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Nicaragua 2019: ¿tiempo de cambios?

Seis tendencias y una consideración sobre el cambio político de un régimen que es insostenible a largo plazo

Pareciera

Manuel Orozco

14 de enero 2019

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A nueve meses de la crisis política nicaragüense, el país inaugura un año difícil y con un Gobierno con las puertas cerradas para todo lo que no sea la represión.

Hay al menos seis factores que incidirán en el desenlace. Su combinación, evolución e interacción de los actores claves, determinarán los escenarios del nivel de deterioro o un cambio político positivo para el país.

Nicaragua necesita de una fuerte dosis de incentivos para prevenir una debacle que provoque un retroceso irrecuperable. No les conviene a los nicaragüenses, al círculo político de Daniel Ortega, al gran capital, ni a la comunidad internacional que el país quede en las ruinas.

  1. La creencia de Ortega de gobernar con la doctrina Maduro

El método de gobernar de Ortega después de abril 2018 excluyó toda forma de acuerdo político, de negociación, y simplemente acepta lealtad exclusiva al régimen. Desafortunadamente, la única forma de gobernar es mediante la fuerza y la coerción y esta es la apuesta del 2019.


La lectura del régimen Ortega-Murillo es mantener el poder mediante la fuerza militar, haciendo uso del sistema legal para intimidad y controlar a la oposición, la disidencia y la protesta. El monopolio y la fórmula legal y militar del que hace uso el régimen les permite tener un margen de maniobra amplio para mantenerse en el poder mediante el miedo.

Este modelo de gobernar, aunque insostenible en el largo plazo porque depende de muchos recursos económicos, y de cierto nivel de capital político, es una de las pocas fuentes de gobernabilidad que posee el régimen. Esta familia pretende continuar intimidando, apresando, torturando, y violando derechos humanos en 2019. El propósito es desgastar a la élite política, económica y a la población, para que eventualmente esta desista o no resista y acepte cualquier propuesta de transición desde la oferta política de Ortega-Murillo.

  1. Una oposición imperfecta pero unida

A pesar de la fuerte represión, vigilancia e intimidación, la oposición en Nicaragua en manos de Unión Nacional Azul y Blanco (UNAB) y la Alianza Cívica seguirá manteniendo su legitimidad en medio de una transición de recomposición con un liderazgo fresco, representativo, con una agenda proactiva, y con alianzas más consolidadas.

Ortega-Murillo creen que el monopolio absoluto de la fuerza les garantiza el control de la resistencia. Sin embargo, este factor continúa siendo subestimado por el régimen: la oposición organizada en UNAB es legítima, ha resistido, y se ha fortalecido. Su mensaje ha sido consistente y continuo. El liderazgo que emerja en los próximos meses tratará de captar una coalición multisocial, multiclase, conglomeradora de los intereses del movimiento social, económico y geográfico del país que ya disfruta de mucho apoyo. El reto es resistir la represión y el espectro de amenazas del régimen, y a la vez continuar su presión y apoyo a reformas políticas. De fundamental importancia será el tipo de agenda política y la negociación que proponga este movimiento para fortalecer el apoyo popular en el corto plazo.

  1. La economía del “gallo pinto”

El deterioro económico de Nicaragua en 2018 es más profundo que el indicador del -4% de crecimiento económico. Para que el país se recupere al ritmo de 2017 (ritmo que de por sí era insuficiente para crear desarrollo) requiere de una reactivación líquida de al menos 1000 millones de dólares durante un corto período de tiempo.

Las pérdidas en la producción, acceso a mercados, restauración de confianza internacional, entre otros, son factores estructurales que afectan una economía que de por si es frágil.

El régimen está diseñando una estrategia como en los años 80, buscando gobernar con una política económica que intenta administrar el país con bajos niveles de producción, siempre y cuando, la base de su clientela esté alimentada. La estrategia de la economía de “gallo pinto” contrasta con una situación drásticamente afectada en lo productivo y social, con muy pocos escenarios de recuperación en doce meses.

La Nicaragua de hoy no es la de los 80, porque en el siglo XXI el acceso al financiamiento, a la economía global y al empleo competitivo son factores que definen el crecimiento económico, y no el contexto que imperó durante la crisis revolucionaria en los 80.

Si bien es cierto la crisis económica afecta a la población y al sector privado, desde el contexto político está afectando más al Gobierno, que está prácticamente con las bolsas vacías y con pocos recursos para pagar a sus empleados (a pesar de las promesas de aumento salarial a la Policía).

El régimen estará haciendo uso de las reservas internacionales y de ‘plata extra’ o “plata escondida”, pero está prácticamente escarbando la tierra para encontrar recursos.

  1. El espectro de confrontaciones armadas y conflictos esporádicos

Daniel Ortega no leyó bien “La paciente impaciencia” de Tomás Borge. No entendió que los límites de tolerancia son amplios, y la tolerancia no es pasiva.

Tampoco entendió que cuando esos límites se estrechan demasiado, estos terminan siendo justamente transgredidos.

Desafortunadamente, el espectro del conflicto armado no es subestimable. Si bien es cierto que lo que ha hecho de esta resistencia política un gran éxito es su naturaleza no violenta, se está conformado una masa crítica de gente que ya no puede aguantar más esta represión y creen que la violencia armada es la vía rápida.

El problema es que algunos se pueden prestar a realizar confrontaciones con la Policía, incitar la rebelión dentro del Ejército (el cual no está unificado, a pesar de los intentos del general Julio César Avilés), de usar territorios extranjeros para realizar tácticas guerrilleras. Este riesgo es responsabilidad exclusiva del régimen, pero también obligación de todos de prevenirlo porque es lo que Ortega quiere para seguir gobernando en su etapa de ‘guerra prolongada’, la tercera fase de control político, después de la economía del “gallo pinto” y la represión.

