17 de diciembre 2019
Entre los múltiples sistemas del pensamiento filosófico que han pretendido interpretar el mundo –la mayoría de los cuales nos son desconocidos— el de Carlos Marx es el que no se ha conformado con interpretarlo, sino que también ha pretendido cambiarlo.
Tremenda y atrevida pretensión que les ha quitado el sueño a las clases dominantes y a poner en funciones los fusiles para conservar su poder político. Y, a buena parte del resto de la humanidad, les ha estimulado la acción política y, en ocasiones, también la activación de los fusiles, para conquistar el poder. Así han transcurridos los tiempos, en luchas permanentes por el poder.
No se puede ser categórico y afirmar quién ha tenido “la razón”, porque, hasta hoy, todas las corrientes de pensamiento han fracasado en su respectiva intención de interpretar y de cambiar al mundo de una forma cabal. Pero, como nunca dejaron ni dejarán de intentarlo, más el bagaje de pensamientos y de acciones con que se conmueve al mundo con dolor y sangre, siempre se han producido cambios en las sociedades. Quizá por eso se dice que la violencia es la “partera de la historia”.
Es decir, pensamos en la dialéctica del cambió social. Pero, no significa –o pienso que no significa— que la violencia y la paz sean absolutas, permanentes, ni que se expresen de una sola manera. Porque violencia no es solo el empleo del fusil, causar heridas, utilizar las prisiones, la tortura y el golpe; pues tampoco existe una paz absoluta, aunque no haya violencia armada. Incluso, hay violencias que no producen dolores físicos directos, pero provocan dolores morales que no dejan vivir en paz.
(A propósito, un paréntesis: recordemos unos pensamientos sencillos, pero muy gráficos, de Eduardo Galeano, sobre los torturadores, muy actuales, pese a que los pensó bajo las dictaduras uruguaya y argentina, de los años 70):
¿Quiénes torturan? ¿Cinco sádicos, diez tarados, quince casos clínicos? Torturan los buenos padres de familia. Los oficiales cumplen su horario y después ven televisión junto a sus hijos.
(…) El torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandeza.
Es violencia en lo social y contra los derechos humanos, como:
*explotar el trabajo esclavizado o con muy poco salario.
*Negar, hacer difícil, el derecho al trabajo y los derechos laborales; convertir el trabajo en instrumento de chantaje, y el revanchismo contra quienes se rebelan o practican su derechos de huelga (castigarlo con cárcel, golpes y muertes).
*Marginar a la gente de los sistemas de salud, educación y cultura por la vía de la negación de las posibilidades económicas y privatizándoles para convertir esos derechos en medios de comercio.
*Secuestrar los derechos políticos, monopolizando las estructuras y los mecanismos del poder, en favor de una sola clase social, un solo grupo político, o llevarlo a la máxima expresión del poder personal y, por ende, familiar.
Quizás no sean todos los tipos de violencia, o tal vez sean los principales. Como fuere, hay que actualizar y ampliar la visión hacia algunas de esas expresiones de violencia en el mundo; en lo mínimo posible, por supuesto.
Muchos suponen que las diferencias de desarrollo económico, social y cultural entre los llamados países de todo el mundo, son absolutas. Pero no es así. Sí, hay diferencias profundas en muchos de los aspectos, pero en otros no lo son tantas. Veamos:
En nuestro país, en competición por el último lugar con Haití, el 18 de abril del 2018 explosionó un conflicto por una inconsulta reforma de las pensiones, expresión de los múltiples problemas sociales y políticos acumulados. Nadie desconoce las consecuencias dolorosas de ese conflicto en la vida social y para los derechos humanos de nuestra ciudadanía.
En el Chile, vanguardia de los países con desarrollo medio pelo, después de varios meses, aún no cesa por completo la rebelión social por causas políticas y sociales, pero por el mismo detonante: las pensiones del privatizado sistema de la seguridad social. Como aquí, allá también funciona el fusil acompañado de cárcel, torturas, garroteadas, muerte y represión hasta con el agua (¡tan inocente y útil para la vida!)
Aquí, la violencia la provoca el régimen contra quienes luchan por liberar a nuestra constitucionalidad secuestrada, y por alcanzar el avance histórico social. Allá, la violencia expresa la lucha de las clases reaccionarias para evitar una nueva Constitución, para evitar el estancamiento histórico que impuso la dictadura de Pinochet a los chilenos.
Un poco más reciente, y con casi un mes de duración, en Colombia –otro país medio pelo, y con la presencia mortalmente inequívoca de la violencia militar pro yanqui— las huelgas de trabajadores de la ciudad y los campesinos, siguen por el mismo motivo de las reformas al sistema de pensiones, entre medidas neoliberales.
La injusticia con los adultos mayores, también motivan el levantamiento de la juventud contra el sistema capitalista mediatizado. Allá, también, dese hace mucho rato y con muchas muertes… “la historia está pariendo un corazón”.
Saltemos el Charco. En Francia, donde la violencia de su revolución burguesa de hace 230 años parió el corazón de los Derechos del Hombre (sin poder salvarlo en lo social, junto a la mujer), tiene sus calles ardiendo de huelguistas y de violentas represiones policiales, casi de modo permanente… ¡y también por las reformas al sistema de pensiones!
En España, los conflictos sociales son propios de su sociedad capitalista, más el anacrónico parasitismo monárquico y con un gran desarrollado económico infinitamente superior al nuestro, pero les son comunes los conflictos por su injusto sistema de pensiones.
¿Será casual que entre Francia, España, países latinoamericanos y el nuestro, existan los mismos conflictos relacionados con la seguridad social y las pensiones, teniendo tantas diferencias de desarrollo? ¿Alguien puede pensar, con justicia, que toda esa violencia es pura coincidencia, y no derivados de las contradicciones sociales, comunes al sistema social capitalista?
Tercera pregunta: (y cuidado con las urticarias “ideológicas”) ¿Alguien cree que Daniel Ortega y su dictadura tienen al país en crisis, represión y muerte por ser “revolucionario” y “marxista-leninista”, y no por reproducir con creces las medidas sociales más crueles del capitalismo salvaje?
Aunque parezca cosa de Ripley, en nuestro país, son muchos –y de todas las corrientes— que no creen que conflictos sociales iguales en todas partes, por su similar sistema social. O sea, que, como habitantes en Babia –y quienes lo aparentan ser— no saben que las habas… más allá (y no en el “más allá”) se cuecen en la misma olla... del capitalismo. Esa, es una debilidad, aunque no lo reconozcan.