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“Cuba se juega la vida en Venezuela; es el verdadero poder”

“Daniel Ortega es un tiranuelo más, ni siquiera a la altura de los grandes tiranos, sino un simple, vulgar, corrupto, tiranuelo"

Enrique Krauze, historiador, escritor, editor y ensayista mexicano. Foto: FIL Guadalajara/Michel Amado Carpio

Carlos Salinas Maldonado

11 de febrero 2019

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Ciudad de México–. Enrique Krauze se emociona al hablar de Nicaragua. Afirma que toca un tema que fue “muy importante” en su vida porque, dice, él apoyó abiertamente la Revolución Popular Sandinista, el movimiento guerrillero respaldado ampliamente por la sociedad que acabó con la tiranía de la estirpe sangrienta de los Somoza. Pide a su asistente, Leticia, que busque los artículos que se publicaron en los años ochenta en la revista –de la que él era secretario de redacción– en los que se expresaba el apoyo de grandes intelectuales como el Nobel de Literatura Octavio Paz o el poeta Gabriel Zaid a la revolución, pero también las críticas que pronto comenzaron a hacerle, preocupados y decepcionados por la “borrachera” de poder de sus líderes, y de la deriva autoritaria que pronto convertiría el sueño libertario sandinista en un régimen autoritario. Krauze evoca en esta entrevista con CONFIDENCIAL desde su despacho aquellos años turbulentos y lamenta que un “tiranuelo vulgar y corrupto” –en referencia al dictador Daniel Ortega– haya interrumpido la llegada de la democracia a Nicaragua. De ese tiranuelo y su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, y de la que define como “hipócrita” política exterior del Gobierno de México conversamos en la sede de la Editorial Clío –localizada en la colonia San Diego de Churubusco del hermoso barrio de Coyoacán–, de donde sale mensualmente la revista Letras Libres, una de las publicaciones más prestigiosas de la región, lectura obligatoria de la intelectualidad latinoamericana y española, de la que el historiador Enrique Krauze es su director. Además, es autor de Redentores: una colección de perfiles de hombres y mujeres que marcaron la política y el pensamiento de América Latina.

¿Qué salidas ve usted para la crisis venezolana, que se ha agudizado en las últimas semanas?

La presión mundial y la extraordinaria hazaña del pueblo venezolano, con esa valentía que nos ha demostrado a lo largo de su historia desde la independencia, que se ha vuelto a expresar ahora, doscientos años después, finalmente va a hacer que Nicolás Maduro tenga que ceder. Finalmente espero que sea con la mínima sangre. Nadie puede preverlo, porque en efecto estamos hablando de cosas que cambian cada día, pero si se niega la ayuda humanitaria, el repudio de la población será todavía mayor, y creo que ahí será el momento cuando los militares digan “no puedo más”. No me refiero a la cúpula, sino que haya una especie de huelga de brazos caídos, de negarse a colaborar, de preferir inmolarse que asesinar. Eso es lo que yo creo y no creo que sea muy romántico pensarlo.

El impacto de Venezuela en Cuba

Pero hay un elemento muy importante: la intervención de Cuba y su influencia en el Ejército de Venezuela.


Es indudable que Cuba está jugándose la vida en Venezuela, porque Cuba es el verdadero poder en Venezuela. No entiendo el grado de ignominia al que han llegado estas cúpulas militares corruptas de dejarse dominar por la élite de inteligencia de otro país. Por supuesto que Cuba va a luchar ahí. Pero alguien dijo: contra la voluntad completa de un pueblo no se puede gobernar. Y eso es lo que está pasando desde hace tiempo y mucho más ahora. Y si además de eso se aúna el factor de rechazo de todo el mundo, están dadas todas las condiciones para que exista esa transición pacífica.

No parece que Cuba quiera ceder en su influencia con los militares.

Si deciden reprimir, el repudio universal va a ser infinitamente peor. Lo único que yo quiero que no ocurra es la intervención militar estadounidense, porque eso sí sería darle un oxígeno histórico (a Maduro). Estados Unidos está jugando un papel, y como usted sabrá yo soy un crítico feroz de (Donald) Trump, de quien creo que es un perfecto fascista, pero en esto ha jugado una carta multilateral que espero siga siendo así. Lo que estoy formulando, más que un dictamen es una esperanza: de que Venezuela se democratice y que con ella Nicaragua también. Y que nos vayamos acercando al sueño nunca realizado de que toda América sea democrática.

