18 de enero 2019
Existe un país que se llama “Ultratumba”. Todo lo que aquí sucede, es siniestro. Solo desastres ocurren porque se prescinde de quienes verdaderamente dialogan (obispos y sociedad civil) con los muertos y prisioneros políticos como prioridad de sus conciencias. Esos sí son argumentos éticos y morales con los que se puede obrar bien. Pero ya lo hemos dicho: Este es el país donde cualquier conato de vivir, está abolido. Es tanta nuestra desgracia, que hasta Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de México, quiere obrar en nosotros, es decir, “ayudarnos” como “mediador y facilitador” de diálogo, armado con gafas oscurísimas para ciegos por las que hasta ahora, ni él ni sus seguidores o funcionarios, han podido ver la represión que padecemos, nuestros centenares de presos políticos, nuestros muertos, y quienes en nombre de la no injerencia, voltean la cara hacia el uso de una mascarilla llamada “principio de no intervención”. Pero algo a podrido sigue oliendo en Dinamarca (o más acá del ancho río) y aquí no hay mascarilla ni condón con mole que valga.
Ya no únicamente se asesinan a periodistas como Ángel Eduardo Gahona, enviando a su familia al exilio; o al destierro perro y duro, a otros tantos periodistas que se ven obligados a huir entre el dilema de no perder la vida y quizás conservar la palabra; secuestran periodistas como Miguel Mora o Lucía Pineda Ubau; se quitan, a diestra y siniestra personerías jurídicas, se toman medios de comunicación como “100% Noticias”, y “CONFIDENCIAL, Esta Semana, y Esta Noche”; o la Aduana, al servicio de la tiranía, detiene arbitrariamente el papel y otros insumos básicos, de medios escritos, con la evidente intención de asfixiarnos : a divulgadores y lectores. Habitantes todos de la “República de Papel”.
Nuestro delito está en tomar la vida en serio, y negarnos a ser fascistas. Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios –gracia que nuestro tirano cree le fue heredada- tuvo, y lo traigo a colación en reconocimiento al catolicismo de nuestra pareja presidencial, el catecismo del padre Ripalda, como manual en las escuelas españolas, y como se verá de fácil aplicación en las nuestras, con esta serie de preguntas y respuestas, contra las “libertades funestas”: “Pregunta: ¿El Estado debe de tolerar la libertad de prensa? Respuesta: No, ya que la libertad de prensa daría la posibilidad de imprimir y publicar sin censura previa, todas las opiniones. Pregunta: ¿El Gobierno debe limitar esta libertad de prensa con una censura previa? Respuesta: Sí, por supuesto. Pregunta: ¿Por qué? Respuesta: Porque debe de evitar la difamación, la calumnia, la corrupción, cosas todas que perjudican el bien público. Pregunta: ¿Hay otras libertades funestas? Respuesta: Sí, además de la libertad de prensa, la libertad de propaganda y la libertad de reunión.”
Probablemente para consolidar el espíritu franquista del catecismo del Reverendo Padre Ripalda, en Nicaragua comenzó a reprimirse la libertad de reunión, acusando y criminalizando a quienes asistieran, con el grave calificativo de “terroristas” y “golpistas”. Cienes están en las cárceles por ese “delito”, en un principio organizado y llevado a cabo por paramilitares, encapuchados y jueces. La Corte Suprema de Justicia estaba hombro con hombro, con la represión más irracional de la historia de las persecuciones políticas en Nicaragua. No faltaron alumnos del P. Ripalda, que con entre airado y beatífico aire intelectual, alabaron y justificaron, desde una óptica contraria a las prédicas de Juan el Bautista (como se apreciará en otro artículo), la represión de la policía contra un “golpe” invisible, pero que convirtió en “golpistas” a los golpeados. En rehenes políticos a inocentes que no sabían que la “libertad de reunión”, es una “libertad funesta”, y encarcelados y hasta torturados, pagan por ello.
Pero he aquí que en estos días el año trajo, por fin, algo nuevo, y ciertamente no llegó, pero se fue del país, ya que el magistrado Rafael Solís, gran “operador” político de la familia Ortega y nada menos que inventor y justificador de la reelección continua de Ortega, nos dejó una renuncia con el efecto de una bomba en el cuartel de las maquinaciones de Ortega. Y es que no cabe duda que con su renuncia a la magistratura y a su militancia orteguista, nos dejó el regalo de afirmar categóricamente que nunca hubo un “golpe de estado” y que todo fue un invento para destruir, con represión, las protestas pacíficas. Un analista político comentó: “Para mí que Ortega debe de reconsiderar su nueva estrategia, porque cuando alguien de su cercanía como Solís, dice que no hubo golpe de Estado, ni conspiración internacional y que lo que sí hubo fue una excesiva represión que terminó en una matanza, creo que debería ser objeto de una reflexión…”.
Para mí la reflexión, que nunca se va a hacer la pareja, es que si el principal mentor de la reelección de ellos dice que no hubo golpe de Estado, es que no hay golpistas, y quienes están condenados por ello, son inocentes y deben ser puestos en libertad. No hay golpe, luego no hay golpistas. La verdad ha quedado desnuda, gracias al magistrado Solís. Se acabó la película “El golpe que nunca existió. Lo que no se ha acabado es la consecuencia mortal en el pueblo de Nicaragua, y la experiencia de que todo lo que proviene de esa pareja y los secundan, es “una mentira verdadera”. Hay quienes desde su estatura califican a Solís de traidor, por no haber querido continuar siendo servil con el crimen y el delito. Los que quieran ser eternamente leales a la corrupción, que lo sean. Hace años, Tomás Borge le preguntó, a través de altavoces en todo el país, a Edén Pastora, que en cuanto había vendido su militancia. “Edén, en cuánto vendiste tu carnet”, le gritaba. Hoy, le hacen la misma pregunta a Solís. Sería interesante saber cuánto valen las militancias orteguistas. ¿Por qué no se lo preguntan a Edén, que está en Nicaragua, y de aquellas entrañas gringas, se volvió a pasar a las de este monstruo?
Estamos en el país de las tinieblas eternas. Las madres mueren sin poder volver a ver a sus hijos, y ellos, sumidos en oscuros calabozos por “golpistas”, escuchan el aleteo mortuorio de aquellas heroicas mujeres que parten sin siquiera haber podido despedirse de sus seres más queridos. No existe Juan el Bautista entre estas paredes, aunque su cabeza es reclamada por Herodías, quien sabe muy bien que la “traición” de Solís consistió en divulgar la verdad que todos conocían. En Fuente Ovejuna, todos son traidores por conocer la verdad, y toda verdad es sospechosa. Vivimos en “Ultratumba”. ¿Vivimos o sobrevivimos? En el tenebroso castillo donde se hacen listas de “golpistas”, se escuchan golpes en la oscuridad. ¿Golpean a alguien en sus ergástulas o llaman a las puertas de la fortaleza? Sus puertas las están tocando madres de mártires y presos. Desde dentro un silencio culpable les responde. Ahora son unos estruendosos golpes en la oscuridad. Continúan cada vez más insistentes. “Ultratumba” se estremece. Se avecina el alba.