5 de agosto 2019
El régimen orteguista ordenó eliminar las exoneraciones fiscales a la importación de 16 productos de consumo nacional, que incrementarán de precio, aunque el sector privado aún evalúa su impacto concreto.
Entre los productos afectados están las sardinas enlatadas, las sopas preparadas, como Maggi y Maruchan, y aceites refinados.
Una fuente del sector privado, directivo de una cámara asociada al Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), dijo que los abogados del gremio están revisando el contenido del Acuerdo Ministerial 017 – 2019, publicado por el Ministerio de Fomento a la Industria y Comercio (Mific), para tratar de determinar si hay una afectación real a esos productos, o si “los medios se apresuraron demasiado”.
“Estamos analizándolo, porque el DAI (derecho arancelario a la importación), no se aplica a los productos importados desde Centroamérica, ni de aquellos países con los que tenemos tratados de libre comercio, y todos los productos de esa lista se traen de la región, así que no entendemos la intención al emitir ese acuerdo”, dijo la fuente.
El Acuerdo Ministerial también incluye productos de higiene personal como desodorantes corporales y jabón de tocador. Con la reforma tributaria, de inicio de año, el régimen ya había quitado la exoneración del IVA a varios productos de la canasta básica.
La medida, en cualquier caso, complicará aún más la economía de las familias nicaragüenses y empresarios, que ya deben lidiar con las consecuencias económicas de la crisis sociopolítica que sufre el país. Además, cualquiera que sea la intención, lo cierto es que no mejorará la vida de las familias, ni el desempeño de las empresas. Ni siquiera el de la recaudación tributaria, como pretende el régimen, pues se ha comprobado que la recaudación sigue estancada.
¿Ni una bolsita de crema?
Verónica Altamirano, una madre soltera que lucha por mantener a sus tres hijos (dos de ellos en edad universitaria), así como a su propia madre y a una tía, ve cómo se deteriora su situación económica.
“Ahora todo está más caro, y no tenemos trabajo ni nada. Nos toca inventar nuevas estrategias para subsistir”, dijo a CONFIDENCIAL, explicando que se refiere a “vender algo, limitar gastos, acomodarnos con lo poco que podemos conseguir”.
Altamirano está clara que su meta es “sobrevivir”, pero lo encuentra cada vez más difícil, porque “si antes la canasta básica costaba 12 000 córdobas, ahora no sabemos hasta dónde va a llegar. Estamos peor”, sentencia, pensando que en este momento consigue dinero para comprar arroz y frijoles, “con costo, y es difícil que alcance para la crema”.
Desde antes de la crisis, la familia lograba cubrir parte de sus necesidades básicas con las ganancias que les dejaba la pequeña pulpería instalada en el porche de su casa, que ahora genera menos dinero, porque “las ventas están súper caídas”.
Engañar al estómago
Altamirano no está sola en la desgracia. También ve cómo los negocios a su alrededor —y en el cercano mercado Iván Montenegro— se están viniendo abajo, porque una de las consecuencias directas del desempleo es que hay pocos compradores, pero también porque los comerciantes tienen deudas que ya no pueden cubrir.
“Muchos negocios —desde farmacias hasta tiendas de electrodomésticos, pasando por tramos de venta de queso y perecederos— han cerrado, han fracasado, se han ido a la quiebra porque tenían deudas y porque ahora las ventas son escasas”, explica.
“Esto es una lucha constante, porque las personas que se están quedando sin trabajo buscan cómo poner un negocio, y todos terminamos vendiendo menos, porque hay más vendedores que compradores. Los pocos días en que se ve algo de movimiento es en las fechas de pago. El resto del tiempo los pasillos del mercado están vacíos. Si antes se vendían 2000 a 3000 córdobas diario, ahora no se hacen ni mil córdobas”, ilustra.
A Altamirano le sorprende que se eliminen las exoneraciones de impuestos a las sopas, las sardinas, no solo porque intuye que ahora venderá menos de esos productos, sino porque sabe que se le hará más difícil adquirirlos para su consumo.
“Si antes nos bebíamos una sopita Maggi para resolver, o nos comíamos un arroz con sardinas, o una Maruchan… ya ni eso vamos a poder comprar. Ya no voy a poder resolver la comida de mis hijos con eso”, lamentó.
El riesgo está vivo
Si las empresas todavía no saben cómo van a lidiar con una nueva hornada de impuestos, ni qué medidas tomarán para paliar sus efectos, los economistas sí vislumbran cuál es el camino por el que seguimos transitando: el de la depresión económica.
“Esta es una decisión de corto plazo, cuyo fin es recaudar más. Es la única explicación: ahora van a gravar lo que es masivo para obtener fondos”, aseguró el economista Néstor Avendaño, presidente de Consultores para el Desarrollo Empresarial (Copades) de Nicaragua.
El experto advirtió que “cuando concluya el efecto inflacionario, y los precios se establezcan en un nuevo nivel, las autoridades se van a encontrar con el hecho que como la economía no crece (más bien sigue cayendo), la reforma tributaria no va a suministrar los recursos esperados”.
Señala que, en este contexto, lo que se produce es “una ilusión monetaria”, porque se recauda más al inicio, pero el resultado final es negativo (o al menos, insatisfactorio), porque los volúmenes de consumo, inversión, producción y exportaciones, siguen cayendo.
“Las reformas se miden en precios constantes o como porcentaje del PIB, no en millones de córdobas”, recuerda.
Avendaño insiste en que el país sigue a las puertas de una depresión económica, aunque admite que los números muestran una leve mejora.
“Hace meses, mi pronóstico era que experimentaríamos un decrecimiento de -9.4%, pero ahora es de -8.7% porque actualicé con datos de algunas cámaras al mes de julio, pero seguimos cerca, muy cerca de una caída que se marque con un doble dígito”, alertó.