Guillermo Rothschuh Villanueva
24 de febrero 2019
PUBLICIDAD 1M
PUBLICIDAD 4D
PUBLICIDAD 5D
En la medida que pasa el tiempo, el prestigio de Gabriel García Márquez como novelista se acrecienta. Sigue leyéndose de manera profusa.
En la medida que pasa el tiempo
“No se puede aprender nada sin leer. Cuando
encuentras algo con lo que conectas, que te
transforma y te da placer, es una auténtica
orgía del cerebro, un placer irrepetible”.
Carmen Balcells
I. Su prestigio se acrecienta. En la medida que pasa el tiempo, el prestigio de Gabriel García Márquez como novelista se acrecienta. Sigue leyéndose de manera profusa. Los jóvenes salen a su encuentro para deleitarse con cada una de sus creaciones literarias. En las escuelas de periodismo sus crónicas son analizadas volteándolas de cabeza y poniéndolas de revés. Las previsiones de algunos críticos, afirmando que sería el tiempo quien se encargaría de situar su obra en justa dimensión, dejaron de tener validez. Trascurrido más de medio siglo de la aparición de Cien años de soledad (1967) y a cinco años de su fallecimiento, la fama de Gabo está intacta. Una mujer —Carmen Balcells, su ángel tutelar— jugó un papel preponderante en la proyección de su obra en más de treinta idiomas. Sus leyendas perviven y se entrecruzan.
II. El reinado de la Mama Grande. Cuando un dirigente político, un escritor, un profesional o un artista logran su consagración, muchas de sus conquistas pertenecen al mundo de la ficción o forman parte de la historia. En ocasiones parecieran mentiras, pero son verdades redondas como una pelota de futbol. Se trata de hechos o acontecimientos que los encumbran a la fama. La incredulidad desaparece cuando decenas de testimonios ratifican la validez de sus hazañas. Méritos que se narran de manera continua. Las brumas se disipan y la realidad brilla en todo su esplendor. No existe posibilidad alguna de discutir o poner en duda lo que confirman las evidencias. En muchos casos son mentiras tenidas como verdades. Mezcla de chismorreos con realidades inocultables. Asomo del mito que sobrevendrá.
Carmen Balcells —la Mama Grande de los agentes literarios— alborotó el mundo editorial español. Los sentimientos de animadversión que suscitó entre los editores se debieron a la revolución que puso en marcha: defender con dientes y uñas los derechos de autor de sus representados. Desafió a los más experimentados —los capitanes de Seix Barral, Miracle, Orbis, Alianza Editorial— hasta asentar su prestigio en un mundo comandado por luminarias. Eran los más sobresalientes dentro del universo editorial español. Las batallas emprendidas por la Mama Grande, hicieron que los escritores empezaran a ganar lo que por derecho correspondía. Su forma de representar a los escritores la encumbró a las alturas. La volvió única.
A partir de la temprana consolidación de su empresa, Balcells resituó la capital del mundo literario hispanoamericano. Barcelona pasó a ser la meca de los escritores latinoamericanos. Josep María Castellet lo dice mejor que nadie: “sin ella no hubiéramos tenido a todos esos escritores pasando largas —y cortas— estancias en Barcelona”. Atormentó a los envidiosos. Ella misma confiesa que no hizo el bachillerato como apostillaban sus detractores. Sus estudios de peritaje mercantil fueron más que suficientes para salir airosa. Entre más nos adentramos en su vida, mayores razones encontramos para admirarle. Navegó a contracorriente. Desanduvo con pie de plomo los vericuetos de la representación literaria. Poseía carácter de hierro. Terca e intransigente.
Nada de lo que se diga de la Mama Grande resulta falso ni exagerado. Sus compañeros de ruta exaltan su personalidad. Llegado el momento, todos tuvieron la hidalguía de situarle como una agente perspicaz, dotada de una fina visión y un temperamento volcánico. Balcells se encargó de atraer hacia su agencia literaria a Mario Vargas Llosa. No le costó mucho de convencerle que estaba mal representado y por lo tanto dejando de percibir generosas sumas como autor exitoso. En una puja que no pasó a más, sustrajo a Vargas Llosa de las manos de Carlos Barral. El catalán había publicado La ciudad y los perros (1963), una creación deslumbrante. Exhibe las grandes cualidades narrativas del peruano. Un escritor precoz.
2. ¿Boicotear a Gabo? La historia literaria de Gabo se entrelaza con la historia de Carmen Balcells. Cuidó de sus libros con esmero. Docta en cuestiones financieras llevó con celo su contabilidad: enormes ganancias obtenidas por Gabo. Su calidad literaria permitía tirajes de ochocientos mil ejemplares de una sola de sus obras. Esto ocurrió con El amor en los tiempos del cólera (1985) y El general en su laberinto (1989) y en un solo idioma. Novelas sorprendentes se agotaban con celeridad. Sin incluir la piratería que ha sido y continúa siendo objeto Gabo a lo largo de los años. Cada uno de sus partos provocaba expectación, aglomeraciones en las librerías. No hubo editor que no quisiera tenerlo en sus catálogos. Tenían garantizada las ventas de sus novelas y cuentos de antemano. Manjares para el paladar de los lectores.
Eran tantos los éxitos de Balcells y fueron tan numerosos los cambios introducidos en los contratos de los escritores bajo su égida, que los editores albergaron la idea de sabotear su trabajo. Una conspiración urdida con paciencia. Los éxitos de la Mama Grande los indujo a devolverle el golpe. Se quedaron pasmados cuando les hizo saber que los contratos tenían límites geográficos, que las traducciones ella misma se encargaría de gestionarlas y que pagarían por cada país donde las obras bajo su tutela se publicasen. Estableció condiciones inexistentes. Si un editor deseaba publicar una obra de Gabriel García Márquez, “deberá comprar también las obras de otros autores menos conocidos”. Nada sería igual en el intrincado mundo editorial.
La reunión con el ánimo de sabotearla se produjo en Barcelona, la propuesta de algunos editores era no publicar “a los autores de esta señora”. El diferendo tenía como propósito explícito de “acabar con ella”. Balcells había logrado que García Márquez pusiera bajo sus directrices todo lo relacionado con las ediciones de sus libros. En la reunión alguien dijo que ninguno editara las obras de Gabo. Una empresa riesgosa. Venía en ascenso. Cien años de soledad (1967), rompió récords editoriales. La primera edición de esta novela hecha por Editorial Suramericana, sobrepasó los cálculos iniciales de Paco Porrúa. Nunca antes un escritor recién llegado a esa editorial había merecido una primera edición de ocho mil ejemplares. Una conquista.
El boicot fracasó, Gabo traspasó de inmediato las fronteras del idioma español. Las ediciones de Cien años de soledad vinieron en cascadas. Primero en francés, Editorial Seuil, abril 1967; luego en italiano, editorial Feltrinelli, octubre 1967 y después en inglés (Estados Unidos), editorial Harper & Row, noviembre 1967. Gabo se elevó a los altares con la aparición de la novela de los Buendía y el reino de Macondo. “Con un autor como Gabo, puedes montar un partido político, instituir una religión u organizar una revolución. Yo opté por esto último. No se crea que fue fácil”, dejó sentado Balcells para la posteridad. Boicotear a Gabo una empresa fallida. Este 2019 cumple cinco años de haber entrado —en cuerpo y alma— al panteón de los ilustres.
Archivado como:
PUBLICIDAD 3M
Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
PUBLICIDAD 3D