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Detrás de la caída del muro de Berlín para derribar los nuevos muros

Se levantan muros cuando los regímenes argumentan defensa de la soberanía nacional, evadiendo responsabilidades ante la comunidad internacional

Gráficos, obras de arte e imágenes históricas se proyectan en el Museo Stasi. Las proyecciones son parte del 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín que se celebra el nueve de noviembre de 2019. // Foto: EFE

Cefas Asensio Flórez

12 de noviembre 2019

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En el segundo semestre de 1989 viajé a la República Democrática Alemana como parte de una cooperación técnica entre el Ministerio de Educación y el Instituto Superior de Pedagogía de esa todavía nación; integrando una delegación de 30 profesionales de la educación. Nuestra estancia nos permitió ser testigos del proceso sociopolítico que concluiría con la caída del muro de Berlín. Treinta años después, se siguen levantando muros.

Vivíamos en Potsdam, adonde se firmaron los acuerdos del fin de la segunda guerra mundial y del reparto territorial de naciones, la nueva geopolítica capitalista-socialista, incluyendo la separación de las dos Alemanias. En Potsdam, además de ver diario el muro y por encima de este, fuimos testigos de las manifestaciones en las calles, con presencia policial y ninguna reprimida. Nuestros profesores argumentaban que eran muestras de la libertad de expresión de grupos pequeño-burgueses en vías de extinción, como suelen justificar los promotores políticos.

Pero para entonces ya no era secreto la remecida que estaba ocurriendo desde adentro en la Unión Soviética y el campo socialista, una verdadera revolución democrática impulsada por Gorbachov con la glasnost y la perestroika. Y en Alemania ocurrió lo que tenía que ocurrir, un error de cálculo que sobredimensionó la capacidad de control social de la dictadura; en este caso, el vocero del Comité Central del Partido Socialista anunció un amplio permiso de visas al extranjero que entraba en vigencia de inmediato, haciendo que se desbordaran de alemanes de ambos lados los puestos fronterizos custodiados por la guardia que se sumó al encuentro.

El nueve de noviembre nos acostamos temprano para salir de tour a Berlín. A las 7 de la mañana del 10 nos encontramos en la Puerta de Brandeburgo, principal punto fronterizo entre las Alemanias, con multitudes de personas invadiendo de los dos lados, y luego en el centro de la ciudad. Las principales arterias estaban intransitables y la gente eufórica en las calles; muchos caminaban abrazados, celebrando con jarras de cerveza negra. Nos saludaban con gestos y nosotros respondíamos con alegría, celebrando el maravilloso encuentro entre familias y amigos. Con nuestros profesores fuimos a un restaurante para celebrar.


Con la caída del socialismo real se demostró que los ideales socialistas fueron confiscados por élites políticas, las cuales sobreviven todavía en América Latina impulsando a sus remanentes de izquierda radical para recuperar o tomar el poder. Por ello, treinta años después, se siguen levantando muros políticos, sociales y económicos que buscan igual efecto que el muro de Berlín.

El muro del socialismo del siglo XXI, igual que el del socialismo real, se ha tratado del poder por el poder. Lo que queda del ALBA, regímenes totalitarios de partidos únicos, como en Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, buscan extender su permanencia con fraudes electorales, generando divisiones sociales a base de represión y clientelismo político-partidario.  Son muros de corrupción, insensibles a las miserias populares, y acaparadores de las riquezas y decisiones sociales, haciendo guerra política, económica y militar contra toda voz disidente.

Se levantan muros cuando estos regímenes argumentan defensa de la soberanía nacional, evadiendo responsabilidades ante la comunidad internacional por sus violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Por ello, la comunidad de naciones debe apartar el muro que trata la violencia interna como asunto de soberanía, para ser asunto de la comunidad internacional; como la violencia doméstica en muchos casos dejó de ser asunto privado para ser asunto público.

Se siguen levantando muros cuando los restos de la izquierda extremista pretende establecerse por medios violentos, usufructuando las inconformidades sociales generadas por la inequidad en Chile, errores políticos en Ecuador, corrupción en Honduras, fraudes en Bolivia, o deslealtades en Colombia.  Los argumentos y actos son los mismos: lucha de clases, fomento del odio y golpes de estado.  No aprendieron nada. Pero esto lo perciben los pueblos, los cuales buscan soluciones pacíficas y democráticas a sus problemas.

Algunos muros, sin embargo, parecen funcionar, porque no todos los gobiernos democráticos están a la altura. En Ecuador se avizora soluciones pacíficas; pero no todavía en Chile y Bolivia. Mientras en Argentina la izquierda retoma el poder, habiendo serias dudas sobre si el neoperonismo asistencialista y clientelar gobernará para todos. Y en México, una izquierda que desea aprender mejores métodos, se enfrenta al muro del crimen organizado.

La caída de estos muros está en manos de las sociedades, soberanos y constructores de su propio destino con la ayuda de Dios. La caída del muro de Berlín nos recuerda enfrentar los nuevos muros con soluciones democráticas, cívicas y pacíficas. Los pueblos hoy han aprendido más que muchos líderes y se levantan y movilizan. Estos, llegado el momento, doblegan voluntades de acero, como las del socialismo real y doblegarán a sus remanentes. Es hora de construir puentes de diálogos verdaderos; puentes fuertes y estables de civilidad, democracia y sostenibilidad humana para las nuevas generaciones.

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Cefas Asensio Flórez

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