No se puede afirmar nada sobre el fondo real de esa actitud; pero sí, se puede asegurar que la libertad de crítica no puede ser absoluta, cuando está en juego la urgencia de ponerle fin a la tragedia que estamos viviendo.

Se asemejaría al error de crear conflictos entre los jugadores de un equipo de beisbol, cuando el juego está en el último inning, con las base llenas… y con la real posibilidad de sacar el último out para ganar. Pero, en este momento histórico, no sería un error… ¡sino un delito de lesa patria!


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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