3 de agosto 2019
No sé cuánta importancia habría que darle a la negativa de Ortega-Murillo de continuar con el diálogo. A nivel internacional pienso que su anuncio actuará como un bumerán que se les vendrá encima. Muchos gobiernos se mantenían expectantes del resultado de esas conversaciones para decidir cuánta mayor presión aplicarle al régimen. Siento que este paso de la dictadura los perjudicará sin duda.
¿Por qué lo deciden entonces? Es allí donde se vislumbra esa visión autodestructiva, arrogante y todopoderosa de la pareja presidencial que cada día nos desgobierna con demostraciones de su espíritu vengativo y saña. Y es allí también donde podemos encontrar la importancia y peligro de nuestras propias acciones como mayoría que los repudia, pues es claro que esta decisión de cancelar el diálogo tiene un objetivo interno; el objetivo de desordenar y restar autoridad a las fuerzas que el pueblo percibe como líderes y conducción de la resistencia.
En esta nueva era donde la calidad autoconvocada del levantamiento de abril ha abierto los ojos de los diversos sectores sobre el poder que son capaces de desatar actuando al unísono, la represión de la movilización popular ha trasladado el terreno de la lucha al campo de las ideas y los deseos de cada uno. Las redes sociales han sido las depositarias de las percepciones y planteamientos de la gente. Lo que se ha perdido en las calles, se ha sustituido por la voz y la crítica mutua. En la encerrona en que nos han metido rodeándonos con sus huestes de antimotines y policías, la energía que se emanaba contra la dictadura, se ha tornado hacia el colectivo. La dictadura no sólo no es ajena a este fenómeno, sino que, con sus maquiavélicas maquinaciones, ha apostado a ese resultado. Incapaz de considerar el debate como algo positivo, se frota las manos considerando que nos estamos autodestruyendo.
El problema es que esta percepción la dictadura tiene la capacidad de trasladarse a la población gracias a sus medios y a su dominio del estado. Y es la población la que debe interesarnos principalmente; esa población que ve sucesos como los de Costa Rica, las acusaciones entre las diferentes fuerzas, las descalificaciones absolutas, como síntomas de división y desorden de quienes esperarían supieran conducir y señalar nuevos rumbos al descontento.
Hable lo que se hable, lo cierto es que la democracia del poder para todos y cada uno sólo será posible si transitamos esta etapa para liberarnos de la dictadura. Es una aspiración válida, pero superior a nuestras capacidades actuales. No podemos actuar juntos y llegar a lo que nos proponemos si no somos capaces de acordar nuevos métodos organizativos. Necesitamos, además de una representatividad política ampliada, un “comando central o un puesto de mando central” al que se le ceda la coordinación del accionar de las fuerzas conjuntas. Esto no quiere decir que cesen la retroalimentación, propuestas y críticas del colectivo, pero sí quiere decir que tendríamos que cederle la capacidad para hacer efectiva la unidad en la acción. Y quiere decir que no el 100% del colectivo estará de acuerdo con todas y cada una de sus acciones.
Este puesto de mando central -lo digo en estos términos para que no se confunda con dirigencia, sino como un núcleo capaz de coordinar acciones- tendría que estar integrado de acuerdo con las capacidades de sus integrantes y no sólo su representatividad política. Para la representatividad habría que reconformar un Comité Político ampliado, con dirigentes de la Alianza, de la UNAB y de la Articulación elegidos por ellos mismos, (dado que la unidad real entre ellos todavía está en construcción), integrando además al sector campesino, a las madres de abril, a los exiliados, a la diáspora y otros sectores. El puesto de mando sería una especie de brazo ejecutivo que debería tener participación en el Comité Político y un grado de autonomía creativa.
Tanto el puesto de mando central como el Comité Político debería tener atribuciones y funciones específicas y de acuerdo con éstas constituirse con las personas más indicadas para ellas. Para el puesto de mando, las redes sociales bien podrían conformar una maquinaria electoral depurada interna, donde se vote en base a propuestas razonadas por los cinco o diez ciudadanos que mejor podrían integrarlo.
Aunque aquí se propongan modos de organización a modo de aporte, el tema central es insistir en la necesidad de que el pueblo nos perciba organizados. Pienso que ir actuando para organizarnos en base a las necesidades actuales y no a lo que pasará una vez se vaya Ortega, nos conduciría más pronto a la unidad en la acción que requerimos para que esta patria que todos amamos salga de la noche negra que nos quieren imponer mediante el uso de la fuerza.