7 de agosto 2019
San José, Costa Rica-. Los policías de El Chipote le dieron “una patada en la boca del estómago” a Medardo Mairena, cuando él les insistió que en Nicaragua no hubo un intento de golpe de Estado. El campesino se desplomó y en el piso lo “molieron a golpes”. Así inició el periplo tortuoso en las cárceles de la dictadura Ortega-Murillo de uno de los primeros líderes sociales apresados en 2018.
Este líder campesino pasó en una celda máxima seguridad, asilado, casi doce meses, mientras afuera de La Modelo otros campesinos de su movimiento se exiliaron y se escondieron debido a la persecución policial y paramilitar. Aunque Mairena reconoce que el movimiento campesino “está desgranado”, es enfático al decir que continúa “unido”. En esta entrevista con CONFIDENCIAL y Esta Semana, realizada en San José, Costa Rica, Mairena habla sobre la reestructuración del campesinado frente a la crisis sociopolítica.
También explica qué peso representa el movimiento en la Alianza Cívica y la Unidad Nacional Azul y Blanco, y sostiene que ellos están listos para unas elecciones adelantadas. “Estoy claro que si el día de mañana serían las elecciones, el pueblo de Nicaragua no va a fallar”, asegura.
Pese a lo vivido en prisión, el líder campesino conserva su jovialidad y sobre todo la esperanza. “Ortega quiso que me secara en la cárcel 200 años, pero aquí estamos”, afirma Mairena y remacha la frase con una sonrisa.
Medardo, vos fuiste uno de los primeros presos políticos del régimen de Daniel Ortega. ¿Cómo fueron esos meses en prisión?
Fue una situación bien difícil porque nuestro papel de líderes ha consistido en defender los derechos humanos. Y luego encontrarse en una cárcel de máxima seguridad y que te torturen sabiendo que uno es inocente, es una cuestión bien difícil. Nos trataron muy mal. A esas cárceles no les podemos llamar cárcel. Son como una tumba y te entierra en vida. Solamente existía una ventanita en la que se podían pasar alimentos, comida que era mala. Fueron meses solo en una celda, aislado de los demás presos políticos y comunes. Los presos comunes siempre nos apoyaron con alimentos cuando llegamos, porque como seres humanos mostraron solidaridad y que también están en contra del régimen. Ellos nos decían que estaba bien que estuvieran presos porque cometieron delitos, pero que nosotros como defensores de derechos humanos nunca debimos estar presos.
¿A vos te torturaron? ¿Qué tipo de maltrato físico sufriste?
Nunca nos dejaron dormir durante los trece días que pasamos en El Chipote. Ni de día ni de noche, porque siempre nos sacaban a ‘entrevistas’ decían ellos. Cuando teníamos tres días de desvelo seguido, un oficial nos sacaba a entrevistarnos más. Uno de ellos, desde que llegó a la celda, me puso las chachas; me hizo una llave, y allí inició fuerte la tortura. Cuando llegamos al lugar que me iban a torturar, me dijeron: “O decís la verdad o te atenés a las consecuencias, porque vamos en serio con vos”. Entonces desde el primer día yo dije la verdad, y les dije que no podía decir cosas que no había hecho.
Todos sabemos que se me acusó por el asesinato de cuatro policías y un civil en el municipio de Morrito, Río San Juan… y al momento de esos hechos estaba en una gran marcha en Managua, adonde había más de 200 000 personas, quienes fueron testigos que yo estaba allí con Pedro Mena. Yo tuve palabras en ese acto, fui entrevistado por los diferentes medios de comunicación independientes. O sea, Nicaragua y el mundo se dio cuenta que éramos inocentes y no tuvimos nada que ver con lo de Morito.
Cundo dije eso en El Chipote me pegaron una patada en la boca del estómago. Caí en el suelo y después me molieron a golpes. Los policías me dijeron: “Aquí vas a aceptar que vos fuiste uno de los organizadores del golpe de Estado”. Les respondí que nunca hubo intento de golpe, y fue cuando empezaron a maltratarme más.
