19 de diciembre 2019
Se solía decir que los zurdos son torpes, pero después llegaron Rod Laver, Rafael Nadal, Maradona y Messi, para mencionar apenas a estas cuatro luminarias del deporte, a corregir el entuerto.
En política tampoco se puede generalizar, pues ha habido regímenes de izquierda que salvaron a varios países de caer en el desastre, en particular los socialdemócratas nórdicos. Lo que tal vez sí es un hecho es que la extrema izquierda suele causar grandes estropicios, diga usted Lenin, Castro o Pol Pot. Aquí hablamos, sin embargo, de la izquierda no extremista, o sea, no revolucionaria ni antidemocrática. El gurú de su teoría económica en tiempos recientes es Thomas Piketty. Dicha izquierda está cayendo últimamente en grandes torpezas que podrían traerle serias consecuencias. Pensemos en tres países: Estados Unidos, Reino Unido y México. En el primero la izquierda del Partido Demócrata aspira a ganar las elecciones; en Reino Unido los laboristas acaban de ser vapuleados por los tories, mientras que en México el régimen de AMLO ya cumplió su primer año y se ve muy empantanado.
Empezando por los ingleses, allá un hábil y locuaz payaso llamado Boris Johnson acaba de dar tremenda paliza electoral a sus oponentes, lo que pone al país ahora sí camino al brexit duro o algo semejante. Un jugador clave en este desenlace de posibles consecuencias funestas fue Jeremy Corbyn, el líder laborista. Pese a ser un político veterano y fogueado, a Corbyn no se le ocurrió nada mejor que basar su programa en unas ideologías zurdas muy marcadas. Iba a nacionalizar los ferrocarriles, el correo, la energía (generación y distribución), el internet de banda ancha y el agua. ¿Costos? Ya se vería. En todo caso, planeaba un aumento de impuestos gigantesco, pagado obviamente por los ricos. Not so fast, my friend, le dijeron los votantes antes de aporrearlo. El Partido Laborista inglés da vergüenza ajena. Ah, y los escoceses como que se piensan ir del Reino Unido ahora sí.
En Estados Unidos el dilema es clarísimo. Trump lleva tres años desastrosos en el poder y su mejor esperanza, casi la única, es que el candidato del Partido Demócrata A) tenga cero carisma, algo improbable dado que deberá ganar las primarias, B) escore tantísimo a la izquierda que aliene al americano promedio, una persona que suele ser de centro aunque procapitalista. Y vaya que dos aspirantes muy carismáticos, Elizabeth Warren y Bernie Sanders, encarnan este sesgo. Ambos estarían a la izquierda incluso en los países escandinavos. Trump se relame al oírlos hablar. La esperanza es Joe Biden, quien, con tener fallas, es un hombre de centro en términos americanos y va adelante en las encuestas.
Pasando a México, hace un año AMLO barrió en las elecciones. Desde entonces mantiene una alta popularidad, si bien viene perdiendo vapor. Por el camino, ha cometido una seguidilla de desatinos, aparte de que se olvidó de promesas electorales audaces y atractivas, como la de legalizar la marihuana. El no ejercicio de la autoridad para combatir a los carteles de la droga hace que varias zonas del país corran el riesgo de ser un Estado parcialmente fallido. Y vaya que don Andrés Manuel obedece a los ukases de Trump casi sin chistar. ¿No era lo suyo enfrentar la arrogancia del vecino del norte? Parece que no.
Sí, algunos políticos de la izquierda reciente actúan como si a los deportistas arriba mencionados los obligaran a jugar con la mano o la pierna cambiadas.
Este artículo se publicó también en El Espectador.