Un día me levanté y mi vida cambió. Jamás pensé tener tanta resistencia, jamás pensé conocer el dolor y pintarlo de colores porque era la única forma de decirme a mí misma que la vida continua y si no luchaba por mí misma y mi hija, nadie lo iba a hacer por mí.
Se acerca el 21 de abril, día en que asesinaron a mi esposo, el periodista Ángel Eduardo Gahona López, y durante estos meses, me ha tocado llorar y reír al mismo tiempo, mantener un duelo y al mismo tiempo continuar con mi vida diaria de la mano de mi hija. Suena raro todo esto, pero es que mi vida ha dado un giro que ni yo misma me lo creo. Ver cómo asesinaban a mi esposo, llegar desesperada al hospital y preguntar: ¿qué pasó? Y que sin medir las palabras me dijera un doctor: “¡Y que más va a pasar, pues está muerto!” y empezar a gritar de dolor y que el médico me dijera: “¡Calláte no estés de dramática!”. Eso no tiene perdón.
Dolía verlo en esa camilla sin signos vitales, dejarlo por unas horas y asumir el rol de "valiente" en los preparativos del sepelio y, posteriormente, enfrentarme al rostro mas tierno mi hija, buscar la manera más delicada para decirle que su papa había partido de este mundo.
Pasado el entierro, la familia, en consenso, tomó la decisión de pasar un tiempo de duelo en Costa Rica y al llegar a Managua nos dimos cuenta que como humanos queríamos justicia. Entonces, decidimos denunciar a los asesinos de mi esposo, acción que provocó un sinnúmero de acciones en contra de nosotros. Nos iniciaron a perseguir, a amenazarnos y a desprestigiarnos en las redes sociales. ¡No les bastó con matarlo a él! sino que nos obligaron a exiliarnos. Nos desintegraron como familia.
Resistencia después de su muerte
Ha pasado un año, lo único que tengo de él, a parte de los recuerdos, es mi hija de cinco años. Un año en donde he llorado, he reído y sufrido, pero también he disfrutado. Sería mentirosa en decir que en estos momentos no estoy bien. Si bien es cierto, mi vida es como una herida, ha sanado por fuera, pero por dentro sigue igual que el primer día, con mucho dolor y tristeza, pero me he dado cuenta que debo de continuar, sin importar del qué dirán. Sabés por qué, porque no cualquiera tiene la resistencia que yo tengo. Tengo la resistencia y no cualquier obstáculo me va hacer retroceder. Dios me ha hecho pasar por muchas circunstancias, desde muy pequeña no supe lo que era el amor de un padre o una madre, nunca supe lo que era un estímulo o una sorpresa de cumpleaños, solo tuve el amor más lindo que fue de mi abuelita maternal a la que le doy gracias de que ahora soy una mujer de bien.
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Hace un año perdí al amor de vida y no sé que duele más; saber que no puedo visitar su tumba, no puedo estar en mi país, no puedo estar con mi familia y amistades y sobretodo no puedo acudir a las diversas actividades azul y blanco en Nicaragua, pero a pesar tantas historias vividas, no me doy por vencida. Siempre estoy con palabras de aliento y ánimo para personas que acuden a mí en busca de respuestas, siempre mis manos están llenas para dar ayudas y cuando no tengo, presto, pido, pero siempre busco la manera de solventar las miles de necesidades, porque yo soy así, soy feliz cuando ayudo a los demás, cuando me despojo de lo poco o mucho que tengo para que otro brille y esa satisfacción y amor que siento por los demás no tiene precio.
Sueño con una Nicaragua libre y democrática en donde se respeten las diversas formas de pensar y de actuar.