21 de abril 2019
30 de abril de 2018
La botella que lanzaste al mar me llegó intacta con tu mensaje en que me pedís noticias sobre Nicaragua. La salvé de las aguas ardientes y convulsas de los últimos días de este abril incandescente. Te escribiré con amplitud otro día, cuando amaine el oleaje bravo de este doloroso asombro. Aunque, debo decirte que, también son días de júbilo creciente por la tormenta de estos soles radiantes que nos bañan de esperanza. Esta vez, solo te adjunto esas fotografías y videos en que, apenas se advierte el estallido furioso que nos arrastra a todos, y que, comienzo a sospechar, será un parteaguas en la historia reciente de Nicaragua.
Lo que te envío muestra a mi país desgarrado y sangrante, pero también erguido sobre esta repentina tempestad solar a mar abierto. Sí, se ha puesto de pie Nicaragua, aunque también sangra, sangra otra vez, sangra ahora mismo que te escribo. Hay nuevas heridas batidas con las viejas llagas que vuelven a asolearse, de nuevo abren sus ojos y nos miran acusando a la historia, se levantan y reclaman macilentas, supuran el mismo esmalte de aquel duelo que ya creíamos reseco, cicatrizado.
El viejo llanto, reaparece en los gemidos azorados de estas noches terribles, olemos la angustia que abraza a esta bravura densa e inesperada. Los puños se alzan convencidos aullándole a la luna, gritan desgarrados por la matanza y la crueldad incontenible. Todo el duelo de ayer, el tuyo, el mío, el de aquél, el de todos, gira como ojo de huracán envolviendo este coraje nuevo de los hijos que se alzan.
Nicaragua está de pie, llora, grita, sangra, te repito, pero también canta a la dignidad recobrada y ríe de esperanza. El pueblo se rebeló, se levantó otra vez contra el crimen. El cómo, el cuándo, el porqué, ya lo sabrás. Hoy solo mira esa multitud de banderas agitadas en las calles que nos habían robado, es el pueblo enardecido exigiendo justicia y libertad. Vos mismo podés ver: el charnel letal clavado en el ojo, la bala certera hacia el corazón o hacia la espalda, el proyectil sin límites, el fusil diestro apuntando al tórax de los sueños, las puertas de socorro selladas a los heridos y los moribundos sangrantes en medio del asfalto afianzados entre los brazos del pueblo. Saliendo helados de la morgue los desaparecidos, y jóvenes sobre las calles quedando inmóviles, dormidos para siempre. El futuro está en el suelo, ensangrentado boca abajo con una piedra en la mano, vencido por una bala directa a la cabeza.
Hay entierros y entierros, enterrados sin autopsias, sin uñas, sin sudario. Son perseguidos los chavalos en las universidades y barrios, aterrorizados, obligados a esconderse, a estar alertas todo el día, en vigilia en las noches y madrugadas, esperando la embestida, el asalto en las tinieblas, el ataque artero entre las sombras. Esperan, pero cantan, tiemblan, pero cantan, corren cantando, lanzan piedras, gritan, sudan, dicen hijueputazos y cantan esperando la justicia que aún no llega.
Nicaragua sangra, otra vez, te repito. Las lágrimas de aquel tiempo brotan de nuevo de las manos limpias de un pueblo ahora desarmado. Entre voces de furia y lamentos por la muerte, del terror y la impotencia brota más fuerte el arrojo y la dignidad en medio de sepelios.
Todo lo que vos y yo vivimos ayer, se parece a todo lo que es hoy, pero también es diferente: la atrocidad sin límites de los nuevos caudillos, el disparo impune frente al mortero, los esbirros y sicarios sobre motos enloquecidos, el bunker repartiendo órdenes de muerte, los cuervos negros acosando la vida el día entero, la cacería sin tregua contra la libertad de la gente. Hay matanza, hay terror, alarma, fuego, súplica arrodillada de las madres al Cristo entre las nuevas barricadas desarmadas. Son muritos de adoquines y macetas de flores con vírgenes de “purísimas”, guirnaldas de sacuanjoches y estatuillas de sandinos cubiertos con banderas azules y blancas ensangrentadas. Hay correteo de chavalos con pañuelos en la cara, tiradoras en las manos y piedras en los bolsillos, cuellos con trapos fatigados, adrenalina surtiendo las pancartas y consignas de hace tiempo revueltas con el canto fresco de los hijos: ¡Que se rinda tu madre! ¡Eran estudiantes, no eran delincuentes¡¡Nos han quitado tanto, que hasta nos quitaron el miedo! ¡Patria Libre y Vivir!
Los videos muestran los horrores. Videos y videos que son el arma de la gente: masacres, llanto indignado, sonrisas de esperanza en el futuro, banderas de la patria subversivas, maldiciones y advertencias al tirano y largas marchas de unidad. Sus decoloradas caras de papel estampadas sobre carteles colosales arden entre bocinas y alaridos de festejo, y enormes símbolos de su poder que llamamos arbolatas, son derribados entre largas ovaciones.
La gente en la rotonda siembra cruces y buganvilias y ponen velas encendidas entre los retratos humildes de los muertos. Ahí veras los rostros en blanco y negro de los niños, adolescentes y jóvenes acribillados, la del periodista herido hasta la muerte... Mujeres y ancianos desafiando los horrores con las manos plegadas hacia el cielo pidiendo justicia por los muertos.
En todas las ciudades, tañen estremecidas las campanas de parroquias anunciando el asalto a las trincheras, alertando la llegada para correr, dispersarse o retarlos casi cuerpo a cuerpo. Son chavalos, chavalitos con pantalones chingos, el dorso denudo, exponiendo el pecho con un pedazo desmirriado de laja o una bomba de contacto artesanal frente al AK, la Granada, el Drogunov.
Hay caravanas y caravanas: caravanas de la vida y caravanas de la muerte. Solidaridad pródiga de la gente, por un lado, y por el otro, la brutalidad desmedida del régimen irracional. Mejor te digo, que despilfarran cobardía, porque este pueblo, estos chavalos, esta vez, te lo recalco, no están armados.
Son cientos de miles los que caminan y caminan apretados sobre las calles en horas inclementes. El pueblo casi entero se toma de sus manos y marcha alegre por todas las ciudades y comarcas, aullando duro por el luto que es inmenso, peleando fuerte por su futuro, gritando justicia, democracia y libertad. Es una inmensa multitud como un mar azul y blanco que se mece bajo el sol en llamaradas que bendice la unidad.
Se muestra en las imágenes, el gozo de la gente escondiendo el dolor que es inaudito, y también se ve a un hombre de piel curtida caminando a mi lado, su carretón en medio de la gente y un niño de su mano urgido de ilusiones, levantando la mirada inocente hacia la vida y alzando su bandera que ondea esperanza y dignidad.