¿Qué impacto tendrá en la isla el fin del régimen de Maduro?

Muy grande. Por eso le digo que es obvio que se está jugando la vida. Estamos hablando del suministro de petróleo. Si Cuba vivió del subsidio soviético por tantos años y luego del subsidio venezolano, generosísimo en los años de Hugo Chávez, menguado ahora, pero de cualquier manera muy importante con decenas de miles de barriles diarios; esto puede por lo pronto aislar a Cuba y llevar a esta generación de Miguel Díaz Canel (presidente designado de Cuba) a la convicción de que las reformas económicas que tienen que instrumentar tienen que ser ya en serio. Y yo esperaría en esta lista de ilusiones ––pero asequibles–– que Estados Unidos no cometa el error de asfixiarlos, sino lo contrario, establecer un puente.

Como lo hizo Obama.

Desgraciadamente lo veo difícil con Trump, pero la vida pasa rápido y ya está ahí el horizonte del 2020 y creo que hay también una posibilidad de una transición en Cuba. Y es ahí donde curiosamente el Gobierno mexicano podría jugar un buen papel siempre y cuando corrija muchos de los rasgos preocupantes que ahora están apareciendo de autoritarismo y de concentración del poder, que nos tiene preocupados a los demócratas y a los liberales de este país.

Cuando habla de intervención, ¿cómo debería ser esta en el caso de Venezuela? Y eso me lleva al planteamiento del Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha decidido hablar de no intervención y neutralidad.

Yo no estoy de acuerdo con la actitud del Gobierno mexicano, que únicamente acompañado por Uruguay piensa que esto es una mesa de negociaciones, cuando aquí se trata de cauces legales que se han respetado (como la decisión de Juan Guaidó de seguir lo establecido en la Constitución de Venezuela). Hay la posibilidad de tener elecciones en un plazo relativamente breve. Esa es la postura de España, que tiene un Gobierno socialista. El tiempo de las negociaciones pasó y fue por muchísimos años. Y si no lo logró España, no lo logra nadie. Pero aquí hay dos jugadores importantes, que son Rusia y China. Yo lo que espero es que ambos entiendan que está en su beneficio –sobre todo China, por sus planes a largo plazo, porque Rusia es más oportunista– tener una Venezuela en una nueva posición económica y política, que pague sus deudas y que tenga una estabilidad a mediano plazo, que es para beneficio de todas las naciones del orbe.

Ortega, un tiranuelo

Vamos ahora a Centroamérica. ¿Cómo se inscribe un personaje como Daniel Ortega dentro de la tradición política latinoamericana y en el contexto que ahora vive esta región?

Aquí me toca usted un tema muy antiguo en mí. Para empezar, quiero decir que yo saludé a la Revolución Sandinista, yo escribí en la revista Vuelta a favor de los sandinistas diciendo que esperaba que fuera una revolución democrática, que hiciera justicia. Pero muy pronto me empecé a decepcionar y cuando todos estaban borrachos de poder, cuando incluso Sergio Ramírez estaba en esa borrachera, nosotros en la revista Vuelta –para honra de Octavio Paz y de Gabriel Zaid, sobre todo– señalamos que los sandinistas tenían que legitimar su revolución y la única manera eran las elecciones. En 1984, Zaid escribió un ensayo: “Nicaragua, el enigma de las elecciones”, que es importante que se publique nuevamente. Y Octavio Paz fue a Frankfurt a declarar que pedía elecciones en Nicaragua, por lo cual la izquierda mexicana lo quemó en efigie. Así es que estás hablando con el secretario de redacción de la revista Vuelta, que defendió la democracia nicaragüense cuando nadie la defendía, o cuando se decía que los que la defendíamos éramos compañeros de ruta de Ronald Reagan.

¿En qué momento decide usted que la revolución no era aquello que usted esperaba?

Yo muy pronto. Igual que Mario Vargas Llosa: al principio de los ochenta comenzó a quedar claro. Yo tuve una polémica muy seria con Tomás Borge en México. Yo me opuse a ellos. Muy pronto dejé de creer en la vocación por la libertad y la democracia de los comandantes sandinistas. Me parecían serviles a Cuba, pequeñas caricaturas de Fidel Castro. Celebramos la vuelta de la democracia en Nicaragua, todo el tema de Violeta Chamorro y luego a mí no me sorprendió en absoluto el que Ortega se haya erigido en un tiranuelo más, ni siquiera a la altura de los grandes tiranos, sino un simple vulgar, corrupto, tiranuelo.

