14 de julio 2019
El 13 de julio de 2018, grupos paramilitares, armados con fusiles de guerra, atacaron sin piedad el recinto de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) y continuaron contra la iglesia Divina Misericordia, donde se refugiaron unos 200 universitarios que protestaban por la recuperación de la autonomía universitaria y exigían la salida del dictador Daniel Ortega.
En el ataque, que duró más de 17 horas, fueron asesinados los jóvenes Gerald Vásquez y José Flores. Un año después, las demandas y exigencias de los estudiantes “no han cambiado, al contrario, se han fortalecido”, afirma Levis Artola Rugama, líder estudiantil de la UNAN-Managua, y sobreviviente de aquella feroz represión. Artola recuerda cada detalle y critica “la negligencia de la dictadura” para frenar la represión.
Previo al ataque hubo un acercamiento para abandonar el recinto pacíficamente, ¿qué sucedió?
Cuando el Gobierno puso en marcha la Operación Limpieza, hubo un acercamiento de muchos actores (…) para evitar que masacraran a los estudiantes. En la universidad lo que había era un refugio de estudiantes, porque habían pasado en las calles, en marchas. Eran perseguidos y no querían abandonar la universidad. La Comisión de Seguridad y Verificación (del Diálogo Nacional entre la Alianza Cívica y el Gobierno) y la Conferencia Episcopal tuvieron un acercamiento a los liderazgos de la universidad. Fue un cabildeo que hubo con los liderazgos. En ese entonces se llegó a tener muchas reuniones y lo que se propuso fue que todos los estudiantes iban a tomar la decisión en votaciones que se iban a dar el 13 de julio.
¿Qué decidieron?
Tras valorar los niveles de riesgo y la vulnerabilidad, los estudiantes hicieron un documento en el que exigían algunas condiciones para desalojar la universidad y trasladarse a otros lugares. Ellos pensaban ir a Monimbó en ese entonces. Se hizo la carta y el Gobierno estaba consciente de que se estaba haciendo eso, porque en esa gestión estaba la Comisión de Seguridad.
Pero el Gobierno envió a grupos paramilitares, ¿qué hicieron ustedes?
Fue perturbador, porque no pensamos que iba a pasar eso. Nosotros llegamos en apoyo a los muchachos que estaban atrincherados y no pensamos que iba a pasar eso. Se estaban terminando las gestiones protocolarias para que los estudiantes pudieran tener condiciones de seguridad, cuando empezó la balacera. Fue tan agresivo que los estudiantes se replegaron a la Divina Misericordia. Todos corrían con sus maletas, con lo que pudieron agarrar, porque era una lluvia de balas a mansalva.
¿Cómo fue el traslado de la UNAN a la parroquia?
Los ángeles de la guarda fueron los párrocos de la iglesia, porque no había vehículos disponibles en la universidad para trasladar a tantos estudiantes que había en los sectores más lejanos a la iglesia. Entonces los padres se movieron para evacuar a estudiantes heridos que estaban en las trincheras del extremo norte de la universidad. Ellos rescataron a muchos estudiantes y también trasladaron a periodistas, incluso al periodista estadounidense (de The Washington Post, Joshua Partlow).
Hubo bastante presión nacional e internacional para detener el ataque y liberarlos, ¿quiénes incidieron y mediaron con el Gobierno?
La Conferencia Episcopal jugó un rol sumamente importante, y entabló una conversación directa con el Gobierno para que dejara vivir a los estudiantes. Pero el Gobierno no quería ceder. Lo que la Conferencia logró fue sacar al ciudadano estadounidense, con gestiones de la embajada, y (también) a algunos heridos. No obstante, el ataque siguió hasta las seis de la mañana.
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¿Qué fue lo que falló? Había comunicación entre los párrocos de la iglesia, la Conferencia Episcopal, la CIDH, ¿por qué el Gobierno no retiró a los paramilitares?
Hay muchas suposiciones. Una de ella es que el Gobierno ya no tenía control sobre estas fuerzas irregulares. Suponíamos nosotros que eran personas armadas que estaban drogados y con sed de venganza y asesinar, entonces no tenían control. Sin embargo, parece algo más coordinado que deliberante, porque los policías siempre tuvieron cerradas las rutas de acceso a la universidad, a la Divina Misericordia y se hizo todo lo que se pudo hacer. La comunidad internacional con Cancillería, la misma OEA, se pronunciaron esa noche para que el Gobierno pudiera retirar sus fuerzas armadas y no lo hicieron.
Ustedes permanecen 17 horas bajo ataque. En ese transcurso de tiempo José Flores y Gerald Vásquez murieron, ¿quién los mató? ¿En qué circunstancias murieron?
Lo que puedo decir es que es duro recordar eso, porque yo pensé que no iban a sobrevivir tantos estudiantes. Solo dos murieron, es muy doloroso, pero para la cantidad de balas, la fuerza del ataque, solo fue que Gerald y José. Estos muchachos fueron baleados en las trincheras. Uno murió en la trinchera y el otro fue a terminar su vida en la iglesia y fue asistido personalmente por el párroco.
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Lograron salir de la parroquia en la mañana, ¿qué sucedió en ese momento?
El Gobierno accedió a dejar salir a los estudiantes que estaban en la iglesia. La Comisión de Seguridad y Verificación y la Cruz Roja jugaron un rol importante para la evacuación y nos trasladaron a la Catedral Metropolitana, donde estaban los organismos de derechos humanos que iban a verificar el estado psicológico y físico de los estudiantes, además de tomar nota de denuncias. La Iglesia estuvo dando muchos consejos a los estudiantes.
Un año después, ¿cuáles son las demandas?
No han cambiado. Y no solo se mantienen, sino que se han fortalecido porque al menos desde los grupos estudiantiles de la UNAN-Managua, seguimos firmes en el compromiso de fortalecer nuestros lazos para recuperar la autonomía universitaria. Estamos gestionando muchas iniciativas para conseguirla y que se garantice que en este país la democracia pueda triunfar y tener un largo plazo de existencia. También estar contra el Gobierno está muy firme. Los estudiantes se han organizado para realizar acciones de calle y de lucha no violenta para mantener vivo el espíritu patriótico.
Vea la entrevista hoy a las ocho de la noche en el programa Esta Semana.