A vos y a Pedro Mena los condenaron a más de 200 años de cárcel. ¿Qué pensaste cuando escuchaste esa sentencia?
Lo miré como una cuestión ridícula totalmente. Primero, ¡nadie vive 200 años! Siempre supe que mi caso era una intención política, y que un día iba a resolverse por la vía política. Siempre supe eso desde el principio, porque eso me lo dijeron en El Chipote los policías. Es decir que, si no aceptaba su propuesta, iban “ir duro” conmigo y me iban a condenar con la pena máxima. En ese entonces me ofrecieron 60 años, pero después el fiscal pidió 73 años. El día que me condenaron estaba sextuplicando, porque me llevaron a 200 y resto de años. La Fiscalía dijo una cosa, el investigador otra, y el juez también otra.
Mientras estuviste en prisión, muchos campesinos y líderes tuvieron que exiliarse. Otros fueron apresados o están clandestinos… ¿Cuál es el estado actual del movimiento campesino?
El movimiento campesino está fortalecido más que nunca, independientemente de que estemos disgregados. Muchas veces se piensa que estamos divididos porque miramos páginas que dicen movimiento campesino desde el exilio, o de Waslala, pero al final somos los mismos campesinos que estamos organizados en los diferentes territorios y fuera de Nicaragua.
Estamos luchando por la libertad de este país. Los que se quedaron en Nicaragua comenzaron un trabajo de hormiga que he reconocido al salir de la cárcel. Hay estructura, reestructuración porque la mayor parte de los líderes del movimiento campesino ha tenido que salir de Nicaragua, y otros han tenido que esconderse en el monte. Eso nos lleva a reorganizar los territorios. Pero sí tenemos buena aceptación desde las bases.
Ha habido algunas voces campesinas que han hablado de exclusión, como es el caso de Francisca Ramírez. ¿Cómo ves eso?
Nosotros no hemos excluidos a nadie. Debe quedar bien claro cómo funciona el movimiento campesino. Ahorita yo puedo ser el coordinador, mañana puede ser otra persona. Pero el día que se me venza el periodo no significa que me excluyan. Soy un líder activo en el movimiento campesino solamente, no estoy en la coordinación, como pasó con Octavio Ortega y así sucesivamente. Nos reestructuramos con nuestro reglamento. Pero no se trata de exclusión o división. Se trata de ejercicios democráticos, porque hemos luchado por una verdadera democracia, y no podemos regresar a lo mismo.
¿Cuál es el espacio que el movimiento campesino ocupa en la Alianza Cívica y la Unidad Nacional Azul y Blanco? ¿Cuál es el peso del campesinado en las negociaciones con la dictadura?
Hemos estado escuchando a los diferentes movimientos sociales en Nicaragua. Hemos estado formulando una agenda, porque desde que se inició el diálogo el año pasado, fuimos parte la fundación de la Alianza Cívica. Estamos pendientes de lo que va a pasar. La mesa está estancada, pero sí se reanuda, estamos preparados para llevar las demandas del pueblo. Nos encontramos en Costa Rica y hemos escuchado a muchos hermanos de lucha, sobre la triste situación en que viven en este país, ya sea con problemas migratorios, que no tienen alimentos, o que les toca vivir en las calles. Es bien difícil, pero todos estamos claros que es culpa del régimen que ha venido asediando. En ese sentido queremos agradecer a las autoridades de Costa Rica por la acogida que han dado a los exiliados.
Medardo, hablemos ahora de la postura actual de la dictadura. Daniel Ortega cerró el 19 de julio la negociación política con la Alianza Cívica. ¿Qué opinás?
