25 de octubre 2019
Está claro que uno de los principales ejes de la propaganda del régimen es machacar y machacar la patraña de que antes de abril del 2018 la economía desfilaba triunfante en un lecho de rosas. La prosperidad nos cobijaba a todos y el maná caía del cielo. Esta campaña viene de lejos y, en el momento presente, la intención evidente es hacer creer a los incautos que el paraíso se desplomó a causa de las protestas sociales que estallaron en abril.
Es indudable que el presunto éxito de la gestión económica del régimen se instaló en buena parte de la opinión pública nacional e internacional. De hecho, es sorprendente y hasta lamentable escuchar a personas supuestamente informadas, y cuyo compromiso con la democracia es indudable, repetir con candidez la misma cantinela. Probablemente, el título mismo del presente artículo les resulte retórico o infundado.
Vamos a subrayarlo con todas sus letras: Es falso, de toda falsedad, que la economía iba por buen camino antes del 18 de abril. Precisamente, el estallido social es la más contundente demostración de que se había desinflado el globo hinchado con propaganda, con manipulación de las estadísticas macroeconómicas y con el subsidio de la cooperación petrolera venezolana.
Un crecimiento económico, para ser de verdad, al menos debe generar los siguientes efectos: crear empleo estable y de calidad, elevar los salarios e ingresos de la población y aumentar las utilidades y la capacidad de inversión del tejido empresarial. Además, debe asentarse, en lo fundamental, en alzas sostenidas de la productividad. Si esos resultados se logran es lógico esperar que mejoren los niveles de bienestar de la población y el progreso general del país.
¿Ha ocurrido esto bajo el régimen de Ortega? Absolutamente no.
Los datos del fracaso
Como de costumbre, vamos a basarnos en estadísticas oficiales. Además, nuestro examen llegará hasta el 2017, antes del estallido de la crisis.
Comencemos por el empleo. Los datos del Banco Central dicen que, en 2006, último año de Gobierno del ingeniero Enrique Bolaños, el 65% de la población ocupada laboraba en la economía informal.
¿Qué ocurrió con Ortega en el poder?
Conforme el último dato que publicó el Banco Central sobre este tema, los trabajadores en la economía informal llegaron a representar el 80% de la fuerza laboral. Sin dar explicaciones, no volvieron a publicar el comportamiento de la economía informal.
¿Qué tan sano puede ser un crecimiento económico que en lugar de generar empleo formal lanza a la gente a la economía informal?
Recordemos que en la economía informal los trabajadores por regla general tienen ingresos por debajo del salario mínimo, y carecen de prestaciones laborales como décimo tercer mes, vacaciones o pago del séptimo día.
En cuanto al subempleo, en el 2006 la cifra ascendía al 33% de la fuerza laboral, según el Banco Central. ¿Qué es subempleo? Se encuentran en esta condición las personas que por causas ajenas a su voluntad trabajan un día sí, y un día no, una mañana sí, una tarde no; es decir, no gozan de empleo estable o su salario no alcanza siquiera el salario mínimo.
¿Qué refleja el informe del INIDE sobre el empleo al cerrar el 2017? Cualquiera lo puede ver: 43% subempleados; 14% trabajadores sin salario y más del 3% totalmente desempleados. Aun admitiendo el increíble dato de que el desempleo abierto es solo del 3%, resulta que más del 60% de la fuerza laboral subutilizada. Son datos oficiales.
¿Qué clase de crecimiento económico era este que en lugar de generar empleo pleno más bien aumentó el subempleo?
Los paniaguados del régimen se llenaban la boca hablando del crecimiento de los afiliados al INSS como evidencia de generación de empleo. Otro embuste. Las estadísticas del INSS revelan que los nuevos afiliados a la seguridad social eran, principalmente, trabajadoras domésticas, empleados del estado y afiliados al seguro facultativo. Esas nuevas afiliaciones no eran producto del crecimiento económico. Y hay un dato peor: uno de cada tres afiliados al INSS cotiza menos de seis meses al año. En otras palabras, la afiliación al INSS disfraza un subempleo indecoroso.
Hablemos del sector empresarial
En una economía de mercado es legítimo y conveniente que las empresas obtengan utilidades pues la rentabilidad de los negocios posibilita que los empresarios dispongan de recursos para invertir, incorporar nuevas tecnologías, ampliar sus plantas, abrir nuevas líneas de producción y, por ende, crear más oportunidades de empleo.
¿Qué ocurría con las empresas?
Según un estudio que publicó el COSEP en 2016, el 70% de las empresas pequeñas y medianas reportaban que sus ingresos se mantenían estancados o disminuían, a pesar del crecimiento económico. Lo decía el COSEP.
¿Qué crecimiento económico es ese que en lugar de elevar las utilidades de las empresas más bien las conduce al estancamiento?
La explicación es la siguiente: el mismo estudio del COSEP consigna que el 70% de las empresas grandes reportaron que sus ingresos aumentaban, o levemente, o significativamente. Es decir, las grandes empresas se quedaron con la tajada del león.
¿Qué ocurría con las inversiones privadas?
Algo verdaderamente sorprendente. En el quinquenio 2013-2017 la inversión privada creció, en realidad, solamente el año 2015. En los demás años o se estancó o se redujo.
Que alguien me explique cómo había crecimiento económico, “robusto” decían ellos, mientras la inversión privada disminuía.
Subempleo y desempleo, en lugar de empleo pleno. Economía informal, en lugar de economía formal. Estancamiento o disminución de las utilidades de las empresas pequeñas y medianas. Disminución de las inversiones privadas. Y esto que por razones de espacio no hablamos del endeudamiento ni de la patraña de la reducción de la pobreza.
En esto consistía el flamante “éxito” económico del régimen.