2 de febrero 2019
Los salvadoreños elegirán un nuevo presidente este domingo, con Nayib Bukele, candidato del partido GANA-Nuevas Ideas, como favorito con una intención de voto que fluctúa entre el 40.4% y el 55.1%. El exalcalde de El Salvador por el FMLN, expulsado de ese partido en 2017, apuesta a romper con el bipartidismo Arena-FMLN
Bukele necesita obtener más del 50% de los votos para ganar en primera vuelta mientras sus dos principales contendientes, el empresario Carlos Calleja, candidato por una coalición de partidos que encabeza la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), recibe una intención de votos de entre 19.7% y 23.0%; y el excanciller Hugo Martínez, del gobernante FMLN, recibe las simpatías de entre 8.1% y 10.6% de los votantes potenciales.
Por sus declaraciones previas, resulta evidente que si se confirman las encuestas, cuando el ganador asuma en junio la presidencia de ese país, El Salvador dejaría de jugar el papel tibio que ha escenificado ante la Organización de Estados Americanos, cada vez que ese cuerpo continental analiza la situación de Nicaragua.
Desde los primeros días, Bukele se mostró crítico con la administración Ortega, como lo muestra un trino del 22 de abril, en la dirección @nayibbukele en la que el candidato tuiteó: “En Nicaragua, una chispa inició un incendio... El error de los Ortega es pensar que apagando la chispa, se acaba el incendio”, acompañado de las etiquetas #FuerzaNicaragua #SOSNicaragua.
El 20 de mayo, cuando el mundo contemplaba atónito el desarrollo de la masacre por parte de fuerzas parapoliciales al servicio del régimen, el candidato decía en esa misma red social que “para ser siempre coherentes, el pueblo debe ser siempre nuestra brújula. Por lo tanto, debemos apoyar a nuestros hermanos en Guatemala, Honduras, Nicaragua y Venezuela. Independientemente si el gobierno de turno se autoproclama de izquierda o de derecha”.
Ortega como Somoza
El 20 de julio, entrevistado por Fernando del Rincón para el programa Conclusiones, que transmite la cadena CNN en Español, Bukele comenzó su participación en la entrevista señalando que “los hechos en Nicaragua son avasalladores”, en referencia a la cantidad de muertos que generaba la represión oficial.
En ese momento –tal como ahora- la cifra de muertos oscilaba entre 250 y 350, según la capacidad y minuciosidad de la entidad que lo reportaba. Igual que muchos en Nicaragua, el candidato adoptaba una posición humanista, al señalar que “cinco muertos sería inaceptable, ya no se diga cientos”.
A su juicio lo que estaba ocurriendo en Nicaragua es una reacción similar a la observada “en otros países en donde el pueblo ya no se siente representado por su gobierno”, en especial, “al no haber vías democráticas para cambiarlo”.
El candidato detalla al periodista cómo la pareja presidencial de Nicaragua “se ha implantado como una fuerza que controla todo”, en referencia a los poderes del Estado, así como a la Fiscalía, Policía, Ejército, y la mayoría de los medios de comunicación. “Presidente y vicepresidente son marido y mujer”, reseña.
Ante esa realidad “a la gente no le queda otra que salir a las calles a protestar -en su mayoría de forma pacífica- pero han sido reprimidos con brutalidad, como si se tratara de una invasión, cuando se trata de ancianos y estudiantes”, detalló.
A partir de esa actitud, Bukele dice que Ortega “se comporta igual que como se comportó Somoza, por lo que no ve diferencias entre ambos, pero sí muchas similitudes.
Los dos “se jactaban del crecimiento que mostraba el país, de cómo habían funcionado sus políticas económicas, y porque había una seguridad ciudadana más o menos aparente, pero ambos reprimían a su pueblo, ambos impedían que se manifestaran libremente, ambos asesinaron a sus poblaciones, así que no veo diferencias entre Somoza y Ortega”, insistió.
Si bien reconoce que el acceso de Ortega al poder ocurrió “de forma democrática”, su gusto por la represión “ya no es democrática. Se convirtió en una dictadura en el momento en que dejó de permitir libertad de expresión, de reunión, y suprimió los derechos humanos fundamentales”, sentenció.
A partir de eso “no veo más salida para Ortega que una elección anticipada, la dimisión, o mantener la crisis durante años en su país, pero el costo en vidas humanas, y económico sería altísimo, y Nicaragua no soportaría muchos meses así, y muchos menos años”, concluyó.
Con la eventual victoria de Bukele se da por descontado que, en su política exterior, El Salvador se sumaría al bloque de naciones que en la OEA abogan por aplicar contra el régimen de Ortega la Carta Democrática, acercando la balanza al número mágico de los veinticuatro votos.