12 de noviembre 2019
El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, declaró en la conferencia matutina del lunes 11 de noviembre que lo ocurrido con Evo Morales en Bolivia es un Golpe de Estado, al mismo tiempo que ofreció asilo político al exmandatario y a una veintena de sus colaboradores cercanos. Una lectura simple dentro y fuera de México puede sugerir que el cambio de la política exterior de este país puede estar motivada la identidad ideológica Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con Evo Morales, pero lo cierto es que es mucho más complejo que eso.
Si bien AMLO tiene raíces políticas en la izquierda, el movimiento político en virtud del cual llega al poder en julio del 2018, es más amplio y aglutinó a políticos de todas las corrientes. De suerte tal, que en su campaña y primer año de gestión resultaba más que conveniente mantener una llamada política exterior de “No Intervención” para no herir susceptibilidades a lo interno de la coalición. De ahí que México guardó silencio sobre Venezuela y Nicaragua.
Pero, ¿Por qué el cambio de política exterior con Bolivia? Marcelo Ebrard es sin duda uno de los políticos más brillantes de la clase política mexicana actualmente, además tiene una vieja aspiración presidencial, pero la política exterior adoptada por México no le permitía demostrar su capacidad y figurar como potencial presidenciable y sucesor de AMLO. Ebrard necesitaba cambiarla y la crisis le Bolivia le presentó la oportunidad perfecta para hacerlo, de manera tal que, apelando a una lectura geopolítica anticuada de AMLO y la militancia de izquierda a ultranza de varios colaboradores cercanos de AMLO, Ebrard elaboró una tesis de Golpe de Estado en Bolivia, su fundamento es que los militares pidieron la renuncia de Morales.
Afirmar que hay un Golpe de Estado desde la solicitud de renuncia de militares es insuficiente para asumir la ruptura del orden constitucional, además es una apreciación parcializada, en todo caso, pedir Asamblea General de la OEA para intermediar en la crisis y apelar a la Comunidad Internacional con el mismo propósito era más consecuente para una política exterior de “No Intervención” preocupada por las rupturas del orden constitucional. De hecho, Ebrard conoce que los antecedentes, más que el propio fraude electoral, están en la consulta del 21 de febrero de 2016 donde los bolivianos le dijeron no a la reelección de Evo Morales, y que a pesar de ello, el Tribunal Electoral permitió su inscripción como candidato en diciembre del 2018, Tribunal Electoral que ha sido señalado por la OEA de realizar unos comicios irregulares que no permitieron verificar los resultados, situación que motivó la decisión del propio Evo Morales de repetir las elecciones antes de su dimisión.
Es tan consciente de la ilegitimidad de Evo Morales que además le ofrece asilo, es decir, da por hecho que Evo Morales debe salir del gobierno y que las cosas deben arreglarse sin él como actor político. De lo contrario, el accionar de la cancillería mexicana fuera en el sentido de apelar a la Comunidad Internacional para buscar una solución negociada.
La postura de México respecto de Bolivia, no tiene que ver con que AMLO sea de izquierda o esté alineado al Socialismo del Siglo XXI, la política exterior de México para con Bolivia tiene más que ver con las aspiraciones presidenciales de Marcelo Ebrard y el surgimiento o reconfiguración de una izquierda en México, una izquierda hasta hoy huérfana internacionalmente por la polivalencia de antaño del PRI. Un PRI que trae a Fidel Castro a la toma de posesión de Carlos Salinas en 1988, en medio de las denuncias de fraude electoral hechas por Cuauhtémoc Cárdenas.
Marcelo Ebrard formó parte del PRI del ala Manual Camacho Solís, quien debió ser el candidato presidencial natural de esa organización en 1994; fue jefe de Gobierno en la Ciudad de México después de AMLO por el PRD; y hoy es visto como el principal presidenciable de MORENA en sucesión de AMLO.
AMLO es hijo de sus tiempos y circunstancias, tratar de leerlo desde su política exterior es un error, su pensamiento se explica y se comprende desde su accionar interno. Al final, a México le da igual que pase en Bolivia, pero el impacto para alinear o reconfigurar a la izquierda a lo interno del país es muy grande, permitiendo a una fracción de MORENA transitar de un moviente político circunstancialmente plural, a tener matrícula en una nueva izquierda encabezado por Marcelo Ebrard.