La verdad es que Ortega no ha tenido voluntad política para encontrar una salida negociada, pacífica, para resolver la crisis. Ortega apuesta a toda costa, con las ansias de poder y de dinero que tiene, a quedarse en el poder sin importar cuál sea la cuota de personas que tenga que asesinar. A mí no me preocupa la cantidad de personas que llevaron a la plaza el 19 de julio. En 1990 también llenaron la plaza, quizás tres veces más, y el día de las elecciones no votaron por él. Hoy estamos viviendo una situación, un contexto igual o peor al de ese entonces, y el discurso de cerrar las negociaciones es para ganar tiempo. Quizá quiere que pasen dos o tres meses más y después se vuelve a instalar, para así llegar hasta 2021. Pero mientras Ortega esté un día más en el poder, eso significa más muertos, más torturas, y una economía que se cae más.
Grandes cantidades de nicaragüenses que no están en el exilio no soportan la represión. Esto es muy peligroso porque hay cansancio de la gente, cansada de estar recibiendo amenazas, de que asesinan de manera selectiva a campesinos… haría un llamado a la comunidad internacional y la OEA a actuar más beligerantes. Como dicen, que pasemos del dicho al hecho. De conformar la comisión para Nicaragua y puedan hacer la evaluación retomando lo que se aprobó en Medellín.
El Gobierno se sigue oxigenando, asesinado y persiguiendo al pueblo de Nicaragua, para que los líderes principales tengamos que abandonar Nicaragua. Ortega se ha equivocado y sería un segundo error que comete, porque creyó que con el hecho de meternos a la cárcel iba a quitar la credibilidad culpándolos por algo que no hemos cometido. Pero los hechos hablan por sí solos. Hoy por hoy nos hemos encontrado con el aprecio de la gente. No les funcionó. Ortega quiso que me secara en la cárcel 200 años, pero aquí estamos.
¿Ustedes aceptarían no adelantar elecciones como propone Ortega, y esperar hasta 2021?
Si no hay adelanto electoral la crisis no va a terminar. Primero porque no podemos confiar en la Policía Nacional, porque son los que asesinan, torturan y secuestran. Menos en una Asamblea Nacional que hace leyes para violentar nuestros derechos, un Consejo Supremo Electoral que siempre hace fraudes. Y, por supuesto, la parte Ejecutiva que da las órdenes para que asesinen y torturen al pueblo. Esa credibilidad no la van a recuperar nunca. Lo único que puede parar los asesinatos y la persecución es que regrese la mesa de negociación, porque aquí no todos pensamos iguales.
Hay unos que piensan que esta lucha la debemos de ganar de manera violenta, y otros creemos que se debe luchar pacíficamente como lo hemos venido haciendo. La historia de Nicaragua nos lleva a pensar en los diez años de guerra en los ochenta y tanto sufrimiento con 50 000 muertos; 50 000 madres que todavía lloran a sus hijos. Queremos una mesa de negociación, porque le hemos demostrado al régimen que no hemos caído en su provocación, porque ha provocado al pueblo con violencia y espera una respuesta violenta de nuestra parte. Ortega ha utilizado la Policía, el Ejército y sus simpatizantes, y los ha armado para reprimir.
¿La Alianza Cívica y la Unidad Nacional Azul y Blanco estarían listas para elecciones adelantadas?
Por supuesto. La apreciación del pueblo es que estamos divididos, pero yo no siento eso. Lo que pasa es que hay diversas opiniones, diversas formas de estar organizados, pero todos tenemos claro que tenemos un objetivo en común: Encontrar una salida. Estoy claro que si el día de mañana fueran las elecciones, el pueblo de Nicaragua no va a fallar. Porque los nicaragüenses queremos salir de esta crisis. Todos saldríamos en una sola casilla. Tenemos la experiencia de la década de los noventa, donde había un montón de casillas, pero el pueblo se enrumbó a una sola para salir de la crisis.
Incluso los mismos militantes del Frente Sandinista que ya no querían seguir asesinado al pueblo. Lo mismo sucede ahora en las filas del Frente, gente que por su trabajo continúa allí, pese a las humillaciones que les ha hecho el régimen. Pero estamos claros que de corazón no están de ese lado de la mesa. En una votación no votarían por el régimen. Votarían azul y blanco.