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La batalla por la memoria en la esquina de El Alacrán

Los chavalos están acomodándose al duelo, unos volvieron a la universidad, otros tuvieron miedo. Construyendo memoria, reconstruyendo la comunidad

Colaboración Confidencial

Sylvia Ruth Torres | Especial para Confidencial

2 de septiembre 2019

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Nadie, ni los abuelos de los abuelos, han podido explicar por que a ese sector del Pueblo Indígena de Sutiaba, le conocen como la esquina de El Alacrán. En Sutiaba, casi todas las familias se conocen por apodos que se trasladan de generación en generación, pero nadie conoce de dónde salió el nombre de dicho sitio. Hasta antes de junio del 2018, se dice que la policía tenía temor de pasar por el lugar, una declaración que no fue fácil de conseguir, pero también se le conocía como La Esquina Caliente.

Ahora, El Alacrán tiene una nueva referencia, es la esquina donde estuvo la última barricada en ser aplastada con excesiva y letal de fuerza por el orteguismo en León, y de donde salían grupos a reforzar decenas de barricadas que se erigieron en esta ciudad. Allí mataron a Alex Enrique Sánchez y Junior Alexander Núñez, a sus 22 años este joven era el capitán del equipo de futbol en el cual participaban todos los chavalos de la cuadra, que una vez ganaron un campeonato, y todos los años entrenaban para ganar el próximo.

La gente de este sector dice que a pesar de ser pobres y vecinos de la curtiembre, que a veces invade con un olor nauseabundo el vecindario, todos los chavalos de su cuadra estudiaban, y aunque la mayoría crecía solo con su mamá, era como si todas fueran las mamas de todos. “Usted no iba a ver que se anduvieran peleando entre ellas, Aquí diario, ya en la tarde nos juntábamos a jugar futbol, y nos quedábamos noche, y sin problemas”.

Dona Luisa Sánchez, madre de otro de los muchachos asesinados, Alex Enrique Machado, también afirma que los chavalos eran tranquilos, que Alex a quien llamaban El Burro, cuando no tenía trabajo se iba a la esquina a “chilear”, a jugar pelota, y a “masiar” a ver quien ganaba. De la esquina a su casa, así se mantenían, dice. Todas las tardes


En la cuadra había chavalos que estaban en la universidad, y el que no estudiaba, trabajaba. Incluso con tal de hacer algo, un chavalo hasta se metió de antimotín. La mama de un chavalo trabaja en la zona franca. Normal, pues. Tranquila la vida en el barrio, hasta que empezaron a circular las carretas naguas de Hilux y antimotines; los chavalos decidieron como casi todo mundo hizo en León, cerrar el acceso al barrio.

Entonces las barricadas se multiplicaron. Buscando donde estacionarme para comprar comida en el mercadito de Sutiaba, me encontré barricadas tan altas como paredes, con costo di vuelta a mi vehículo para regresar a la calle principal. El Alacrán no se quedó atrás. Población adulta y joven levantó adoquines, y por las noches en lugar de ver jugar futbol la gente estaba en las barricadas. Un día, unos músicos no pudieron volver a su pueblo después de hacer un toque, y esa fue noche de chicheros en Sutiaba. Todos contribuían para pagar otro toque. Había un sentido de comunidad.

Los atrincherados eran decenas, y se turnaban para cuidar las barricadas. De repente la solidaridad con la juventud masacrada en meses anteriores se apropió de estos jóvenes. No es que en las escuelas y las familias se enseñaran conceptos como Patria o Democracia, Alternancia en el poder. Pero de repente, el chavalerío empezó a manejar estas ideas, y a sentir que estaban defendiendo la patria, que eran azul y blanco, aunque como en el caso de Alex Enrique Machado Sánchez, a su tío lo hubieran matado en los años 80, cuando cumplía el servicio militar impuesto por el régimen sandinista. Y en el caso de otros chavalos y chavalas, tuvieron parientes o amigos en las fuerzas represivas.

