Guillermo Rothschuh Villanueva
17 de febrero 2019
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La Prensa y El Nuevo Diario están haciendo todo lo posible por no enviar al desempleo a decenas de periodistas y centenares de empleados.
La Fundación Violeta Barrios de Chamorro contabiliza 1080 casos de violación de la libertad de prensa en Nicaragua desde abril de 2018
Desconozco a estas alturas cuáles son las consecuencias en la lectoría de La Prensa y El Nuevo Diario, a partir del momento que decidieron cobrar a los lectores por las informaciones que cuelgan en la web. La decisión fue tomada ante las difíciles circunstancias económicas que enfrentan los medios como resultado de la crisis sociopolítica que vive Nicaragua. La caída estrepitosa de los anuncios se ha traducido en cuantiosas pérdidas. La prolongación indefinida del sismo político ha impactado severamente en todo el universo mediático. A la salida forzosa al exilio de más de medio centenar de periodistas, provocadas por la persecución, represión, detención y orden de captura de parte de las autoridades gubernamentales, viene a sumarse esta otra tragedia. En tres decenios, la mayor catástrofe que enfrentan los medios.
Los dueños de La Prensa y El Nuevo Diario creyeron que lo más conveniente para capear el torrencial era adoptar medidas que contribuyeran a evitar el derrumbe. Las primeras previsiones fueron: reducir su paginage, disminuir el uso de colores e imprimir un solo cuerpo. La reducción a dieciséis páginas no fue suficiente. El castigo impuesto por la Dirección General de Aduanas (DGA) continúa. Se mantiene obstinada en no autorizar el desaduanaje de los materiales que requieren ambos medios para evitar que sus ediciones impresas desaparezcan. Han transcurrido veinticuatro semanas sin que la DGA de visos de acceder a lo que por derecho corresponde a La Prensa y El Nuevo Diario. Una vez liquidados los impuestos debió de entregar los insumos. Los llamados a nivel nacional e internacional han sido desoídos.
Al gobierno poco le han importado los señalamientos de una censura indirecta. Ni siquiera ha considerado que la decisión de no entregar el papel, la tinta, las planchas y otros materiales, viola la libertad de expresión a la que tiene derecho la ciudadanía. La Prensa y El Nuevo Diario están haciendo todo lo posible por no enviar al desempleo a decenas de periodistas y centenares de empleados. En igual situación se encuentran los transportistas, las agencias distribuidoras, los motociclistas encargados de llevar hasta los hogares ambos medios y de manera más drástica los voceadores. Un duro golpe para la economía de todas estas personas. Desde hace varias décadas, el primer problema que enfrentan los nicaragüenses —además de la pobreza— es la falta de empleo. La situación tendería agravarse. ¿Lo ha pensado el gobierno?
Al encontrarse en el borde del precipicio, La Prensa fue la primera en ensayar estrategias de sobrevivencia. Para no colapsar creyó que lo indicado era cobrar a los lectores de su página digital. El Nuevo Diario decidió desandar el mismo camino. Actitud que generó reacciones encontradas. Los únicos que han hecha público su descontento son quienes criticaron dicha determinación. Los argumentos varían. El más severo ha sido señalar que ambos medios carecen de políticas informativas sólidas. Un cuestionamiento que invita a la reflexión a los dueños y dirigentes de medios. Las crisis siempre son ventanas de oportunidades. Hay que aprovecharlas. Sin olvidar que los periodistas ajenos a la tutela gubernamental no están en un lecho de rosas. Han arriesgado su vida para mantener informada a la ciudadanía.
Existe un sinnúmero de argumentos valederos que los dueños de medios habrán tenido en consideración. El más importante sigue siendo que hasta ahora ningún medio impreso ha encontrado una fórmula exitosa que les permita subsistir de los recursos financieros obtenidos a través de sus páginas digitales. Continúan en su búsqueda. Los ensayos realizados son numerosos, hasta la fecha ningún empresario mediático ha conseguido que con los dividendos obtenidos en la web puedan dar el salto definitivo hacia la digitalización. Desesperado —ante tanta adversidad— el bueno de Rupert Murdoch, dueño de Fox News —la cadena de televisión con mayor número de seguidores en Estados Unidos— manifestó su malestar. Argumentó que él no podía seguir alimentando las páginas digitales sin obtener nada a cambio.
