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La nueva forma de hacer política

Estamos asistiendo a una etapa donde el político más útil para el país no sea el que hable más fuerte sino el que con su ejemplo y trabajo, haga más.

No descartan nuevo paro general: la salida de Ortega dependerá de “la presión interna y de la presión internacional”

Guillermo Incer Medina

29 de junio 2019

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El despertar de la conciencia ciudadana que inició en Nicaragua a partir de abril del 2018 generó en nuestra sociedad una expectativa de cambio en la forma de hacer política. El fenómeno autoconvocado y el uso de la tecnología y las redes sociales para opinar y coordinarse junto a la recuperación del espacio público, dieron una bocanada de aire fresco a la deprimida vida política de las y los nicaragüenses. La ruta hacia el cambio resumida en la consigna de la lucha no violenta "patria libre para vivir" dio la respuesta a la pregunta que todos nos hacíamos y que con mucha frustración no sabíamos cómo contestar, ¿Cómo salimos de esta dictadura?

Luego, con el fin de la etapa autoconvocada pasamos a un intento de construir nuevas formas de organización política, formas marcadas por términos como: horizontal, feminista, plural, incluyente, multigeneracional, participativa, cívica y pacífica. Lamentablemente, si bien dimos un salto en la forma de concebir los espacios, hemos fallado en la forma de construirlos. La desconfianza, el delirio conspirativo, los prejuicios, la intriga, los rencores del pasado, el sectarismo, el ataque a las personas no a las ideas, el acomodo, el manejo, el doble discurso, el clasismo, el machismo, la homofobia, el no decir las cosas de frente, esperar que bajen líneas; son entre otros, los rasgos más característicos de las "nuevas" organizaciones políticas. En definitiva, hemos querido construir en base a ideas nuevas, sin querer abandonar prácticas viejas.

En poco más de un año hemos perdido la esencia rebelde y transformadora del movimiento de abril en cuanto a lo organizativo. Lo que soñamos en nuestras mentes no lo hemos logrado concretar con las acciones. Estamos llenos de opinólogos pero no tenemos secretarios, tenemos agitadores pero no tenemos organizadores, tenemos adultos que analizan y no hacen y jóvenes activistas sin propuestas. "Hay que ocupar los espacios" repiten las organizaciones, pero una vez en ellos no los construyen con su trabajo, y peor aún, con sus ideas. Los espacios se han convertido en el fin y no en el medio, lo cual es grave sobre todo cuando esos espacios no han logrado construir las bases, ni conceptuales ni organizativas, para la refundación del Estado y de la sociedad. Son una burbuja que se aleja de las bases y de los ideales de aquel abril.

El movimiento de abril requiere nuevas narrativas que logren dar cuerpo y raíces al cambio. Los liderazgos carismáticos parecen no ser suficiente para dar el salto de las intenciones a las acciones, quizás estamos asistiendo a una etapa donde el político más útil para el país no sea el que hable más fuerte sino el que con su ejemplo y trabajo, haga más y piense para concebir propuestas y llevarlas a la práctica. Quizás en esta etapa necesitamos una combinación de políticos que sean capaces de inspirar con otros que sean quienes concreten y concilien posiciones. La sociedad tendrá que aprender a dar valor a cualidades políticas que no son tan populares pero que son necesarias en una etapa de construcción como la que estamos viviendo. Necesitamos liderazgos que digan las cosas de frente, que se pongan manos a la obra no solo en las tarimas sino también en las tareas, que den profundidad de pensamiento y a la vez sean elocuentes, que rindan cuentas, que comuniquen, que sean respetuosos, tolerantes, de mente abierta, que sepan escuchar y aceptar críticas.


Las nuevas formas organizativas además deberán superar vicios del pasado como la dependencia y comodidad económica (la militancia asalariada). Deberán ser radicales pero sensatos, soñadores pero laboriosos, firmes pero divertidos. La autogestión, el trabajo en red y colaborativo, el apoyo en el arte y la tecnología, pero principalmente la transparencia, el respeto a la diversidad y la cercanía real y directa con las bases sociales; deberán ser cualidades intrínsecas en las nuevas organizaciones políticas.

La generación millenial tenemos al gran reto de reconfigurar y resignificar la política en Nicaragua. Tenemos que devolverle a la gente la esperanza de que a través de la política se pueden lograr cambios para el bien común, donde los políticos pueden ser también personas honradas y trabajadoras, teniendo en cuenta que lo colectivo vale la pena, que lo público lo hacemos entre todos y todas. En este sentido, ya hemos dado un paso adelante aceptando y asumiendo la responsabilidad de organizarnos para incidir en o para tomar el poder político. Debemos también tener la sabiduría de reconocer con humildad los métodos y lecciones aprendidas del pasado, pero sin renunciar nunca a las herramientas y nuevas concepciones de nuestra época. La nueva forma de hacer política, al igual que las nuevas organizaciones políticas, deben ser una amalgama de lo mejor de nuestro pasado con lo mejor de nuestro presente. La nueva Nicaragua hay que construirla con el trabajo de todos y todas, es una tarea que se edifica día a día, con las ideas y sobre todo, con el ejemplo.  El hecho de no querer más de lo mismo, empieza desde adentro.

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Guillermo Incer Medina

Guillermo Incer Medina

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