Con la celeridad con la que manifestantes derribaban las gigantografías con retratos de la pareja en el gobierno y los amuletos/estructuras metálicas conocidos como chayopalos, el gobierno eliminó camisetas colores rosa chicha, símbolo oficial de Sai Baba el líder de un culto esotérico, al que se dice ella pertenece. El Frente Sandinista en el poder, rápidamente desenterró los símbolos rojo y negro con los cuales luchó en los años 70 y gobernó durante los 80. Según la leyenda, a la vicepresidente el rojo y negro la recordaban la muerte porque estaban empapados de sangre, y forró el país de colores pasteles y un chillante magenta.

El repentino recupere del rojo y negro, pretendía recuperar a la vieja militancia del Frente Sandinista, la que había sido sustituida por jóvenes sin idea de la historia ni respeto por la dirigencia histórica. El hippie-chic-nueva-era, y las canciones con música de John Lennon, y letra de la vicepresidenta, desaparecieron.

En Nicaragua, desde el 19 de abril, dos días después de anunciado el decreto de reformas al INSS la protestas resultaron en el asesinato de tres manifestantes. La movilización demandaba justicia y la salida del poder de los Ortega. Lo que siguió fue un baño de sangre. El día de la marcha de apoyo a la iglesia Católica, las pintas decían “hacen falta 63”, finalmente organismos internacionales registraron pruebas exhaustivas del asesinato de 325 personas, entre ellos 22 policías, de los cuales al menos dos se ha afirmado fueron ejecutados por sus compañeros de armas por negarse a disparar.

En un discurso público, la vicepresidenta Rosario Murillo, atribuyó la muerte de un policía a los estudiantes quienes, en su mayoría lideraban las protestas. Pero, a los manifestantes asesinados por la Policía y los antimotines les consideró inexistentes, inventados. A la par, su discurso oficial califica a las personas manifestantes como: minúsculos, plaga, peste, vampiros, poquedad, puchos, chingastes, almas mezquinas o seres mediocres.

Por su parte, la población manifestante reclamó que los asesinados eran estudiantes, no eran delincuentes, empezó a nombrarse autoconvocada, y a usar símbolos y colores patrios para marcar diferencia con la propaganda partido/gobierno. Desde el inicio del conflicto empezó una lucha por la memoria. La memoria oficial, y la memoria de la población azul y blanco. Esta no pudo ser borrada por todo el aparato la tecnología de comunicación del Estado, aunque la militancia del orteguismo hay quienes si creen que la policía no mató a los jóvenes, que son inventos.

En buena parte de la población de Sutiaba, en la esquina de El Alacrán el discurso oficialista de que todo estaba normal, tampoco caló. El Pueblo Indígena de Sutiaba incluye tanto a un grupo de personas que reclama derechos políticos y organizativos en su calidad de grupo étnico, como a un territorio que comprende un barrio de la ciudad de León y varias comarcas o caseríos rurales y costeras. Un Decreto Ley de 1918, aún vigente, establece que pertenecen a la Comunidad Indígena de Sutiaba “todos los vecinos del pueblo, descendientes de los estantes [que están] y habitantes de la ciudad antigua de su origen”

Desde la conquista y la lucha por la independencia, la población indígena de Sutiaba ha jugado un papel preponderante en la historia local y nacional. Se les reporta en las Crónicas de Indias como un grupo guerrero, una de cuyas prácticas era matar a viejos de su grupo y vestirse con sus pieles desolladas para espantar a sus enemigos. Más recientemente se les registra como la base de una de las primeras rebeliones independentistas, la que tuvo lugar el 13 de Diciembre de 1811.

Interrogados sobre si esa historia indígena habría tenido que ver con el coraje con el que se entregaron a la lucha, los jóvenes, lo niegan. No reconocen autoridad a los líderes de la comunidad indígena, y tampoco conocen mucho de esa historia ancestral.

El capitán del equipo

Junior Alexander Núñez, a sus 22 años era el capitán del equipo. Meses después para los muchachos, volver a jugar fue una de las decisiones más difíciles que tomar. Antes de hacerlo acudieron varias veces a la tumba de su capitán a pasar el día. Fueron en grupo, hablaron de todo, se dieron bromas, y allí resolvieron volver a jugar. Ese día, algunos por primera vez tomaron alcohol. Cada juego es ahora un homenaje a Junior, aunque le cambiaron el nombre al equipo y uno de ellos se fue a jugar con otro equipo, porque para él, ese equipo, nunca va a ser lo mismo.

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