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¡Todos somos El Nuevo Diario!

Debe indignarnos por las consecuencias económicas que implica el cierre de una empresa, y por la connotación social y política del cierre de un medio

Manuel Sandoval Cruz

29 de septiembre 2019

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Este viernes hemos amanecido con la triste noticia del cierre de operaciones de El Nuevo Diario. La dictadura Ortega-Murillo ha logrado su objetivo: cercenar los derechos fundamentales y las libertades públicas. Como dijo el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa a Ángela Saballos: “El sandinismo es incompatible con la democracia”. 

En reiteradas ocasiones no he ocultado mi acérrima crítica a la doble moral sandinista. Hoy obligan a cerrar operaciones a un diario, y debe llenarnos de indignación no solo por las consecuencias económicas que implica el cierre de una empresa, sino por la connotación social y política de que un medio independiente clausure debido a un bloqueo aduanero que ha impuesto desde hace más de un año la dictadura. 

El FSLN incorporó a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal (1924-1978) al preámbulo de la Constitución como “mártir de las libertades públicas” a través de un decreto de la Asamblea Nacional en 2012. A Pedro Joaquín se le reconocía su labor a favor de las libertades públicas durante el somocismo. Sin embargo, el FSLN desde abril ha mantenido una política de acoso, hostigamiento, censura a la prensa independiente, a sus periodistas (muchos en el exilio), y ocupado manu militari las oficinas de Confidencial y de 100% Noticias, hasta hoy expropiadas de facto. Esta es la doble moral del FSLN. 

Y de esa forma, como dijo Sergio Ramírez: “Los principios largamente defendidos de libertad  de prensa y libertad de expresión vienen también a ser menospreciados, o apartados”. Y, más adelante agrega en su discurso Estado de derecho y libertad de expresión: “quedarse en el poder, y silenciar a los oponentes, y a los medios de comunicación que expresan la opinión de los oponentes, o descubren las conductas erróneas del poder. El poder se arroga el derecho exclusivo de la razón, y la propiedad de la verdad”. 


Este es un momento crucial en la historia de Nicaragua. Esta dictadura que hoy enfrentamos no permite la crítica, no acepta oponentes, quiere silenciar a cualquiera a través del plomo, Chipote y exilio. Jamás imaginaríamos estos ataques a la prensa independiente desde el bombardeo a La Prensa el 11 de junio de 1979. Debemos recordar en estos momentos los compromisos de Ortega en la Declaración de Principios de Chapultepec del 2001 donde dice que “no debe existir ninguna ley o acto de poder que coarte la libertad de expresión o de prensa, cualquiera sea el medio de comunicación”.

Callar ante esta infamia de la dictadura Ortega-Murillo es estar de acuerdo con su política represiva. Debe quedarnos la palabra para denunciar este acto y reafirmar que la libertad de prensa no admite regulaciones de ninguna manera. 

¡Todos somos El Nuevo Diario!

El autor es universitario nicaragüense exiliado


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