¿No calza en la línea de los populistas o autoritarios de izquierda que han gobernado en América Latina?

No. Chávez, por ejemplo, tenía cierta aura de populista. López Obrador es un populista, pero un populista que tiene un proyecto, aunque yo no estoy de acuerdo en ese proyecto en muchos sentidos. Además, tiene un sentido muy autoritario, pero es un líder que viene de las entrañas de México. Ortega es un tiranuelo. Ortega sí cuenta con el repudio universal. No sé quién es más repudiado, si Ortega o Maduro. Maduro es más conocido porque la tragedia venezolana es inconmensurable, es gigantesca, pero creo que Venezuela está en la antesala del derrumbe y eso va a ayudar a Nicaragua. Y espero que los nicaragüenses reaccionen y reconstruyan su país con el espíritu de los grandes momentos de la libertad y la democracia de ese país, de ese periodismo, de la gloria literaria no solo de Rubén Darío, si no de mi gran amigo Pablo Antonio Cuadra.

Regresemos a la política mexicana frente a estas dos crisis, la de Venezuela y Nicaragua: ¿se puede en el siglo XXI argumentar como política exterior la “Doctrina Estrada”?

Por supuesto que no. Hablan de la autodeterminación de los pueblos, ¡pues cómo no! ¡Qué más autodeterminación que haber tenido elecciones que eligieron a una Asamblea que este hombre (Maduro) desconoció! ¡Qué más autodeterminación de los pueblos que tener al tsunami de personas en la calle protestando contra este (Maduro)! ¿Qué más? ¡Solución pacífica de los conflictos, dicen! Váyanselo a decir al hombre cuyas guardias nacionales masacran a los estudiantes. ¡Por favor!

AMLO, México y la OEA

Desde la Cancillería mexicana se dijo que México tendrá una política exterior enfocada en los derechos humanos. En el caso de Nicaragua, hay un informe del GIEI de la OEA que señala a Ortega de haber cometido crímenes de lesa humanidad. Y México no se pronuncia.

Es una posición perfectamente hipócrita. Y es una posición que solo se explica por motivos ideológicos. Es decir: “Nosotros somos de izquierda y estamos con la tradición cubana”. Es una posición ideológica insostenible. Europa ya se pronunció. Eso es importante, dejemos a un lado a Estados Unidos, porque todo lo mancha la figura repulsiva y racista de Donald Trump, que si no es un tirano como Ortega es porque todavía hay en ese país una cámara de diputados, un Poder Judicial y una prensa y unos medios que lo contienen. Y una democracia de 241 años.

¿Cuál será el costo político para México si mantiene su actual política exterior?

Por lo pronto no mucho, porque López Obrador está disfrutando de un bono democrático muy amplio, porque el desempeño de los gobiernos anteriores –sobre todo el anterior, del expresidente Enrique Peña Nieto– fue desastroso y porque hay un auténtico entusiasmo, casi euforia popular con él. A mí me preocupan muchos aspectos de su comportamiento político. Veo en él prefigurarse tipos de dominación que no me gustan, que no son ni democráticos ni liberales. A corto plazo no serán muy grandes los costos, pero eso sí: existe un sector del público, la masa crítica, que está creciendo.

Dentro del escenario de la OEA, ¿qué se puede hacer ahora? ¿Puede lograr ese organismo que en Nicaragua y Venezuela se establezcan regímenes democráticos?

Creo que la diferencia entre lo que la OEA hizo en los tiempos vergonzosos de (José Miguel) Insulza a los tiempos actuales de (Luis) Almagro es enorme. Creo que tanto la OEA como el Grupo de Lima han hecho mucho. Hay que seguir presionando y creo que hay un concierto internacional en ese sentido. Ahora lo que espero son vías de hecho. Y ahora estoy enfocado en que llegue la ayuda humanitaria.

El Ejército la ha bloqueado.

Como ve usted la perspectiva cambia día con día. Vamos a dejar que pasen los días. Quiero ser optimista, prefiero serlo. Me cuesta mucho trabajo creer que es sostenible una situación donde el propio Ejército tolera y es el que garantiza el sitio y el hambre de una población. Que el Ejército sea el culpable del sitio bloqueador del pueblo venezolano sería un capítulo más en la historia de la infamia latinoamericana.

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Carlos Salinas Maldonado

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