18 de marzo 2019
La marejada azul y blanco irrumpió en la vida política de Nicaragua para cambiar de súbito nuestra historia. Tranques, barricadas, tomas de recintos universitarios, marchas, plantones, piquetes, paros, chimbombazos, huelgas de hambre, redes de solidaridad y resistencia en miles de formas y colores, silenciosas y públicas.
Sin distingos ideológicos, religiosos o partidarios, nos convertimos en las calles en un solo puño, bajo los colores de la bandera azul y blanco, para sobrevivir a la bestial represión de la dictadura orteguista y también para reclamar un nuevo futuro.
Cada expresión de protesta se alimenta del deseo de cambiar la cultura política caudillista, machista, elitista y excluyente, que ha sometido históricamente a nuestro país a la nefasta política de pactos de cúpulas y al co-gobierno del gran capital con los dictadores de turno.
Quienes integramos la Unidad Nacional Azul y Blanco, le debemos el más profundo respeto a este hermoso proceso popular que no tuvo más líder que la vocación de cada ciudadano y ciudadana de luchar desde valores comunes: derechos humanos, justicia, libertad, democracia.
Esa voluntad popular sigue siendo ratificada en las denuncias y huelgas de hambre de presas y presos políticos; en las acciones clandestinas de protesta cívica; en la persistencia y coraje mostrado este sábado en las calles, en donde pese a los descomunales despliegues represivos de la dictadura, la ciudadanía se expresó firme en la defensa de derechos y libertades, colocando en el centro que debemos lograr la liberación completa de nuestras presas y presos políticos, como primer escalón para defender la dignidad humana de cada nicaragüense.
Es esa misma marejada azul y blanco la que impuso la obligación y el deber histórico de lograr la unidad en la diversidad de las diferentes expresiones opositoras, demandando que trabajemos de buena fe, con tolerancia, madurez política y de forma incluyente.
Obviamente no ha sido fácil la concertación de esfuerzos en una diversidad organizacional tan amplia y novedosa. Sin embargo, hoy más que nunca, debemos trabajar para fortalecer la organización y representatividad de los movimientos territoriales y sociales que sostengan firmes las demandas populares.
Todas las fuerzas opositoras debemos aprender a abrazar la diversidad como un mérito, a construir democracia en la práctica, comprendiendo que es la propia naturaleza de la insurrección ciudadana la que define las pautas de los próximos pasos.
Jamás olvidemos que fue una insurrección popular la que nos llevó hasta aquí y la que puso a la dictadura en la pista de salida. Y que si bien fue auto-convocada, también fue muy clara en sus nuevas formas de hacer política y en sus propósitos. Nadie puede negociar nuestros derechos, ni pactar estabilidad económica en detrimento de nuestras libertades.
La Unidad solo le debe fidelidad a ese proceso popular, y no a ninguna cúpula política o económica; de manera que cualquier paso que demos juntas y juntos debe ser a la imagen y semejanza de ese pueblo insurreccionado cívicamente.
Esa es la enorme responsabilidad y el desafío que tenemos en el proceso de conformación del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco que debe sintetizar la unidad en la diversidad y también la fidelidad con el mandato popular que exige la salida de los dictadores y una transición democrática que respete desde el principio los derechos y las libertades de la ciudadanía. Como dice Doña Chica, “solo el pueblo salva al pueblo”.
Miembro del Equipo Coordinador de la Articulación de Movimientos Sociales.