El segundo tropiezo de los medios escritos proviene de los cambios radicales experimentados en los hábitos de lectura. En un movimiento irreversible los jóvenes siguen emigrando hacia las redes. Esta realidad exige transformaciones de igual magnitud en los medios impresos. En la era del dominio de la imagen están llamados a introducir modificaciones similares a las que realizaron cuando efectuaron el llamado arrevistamiento de los periódicos: despliegue de grandes fotografías y variaciones sustanciales en el diseño. El dominio del microrrelato resulta más que perceptible en las nuevas propuestas narrativas. Desde Arturo Pérez-Reverte, Marcela Serrano, pasando por Javier Marías, Javier Sierra hasta Jöel Dicker, no hay un solo novelista contemporáneo que no se haya rendido ante esta forma de expresión.
Las primeras evidencias relacionadas con las preferencias de consumo entre los nicaragüenses, surgieron con la llegada de la televisión por suscripción. La pobreza de las ofertas televisivas de los canales 2 y 6 —a través del Sistema Sandinista de Televisión (SSTV)— se vio inmediatamente sobrepasada en los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado. La distribución de las licencias de los canales 4, 8, 10 y 12, realizada por el gobierno sandinista durante el interregno que va del 26 de febrero al 24 de abril de 1990, abrió un nuevo capítulo en el desarrollo de la televisión en Nicaragua. En los ochenta solo una minoría había tenido capacidad económica para instalar en sus casas antenas parabólicas. El salto definitivo ocurrió a partir de la oferta de la televisión por cable. Todo cambió en el paisaje mediático.
La variedad del discurso televisivo impactó de manera considerable en el gusto de los nicaragüenses. Con el agregado que no tenían que realizar ninguna erogación por acceder a ella. La televisión por cable y alto costo del cine hizo que los consumidores de imágenes piratearan los casetes. Un recurso del que echa mano no solo el sector más empobrecido, igual determinación tomó la clase pudiente. En ocasiones bajo el pretexto que la oferta de los impresores piratas sobrepasaba con creces las novedades de la cartelera cinematográfica y la programación televisiva. La explosión de películas pirateadas ha sido exponencial. Su bajo costo y ubicuidad por todo el territorio nacional hizo posible que distintos sectores sociales y económicos tuviesen acceso a propuestas que de otra manera no hubieran podido disfrutar.
Aun con la crisis, los dueños de periódicos debieron de haber considerado que durante los últimos años el mayor porcentaje de lectores de sus páginas digitales son jóvenes. Instalados en los parques y universidades acceden de manera gratuita al consumo de medios nacionales e internacionales. ¿Qué ha ocurrido a partir que La Prensa y El Nuevo Diario decidieron cobrar por acceder a sus páginas? Lo que no deja de preocupar es la insensibilidad de los empresarios. La falta de publicidad fue determinante para conducirlos a cobrar en la web. ¿Cuándo recapacitaran? Espero que no sea tarde. La Prensa y El Nuevo Diario han asumido la defensa de los principios democráticos. Su política informativa y editorial —sin abandonar sus intereses— están en función de las madres de los detenidos, los perseguidos y de un futuro mejor para todos.
Considero más que inevitable hacer una última reflexión. ¿No será que al actuar de esta manera La Prensa y El Nuevo Diario, están empujando a los jóvenes a decidirse de una vez a informarse a través de las redes? Facebook continúa encabezando —a pesar de la proliferación de mentiras y verdades a medias— las preferencias juveniles. En la medida que los medios de diferentes partes del mundo continúen cobrando por informarse a través de ellos, podremos apreciar ese fenómeno advertido por especialistas de distintas disciplinas. Expertos en infotecnologías, sociología, filosofía y economía han presagiado la aparición de una forma de pobreza más insidiosa que las formas de pobreza actuales: el surgimiento de los info-pobres frente a los info-ricos. Una nueva línea divisoria a la que no podemos dar la espalda.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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