10 de enero 2019
Enero, 18 de 1975
Señor General de División
DON ANASTASIO SOMOZA DEBAYLE
PRESENTE
Señor:
Antes de recibir el golpe de la represión, y con el cual seguramente va a quedar inmovilizada mi persona, le envío esta carta de puntos aclaratorios sobre la presente situación.
Si usted pudiera, General ––como aquel rey de los cuentos infantiles–– disfrazarse de labriego y pasar inadvertido por las plazas o al menos como el dictador de Alejo Carpentier, tomara el buen acuerdo de mandar a una buena sirvienta suya a escuchar en los mercados el decir popular, sabría lo que está ocurriendo realmente en Nicaragua.
Sabría, por ejemplo, que los miembros de la Empresa Privada están por una parte llenos de justo temor porque la presencia de usted en el gobierno es pretexto, blanco y atractivo para la multiplicación de las empresas guerrilleras, y por otro lado se encuentran ya cansado de soportar el constante avance de los negocios de usted los cuales, amparados en el poder público, siguen invadiendo las diversas zonas en que tradicionalmente han actuado los distintos grupos económicos de este país, grandes o pequeños, por su propio esfuerzo.
A usted no le van a decir nada, claro, porque… quién le pone el cascabel al gato..?
Sabría también ––y eso debía de saberlo sin necesidad de disfrazarse de labriego–– cuál es el sentimiento del obrero y del campesino hacia su régimen y su persona, y cómo la generalidad del país, incluso esclarecidos ciudadanos de su propio partido, razonan en privado sobre el caso de los guerrilleros, diciendo que de seguir usted en el poder empeorará las cosas porque su larga historia dinástica y sus métodos y su sistema, son un pretexto extraordinario para la proliferación de esas acciones. Acciones en las cuales no estoy empeñado yo, y de las que me encuentro totalmente desligado, a pesar de que usted insiste arbitrariamente en ligarme, junto con otras personas, con lo cual comete el error de polarizar más la pugna política del país, llevándola al extremo de que aquí en el futuro solamente van a haber ––por disposición o decreto suyo–– somocistas armados y sandinistas armados.
Y eso lo hace usted, aún ignorando los mismos comunicados del FSLN en donde se distinguen la acción y el pensamiento llevados a cabo por nosotros y la de ellos, todo lo cual ha aumentado hasta el infinito las dudas ya antes muy profundas de la opinión pública continental sobre la índole de su gobierno cuyos disfraces de legítimo, democrático, popular, civilizado, etc., se han desteñido totalmente.
No ha habido ––si usted se pudiera disfrazar de lector de periódicos lo sabría–– periódico alguno de Europa y sobre todo del Continente que dejara de hacer en estos días una “exposé” completa de su proceder, basándose en aquella absurda contradicción mediante la cual usted se presenta como un personaje cuyo método para curar la herida de su orgullo, es perseguir a quienes no son ni remotamente los autores de ella.
Y qué cree usted que significan las varias conferencias de prensa de los guerrilleros en La Habana, sino que Fidel Castro comprende la falta de sustentación suya en la opinión pública continental, y así, sin arriesgar su proceso de apertura diplomática hacia América Latina, y dando paso a su peculiar sentido del humor, permite esas comparecencias de enmascarados como para responder a los ceremoniosos y amenazantes discursos trujillanos suyos.
No se hubiera atrevido Fidel ––y nunca antes lo ha hecho salvo cuando permitió que le pidieran un sombrero de plumas a Trujillo–– a montar cosa semejante, si no supiera la posición en que usted ha sido puesto internacionalmente con su discurso del 31 de diciembre, su estado de sitio, y demás otras acciones concomitantes, como esa del Consejo de Guerra Extraordinario, o Tribunal de “Crímenes de Guerra”, como lo llama el Miami Herald, para juzgar guerrilleros en ausencia, y víctimas propiciatorias en cuerpo y alma. Y se lo digo, porque cualquier observador común y corriente advierte eso, como también advierte la falta de ubicación real de las acciones de usted, y su desarticulación del mundo presente.
Usted, general ––ni más ni menos como otros hombres llegados a la cúspide del poder–– está en una estratósfera de poses, dignidades, ampulosidades, amenazas fulminantes y desproporciones en la cual no tiene más porvenir que el descenso inevitable.
Esto lo ven sus amigos, sus oficiales, sus ministros, sus parientes, los empresarios, los obreros, los profesionales y los diplomáticos, pero no le dicen nada, claro… porque quién le pone el cascabel al gato…
Naturalmente, si a estas alturas va usted leyendo la presente carta, se preguntará, ¿y este señor, mi adversario irreconciliable, para qué me dice estas cosas..? ¿Será para ayudarme..?
Lejos está de mi ánimo, le digo con franqueza, semejante propósito, sino otro diferente:
Hacer ver a todos los demás, la verdad de esta insostenible situación y la urgencia de salvar al país pidiéndole pacífica y tranquilamente recordar que Nicaragua es también de nosotros, por lo cual debe usted, si tiene un resto de patriotismo, dejarnos en paz, para permitir así a los otros entendernos, organizarnos y tratar de rescatar a Nicaragua, aunque sea para las generaciones futuras.
Y dicho todo esto, espero con la conciencia tranquila y el alma llena de paz, el golpe que ya usted me tiene destinado.
Atentamente,
Pedro J. Chamorro
c.c.
Sr. Nuncio Apostólico, Monseñor Gabriel Montalvo
Sr. Arzobispo de Managua, Monseñor Miguel Obando y Bravo
Sr. Embajador de México, Lic. Joaquín Mercado Flores
Sr. Embajador de España, Don José García Bañón.