2 de septiembre 2019
Un contingente de policías orteguistas, a cargo del comisionado general Ramón Avellán, encargado de la represión en Masaya y pueblos aledaños, asedió este domingo una misa, realizada en la parroquia Santa Catalina de Alejandría, en Catarina, municipio de Masaya, organizada por presos políticos excarcelados y ciudadanos autoconvocados por la paz, libertad para los presos políticos, retorno seguro de los exiliados y justicia para los más de 300 nicaragüenses asesinados por la represión orteguista contra la Rebelión de Abril.
Desde tempranas horas de la mañana, tropas especiales de la Policía rodearon la iglesia para intentar intimidar a quienes iban a la misa. Sin embargo, eso no fue suficiente para impedir que la iglesia se llenara y que después del servicio religioso, los feligreses salieran a la calle a elevar globos azul y blanco al cielo, cantar el himno nacional y a exigir justicia en medio de las miradas aterradoras de los antimotines.
“Viva Nicaragua libre, libertad para los presos políticos”, gritaban los feligreses, portando y levantando banderas azul y blanco, en las narices de la Policía. Minutos antes, el sacerdote Jairo Velásquez, había dedicado su homilía sobre la libertad y la paz para Nicaragua.
Avellán fue visto desde la mañana con unas gafas oscuras para el sol y un celular que no dejaba de recibir llamadas, pero esta vez no dio la orden de reprimir. Los policías se quedaron frente a la iglesia, intimidantes, pero no osaron quitar globos azul y blanco como en otras ocasiones. Tampoco en Catarina apresaron a nadie.
La misa fue convocada por la Unión de Presos y Presas Políticas y el Movimiento 19 de Abril en Catarina, uno de los pueblos que se rebeló en 2018 contra la dictadura Ortega-Murillo.
Luego de la misa y del piquete exprés, los expresos políticos hicieron su feria de artesanías en las que ofrecieron al público, pulseras, cadenas y otros utensilios con los colores patrios.
En Tipitapa, los familiares de Richard Pavón, el primer joven asesinado a tiros en abril de 2018, y de Hammer García, asesinado días después, salieron junto a sus vecinos a pintar de azul y blanco la cruz que levantaron en el lugar donde fueron ultimados sus hijos.