  1. “Sálvese quien pueda”

Albert Hirshman escribió que las personas decidimos sobre una de tres opciones a mano: protestar, aceptar el status quo, o irse. La presión y la represión resaltan los aspectos más primarios del ser humano, la preservación física, y la creencia que de ahora en delante de lo que se trata es de salvarse quien pueda.

El síndrome de ‘sálvese quien pueda’ se manifiesta en tres sectores sociales: la migración, la disidencia, y la acomodación.

El éxito de la represión ha sido expulsar a unos bajo amenaza de muerte, y a otros ante el temor de la misma. En 2018 salieron más de 60 000 nicaragüenses huyendo de la descomposición política y económica del país.  Muchos han encontrado refugio en Costa Rica y ante el continuo deterioro, habrá más gente saliendo este año.

Aunque la disidencia también se irá desbandando, la mazorca de Daniel Ortega que preservó con intimidación, fuerza y chantaje, se está desgranando. Tanto la élite política como empresarial ligada al régimen está repensando y decidiendo abandonar el barco. Para algunos como Rafael Solís la paciente impaciencia ya se sobrepasó, y el régimen resulta moral y políticamente indefendible.

Para otros, los intereses económicos no sobrepasan encima del costo político de las sanciones al Gobierno y la familia Ortega-Murillo. Sea por principio o por utilitarismo, la disidencia está creciendo.

Bruce Bueno de Mesquita explica que la permanencia de las dictaduras en el poder se debe a que mantienen un pequeño círculo de poder al cual le garantizan su protección a cambio de no remplazarlos por otros.  Sin embargo, las fisuras ocurren cuando al dictador los aliados se le adelantan con la renuncia, y esta tendencia aumentará en 2019, a pesar de las promesas del régimen de favores políticos y económicos.

Finalmente, un gran temor es el económico: la situación precaria en la que se encuentra la clase empresarial, grande, pequeña y micro, puede forzarles a tomar decisiones equivocadas. Algunos querrán acostarse con el Estado como mecanismo de corto plazo; otros, como en Venezuela intentarán meterse en la economía ilegal, buscando el lavado de dinero para venderle al Gobierno en su desesperación. Los cambios en la configuración del crimen transnacional organizado en la región, podrán aprovechar ofertas desde las empresas nicas para prestarse al lavado de dinero. Este factor de sobrevivencia es clave para el 2019 y puede ir en ambas direcciones, a favor y en contra del país.

  1. Una comunidad internacional más activa y crítica sobre la alteración del orden constitucional

La OEA inauguró el año con una cuarta reunión para explorar la situación de Nicaragua. Su interpretación del conflicto sigue siendo consistente y cada vez más convencida que el orden constitucional se ha alterado. La OEA, sin embargo, no es el único actor internacional que está movilizando en pro del cambio. Tampoco lo es Estados Unidos. Este país ha establecido proactivamente una estrategia de política exterior hacia Nicaragua de no negociación con el régimen a menos que este realice y cumpla con los compromisos de reformas políticas que había prometido. Las sanciones son el instrumento que ha implementado para poner en jaque al Gobierno y sus acciones están empezando con implicaciones para la familia Ortega-Murillo que pueden ir más allá de la cancelación de visas o de tener sus nombres en la lista de OFAC, pero de montar un juicio contra violaciones a los derechos humanos. La familia Ortega-Murillo ha subestimado a Estados Unidos, pero usando la retórica del golpe no logra mucho millaje.

De igual forma, otros países como Canadá, Costa Rica, El Salvador, España y México quienes juntos con Estados Unidos, representan más del 70% del comercio, turismo, y remesas no muestran posiciones favorables al régimen. El Salvador hasta ahora se ha abstenido de criticar al régimen, sin embargo, las elecciones de febrero 2019 en este país colocarán a un adversario de Ortega, que está albergando a un prófugo de la justicia. El convencimiento internacional sobre la naturaleza despótica del régimen va más allá de sus principales socios comerciales, pero incluye también a la diáspora nicaragüense cuya presión internacional es importante porque cuenta con brazos diplomáticos, presencia global, y capital económico que incide sobre la sobrevivencia del régimen.

Consideraciones para el cambio político

La combinación de estas tendencias genera escenarios y pistas sobre la dirección del país. Ante más presión internacional, un liderazgo más definido, un Gobierno debilitado económicamente con más disidencias, la capacidad represiva del régimen no será suficiente para que este sea funcional y tendrá que huir o acomodarse con la oposición de alguna forma. Sin embargo, si Ortega apuesta a la provocación armada de aquellos que creen que esta es la vía rápida al cambio, el país entrará en un escenario violento de corto plazo, que creará más divisiones en un país lleno de heridas del pasado.

El escenario de la continuidad del Gobierno en las mismas circunstancias de 2018 solo es realista si la disidencia cede, si la presión internacional resulta ineficaz, y la oposición es neutralizada con el miedo y la tortura.

La pregunta clave es si realmente Daniel Ortega y Rosario Murillo quieren repetir la historia de William Walker, dejando al país en cenizas antes de su partida.

*Investigador del Diálogo Interamericano.

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Manuel Orozco

Manuel Orozco

Politólogo nicaragüense. Director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo de Diálogo Interamericano. Tiene una maestría en Administración Pública y Estudios Latinoamericanos, y es licenciado en Relaciones Internacionales. También, es miembro principal del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, presidente de Centroamérica y el Caribe en el Instituto del Servicio Exterior de EE. UU. e investigador principal del Instituto para el Estudio de la Migración Internacional en la Universidad de Georgetown.

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