16 de junio 2019
El microbús del Sistema Penitenciario Nacional (SPN) se parqueó aproximadamente a las 10:30 de la mañana, frente a una casa solariega en la periferia de Matagalpa, al norte de Nicaragua. La calle estaba vacía, pero los vecinos salieron a ver el vehículo, justo en el instante en que descendía Alfonso Morazán, aún con su uniforme de prisionero. El rostro firme del exmilitar denotaba el trato inhumano que recibió en la cárcel, donde permaneció arbitrariamente durante siete meses, y al llegar a casa su familia no estaba para recibirlo.
- Presos políticos revelan cómo son las cárceles orteguistas
- Presos políticos libres bajo autoamnistía orteguista
- Jueces y magistrados actúan como “inquisidores de derecho”
Morazán, de 57 años, es uno de los más de 700 reos de conciencia del régimen de Daniel Ortega. Fue capturado en Matagalpa el 22 de octubre de 2018 y trasladado automáticamente a la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote, en Managua, y luego al Sistema Penitenciario Nacional Jorge Navarro, en Tipitapa. Aunque fue excarcelado el 30 de mayo de 2019, Día de las Madres Nicaragüenses, no pudo abrazar a su madre porque ella murió mientras él estaba en prisión.
“Ya te imaginás, estar preso y que te rematen con una noticia de ese tipo. No pude ir a la vela de mi mamá”, lamenta Morazán con la voz entrecortada. Recuerda que mientras estaba en El Chipote su hermana, Ada Luz Morazán, llegó a darle la mala noticia: “En la cárcel los funcionarios no te comunican absolutamente nada, estás aislado, se puede morir toda tu familia y vos estás viviendo una vida carcelaria como todos los días, ellos tiene un corazón muy duro, bien duro y pienso que bien malo”, subraya.
Antes también perdió a tres hermanos
Esta es la cuarta vez que Morazán, un militar en retiro, no asiste al funeral de sus parientes cercanos. Durante los años setenta y ochenta, mientras combatía a la Guardia Nacional y a la contrarrevolución, respectivamente, perdió a tres hermanos y él ni siquiera se enteró.
“En defensa del proyecto revolucionario que todos soñábamos en aquel momento, que todos lo creíamos, que todos dábamos el corazón por amor sin tregua, en esa lucha cayeron tres hermanos míos defendiendo esos sueños de libertad que eran: Pastor (Morazán), Marvin (Morazán) y Héctor (Morazán), no puede ir a esos entierros, porque yo andaba en esos combates del Ejército Popular Sandinista, me encontraba en la zona de guerra y no me avisaron”, evoca Morazán.
Tampoco están sus hijos
Al volver a la casa que comenzó a construir hace 34 años para su familia, el exmilitar solo encontró una avalancha de recuerdos y paredes vacías. Durante el tiempo que permaneció en prisión, sus seis hijos se fueron al exilio, debido a que eran víctimas de acosos y amenazas de parte de los fanáticos del orteguismo.
“Es un golpe durísimo porque una persona como yo, que ha dado tanto por lo que en un momento era alegría, en el (año) 1979 le llamábamos que estábamos entrando a la libertad porque acabábamos de derrotar una dictadura militar, y ahora 40 años después encontrarme que esa historia se repite y peor con todos mis hijos exiliados. Mis hijos nunca han agarrado un arma y espero que nunca la agarren, porque las armas deben quedar enterradas en el pasado”, enfatiza Morazán.
La segunda dictadura que enfrenta
Morazán se licenció del Ejército hace más de 29 años. Recientemente, se graduó de abogado, y hoy resiente tener que enfrentar a otra dictadura.
“Me siento simplemente traicionado, de que el aparato de Gobierno, sus autoridades no cumplen con lo que dice la ley. Las leyes son bonitas y están escritas para buscar justicia o por lo menos aproximarse a ella, pero lo que dicen los códigos, lo que dice la Constitución (Política), lo que dicen los convenios y pactos internacionales son otra cosa, Daniel Ortega aquí impone su gusto y desgraciadamente hay personas que se prestan a ese juego sucio, a mí me da pesar, me da lástima, y aquí lo que hay es desgracia, miseria, soledad, desempleo”, comenta.
Manos arriba con un “Ejército pasivo”
El exmilitar cuestiona a sus antiguos compañeros de armas por su complicidad con la represión ya que considera que: “Nicaragua, o por lo menos la mayoría de los nicaragüenses, esperan algo del Ejercito, pero algo mejor”.
Recordó –además– que las fuerzas castrenses están “para defender la soberanía nacional, pero también tiene que resguardar a los nicaragüenses y aquí nosotros (la población) estamos manos arribas ante un Ejército pasivo, ante una Policía corrupta, ante un montón de paramilitares que es una tercer fuerza armada y la Constitución Política dice que solo deben existir dos fuerzas armadas, Ejército y Policía, ajá y ¿a dónde ubican a los paramilitares?”, se preguntó Morazán.
“Me da vergüenza las autoridades”
Alfonso Morazán conoció a Eddy Montes, el preso político asesinado, en la Universidad del Norte de Matagalpa (UNN), estudiaron juntos la carrera de Derecho y se graduaron en 2018. Al poco tiempo se reencontraron en El Chipote y luego en la galera 16-1 de cárcel La Modelo. Morazán asegura que el día del asesinato de Montes marcó completamente a los presos políticos.
“El 16 de mayo del presente año como a eso de las 2:30 de la tarde, la muerte de nuestro hermano Eddy Montes y como a los 10 minutos después, la madre golpiza que nos pegó la Policía junto con los custodios del penal de Tipitapa, de donde de 118 que habíamos recluidos en ese centro hasta el momento 97 salimos golpeados, reventados, unos convulsionaban, otros vomitaban sangre, orinaban sangre, fue algo totalmente terrible.
Tras su excarcelación, el exmilitar todavía lleva en su cuerpo las marcas de los golpes que no han logrado sanar.
“Hubo un momento en que nos pusieron boca abajo a todos (los presos políticos), eran más o menos unos 400 agentes antimotines. Nos tiraron balas, bombas de humo, lacrimógenas, nos dieron con esos bastones, con varillas (de hierro), nos sometieron —porque a eso no hicimos ningún tipo de resistencia— simplemente lo hicieron porque lo quisieron hacer y una vez que nos tenían boca abajo brincaban encima de nosotros y gritaban “nosotros somos los cachorros de Sandino, griten, hablen hijos de la gran puta”; entonces, son palabras que ni se deberían repetir en televisión porque la verdad me da vergüenza el tipo de autoridades que tenemos”, subrayó Morazán.