20 de julio 2019
Han pasado 40 años de aquel 19 de julio de 1979, día en que las y los guerrilleros del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) entraban a Managua y ponían fin a la dictadura dinástica de la familia Somoza, que desde 1937 gobernaba Nicaragua.
La victoria sandinista despertó la esperanza de que los regímenes dictatoriales y los gobiernos autoritarios de América Latina podían caer y que se abría la posibilidad, para construir una sociedad mejor y más justa.
os sandinistas, por sus ideas y forma de actuar, despertaron la simpatía a nivel mundial. Al arranque de la Revolución fueron notables, entre otras cosas, la Campaña de Alfabetización, que movilizó a todos los jóvenes del país, la Reforma Agraria y el impulso decidido a la cultura.
En diciembre de 1979 visité por primera vez Nicaragua. Me hospedé en la casa de un funcionario del gobierno, un sandinista que conocí en México cuando él estudiaba economía en la UNAM y yo vivía, en ese entonces era jesuita, en un barrio que había surgido de una invasión.
Uno podía constatar, era muy evidente, el entusiasmo de la gente, el compromiso de los sandinistas en la construcción de una nueva sociedad y el ambiente de discusión sobre cómo conducir el proceso de cambio.
En 1981 y 1982 viví en Nicaragua. En ese entonces militaba en las FPL, una de las cinco organizaciones del FMLN de El Salvador. Pude ver como la Revolución sandinista tomaba forma y despertaba un entusiasmo que contagiaba. De todo el mundo venían cooperantes, para apoyar el proceso.
Los sandinistas pierden el poder en las elecciones de 1990 cuando triunfa Violeta Chamorro. A partir de ahí se suceden gobiernos de la derecha. En las elecciones de 2006 los sandinistas, con el candidato Daniel Ortega, comandante guerrillero que había sido presidente del país al triunfo del FSLN, ganan las elecciones.
Muy pronto Ortega y su mujer, Rosario Murillo, operan para hacerse de todo el Poder del Estado. Su proyecto ya nada tiene que ver con el sandinismo histórico, el que derroca a la dictadura. Ortega cambia la Constitución para reelegirse y después la vuelve a modificar para hacerlo de manera indefinida. Hoy sigue en el cargo.
La familia Ortega-Murillo ya en la presidencia se vuelve millonaria. Expulsan del FSLN a todos los que no están de acuerdo con ellos. El partido histórico deviene en una organización servil a los intereses de la familia en el poder que reproduce, la historia se repite, a la de los Somoza.
En abril de 2018, sin que nadie lo esperara, explota la tensa situación que se vivía en Nicaragua y la gente sale a las calles, para protestar contra la familia Ortega-Murillo. La reacción es la represión. Son asesinados por esbirros del régimen, con apoyo de las autoridades, 500 personas y 1,000 llevadas a la cárcel.
La Familia Imperial, como la llama el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, se aferra al poder. No importan los costos. El gobierno prohíbe las manifestaciones y ha clausurado los medios de comunicación profesionales e independientes.
Una nueva dictadura se ha instalado en Nicaragua. Ahora, como hace 40 años, la lucha de la sociedad nicaragüense se centra en derrocarla, para reinstaurar la democracia. La batalla no es fácil, pero terminará por triunfar. El poder de la familia Ortega-Murillo tiene sus días contados.
Twitter: @RubenAguilar