23 de julio 2019
Entre las más de ocho acepciones que tiene el sustantivo femenino Plaza, me quedó con el primero: amplio espacio al aire libre, en un centro urbano rodeado de edificios. Pero esto no es absoluto, porque no son edificios los que forman el entorno de Plaza de la Fe. En su entorno político, tampoco hubo principios revolucionarios.
Y pienso que no seré el primero ni el único que me quede con esa acepción de Plaza. Así como todo el mundo sabe que el acto del “40/19” no fue el primero de todos los 19 de julio…con gente acarreada. Pero esta vez, como nunca antes, los acarreados mostraron más paciencia que la de Daniel y la de Job, pues ni se movieron, estaban allí como clavados, con más vergüenza que entusiasmo.
¿Por qué la vergüenza? Porque la mayoría estaba allí por el método que “su partido” utilizó para hacerlos llegar a la plaza a “celebrar”: estuvo bajo el control y la vigilancia de los “secretarios políticos”, y por otro tipo de sapos para evitar la fuga acostumbrada.
Cada empleado público recibió un código que lo identificaba. Nadie debía fallar ni con la excusa de una constancia médica; además, cada uno debía aportar la “cuota” de dos miembros de su familia; la “voluntad” de muchos ciudadanos de los barrios de hacerse presente en la plaza, les fue comprada por 200 córdobas; y la obligación de llevar la bandera roji-negra.
Así fue cómo el “comandante y la compañera” recibieron a los “voluntarios”, sin que tuvieran que regresar los mecates, porque ya no se usan mecates para acarrear gente en estos cibernéticos tiempos, y porque para eso de acarrear gente están los transportistas “subsidiados” por el gobierno, y otros bajo amenaza de perder la licencia para operar, por si les ocurría pensar con respeto hacia sí mismos.
Eso no fue todo lo deprimente del montaje del espectáculo en esa Plaza, sino también: la cursilería coreográfica de la tribuna, el florido e insustancial discurso de Rosario; el discurso dormidor de Daniel, en su forma, y pretendidamente estimulante en lo político para sus bases. Le siguió la situación embarazosa de quienes, obligados, tienen que escuchar los discursos; y las “olas” mal sincronizadas del coro uniformado en la tribuna.
Junto a todo lo deprimente, la pareja pasó apuros cuando dos pastores evangélicos –uno local y otro importado de las huestes celestiales de Trump— se cogieron un tiempo más allá de lo tolerable. Irresistibles como son los micrófonos para los pastores, y viendo más gente que en sus iglesias, convirtieron el espectáculo político en un masivo “culto” evangélico (hasta Telesur cayó presa de sus “sacras” palabras, y se las transmitió al mundo).
Para pasar del ridículo al sincretismo religioso y “revolucionario”, le dieron la misión al cura Antonio Castro, de pedirles a los pastores que compensaran el tiempo que se tomaron, reclamando a su gobierno –y a los congresistas, a quienes ellos enseñan a orar—, el levantamiento de las sanciones contra los represores del “comandante y la compañera” (Toñito no lo dijo a sí, textualmente, pero fue la idea).
La situación de quienes vinieron invitados del extranjero a tragarse todo el cuento “revolucionario” de quienes, muchos años ha, que dejaron de serlo, es difícil calificarla de deprimente, pero, de todos modos, no fue nada plausible, porque además de que no estaban “las 500 delegaciones” –como lo anunciaron—, los pocos que vinieron no habían salido del aeropuerto, cuando ya estaban viendo “la tranquilidad del país”. Es que, por ejemplo, un paseíto turístico desde “la chingada grande”, en donde está una de las Osetias hasta Nicaragua, por un discurso “solidario”… ¡no podía salirle más barato!
“Llenar la plaza” siempre ha sido visto como un signo de “victoria”, y lo podría ser, pero si solo nos atuviéramos a ver las estampas fotográficas, porque, aun cuando, efectivamente, los sandinistas logramos llenar esa plaza, sin acarreados, en la campaña electoral del 90, la “victoria” solo era una mera ilusión.
Con aquella última monstruosa concentración, creíamos tener la “victoria” en la bolsa. Y escribo en primera persona, sin ningún complejo, porque, como candidato en la lista para diputados por el FSLN de entonces, eso pensaba, como todo el mundo, incluso la oposición. Pero el resultado electoral fue, para la mayoría… ¡pasar de candidatos a candidotes!
Plazos
Los sandinistas, devenidos en simples orteguistas, más que en “victorias”, incluso cuando logran llenar la plaza con acarreados, están pensando en ver cómo capear los plazos que tendrán su vencimiento en cualquier día de estos:
*El plazo de 75 días que acordó la OEA, en Medellín, para arreglar el desastre político social nacido de una de sus “victorias” (el que comenzaría a contar a partir del nombramiento de una comisión mediadora).
*El plazo sin fecha inmediata de vencimiento para poner final a su vigencia como fuerza dictatorial dominante (anunciado por el pueblo el 18 de abril del 2018).
*El plazo histórico para toda dictadura con su proceso vencido, por aquello de que “no hay plazo que no se venza ni plazo que no se cumpla”.
*El plazo que ya se les venció desde el 18 de abril, aunque aún no se ha cumplido, ningún orteguista puede apostar a que no se cumplirá…
Y en eso estamos los nicaragüenses, viendo cómo el tiempo avanza y el período de espera se agota, mientras los orteguistas hacen “fuerza de cara” para decir que tienen un gobierno “sólido”... solo porque Daniel tiene dentro de su puño de hierro a los poderes del Estado y sus burócratas.
Aplazados
El primer gran aplazado es el propio sistema político orteguista, con toda su carga terrorista anti popular, anti democrática y anti histórica. El Ejército está aplazado en constitucionalidad, la Policía está aplazada en tiro y civismo, por tener al pueblo como su blanco preferido. La burocracia del sistema que está viviendo horas extras, aplazada en honestidad, eficiencia y patriotismo. Hay más aplazados:
*El estilo de gobernar eternamente con los mismos caudillos al frente de un Estado que los tiempos demandan inclusivo y progresista en lo social, político y económico, no el Estado absolutista, reaccionario y decadente del orteguismo
*El gobernar sin apego a las leyes y a la Constitución Política de la república, sustituyéndolas con el capricho y la ambición de quienes actúan como si fueran dueños del país, matando, persiguiendo, encarcelando a sus oponentes.
*El creer en la perennidad de un régimen como un reinado monárquico, y prolongarle al pueblo la pesadilla de terror y de falsedades, como el “contenido” del discurso de Daniel que:
--Mandó a “estudiar y trabajar”… algo que él nunca hizo.
--Reclamó que “en el hogar tiene que haber paz”… pero solo para el suyo, porque se la niega a los hogares que sus policías asaltan y matan en horas de la madrugada.
--Dijo que “Cristo no nació en un palacio”…como él, pero no dijo que Cristo tampoco se hizo rico con el poder de la iglesia.
--Confesó haber tenido “la paciencia de Job” (se refirió a los peores días de la crisis), insinuando que… ¡de haber estado impaciente las víctimas se hubiesen multiplicado!
Total, que todo el “40/19”, como los anteriores, fue una gran tragicomedia, pues… ¡la comedia la sigue ensayando el orteguismo y la tragedia la sigue viviendo el pueblo!