23 de diciembre 2019
Saliendo de la infancia, en una de esas primeras escapadas colegiales, llegué, con un grupo de insolentes adolescentes a una feria de pueblo. Un prestidigitador –léase: hábil estafador– movía hábilmente una pequeña bolita de esponja entre tres copas; mejor dicho, lo que movía con mucha rapidez eran las tres copas, tapando indistintamente, ora con una, ora con otra la pequeña esponja que finalmente recogía entre los dedos, de manera que escapaba a la vista, entonces preguntaba: -¿dónde quedó la bolita?... ¡hagan sus apuestas!-
Los feriantes apostaban… y perdían, pero se motivaban cuando, de vez en vez, se oía la voz del prestidigitador que gritaba: -¡gana!... ¡ha ganado! -y había alguien que se llevaba sumas significativas de la mesa; luego se repetía el ciclo, todos perdían y perdían; se movían los apostadores sin haber ganado, hasta que de pronto alguien volvía a llevarse las apuestas, entonces nuevos apostadores nutrían la mesa.
Sólo quienes se habían separado para observar desde atrás, lograban determinar que los que “ganaban” eran siempre los mismos, mientras que los que perdían eran siempre distintos… pero iguales. Los ingenuos.
Abril, perdónenme la analogía, fue eso, una escapada colegial que terminó en una feria de pueblo. Cuando los adolescentes, observadores más que feriantes, descubrieron al truculento prestidigitador y a sus paleros. Las pandillas criminales que pululan en toda feria o mercado, salieron en defensa de los estafadores, atacando por igual a adolescentes y feriantes, pretendiendo reestablecerse en el control de sus desaguisados.
Luego de la masacre estudiantil del 18 al 20 de abril, hubo un despertar generalizado de la sociedad exigiendo, primero, justicia, para lo cual es menester la renuncia de los sátrapas; luego, el restablecimiento de los derechos ciudadanos y la realización de elecciones anticipadas, para reestablecer la democracia. En ese orden de prioridades, porqué cada uno de los objetivos enumerados es -y debe ser- consecuencia del anterior alcanzado y expresión de su desarrollo.
En 2005, yo sostenía que lo más saludable para Nicaragua era que el FSLN ganara las elecciones. Las del 90 se dieron en un ambiente de guerra. La guerra de baja intensidad que no tenía entre sus perspectivas definiciones militares; las del 95 y las siguientes tuvieron como eje oculto de campaña, el miedo. Miedo a que volvieran a vivirse las situaciones de los 80, pero sin propuestas políticas, económicas o sociales. Era simplemente un votar en contra. La sociedad apostaba al juego de la bolita, sin reflexionar sobre la bolita.
Probablemente me equivoqué en 2005… muchos nos equivocamos, pero no porqué vencer la campaña del miedo fuese un error, sino por la naturaleza del candidato. Alguien, entonces, frente a mis argumentos, me parafraseaba la fábula del alacrán que quería pasar el río, al lomo de una rana y me decía: -está en su naturaleza el matar, aunque muera. –Lamentablemente, tuvo razón y, a la mitad del río, el alacrán picó mortalmente a la rana, frustrándose así la posibilidad de la alternabilidad del poder y el juego de una democracia sincera.
Ya en el poder formal -el alacrán pico a la rana- y configuró, en 2010, un Golpe de Estado Silencioso para perpetuarse en él. En 2013 yo escribía un artículo que intitule “Que difícil se ha vuelto apoyar al gobierno”, precisamente en el contexto de lo que hoy conocemos como “Ocupa INSS”, cuando jóvenes que apoyaban a sus viejos fueron vapuleados y robados junto a ellos. En ese artículo afirmada y lo refrendo que “no creo en la clase política ni en la expresión formal del ejercicio democrático, que ni comienza ni termina con los sufragios”.
El agua sigue corriendo bajo el puente y hoy, veinte meses después del 18 de abril de 2018, 55 meses después de “Ocupa INSS”, los siniestros prestidigitadores y sus paleros pretenden, como en un macabro juego de la bolita, esconder el orden de las prioridades y, los grandes foros: Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia y Unidad Azul y Blanco, instancias secuestradas por empresarios, políticos profesionales y onegeistas de tiempo completo, se divierten apostando a las elecciones, dejando para después la justicia frente al genocidio. O son prestidigitadores o son sus paleros.
-¿Dónde quedó la bolita?... ¡Hagan sus apuestas!