13 de diciembre 2020
El 2009 fue el último año que la puertorriqueña Kadisha Montanez vio a su hija Cinthya, mientras cumplía una condena de ocho años una cárcel de Georgia, Estados Unidos. El padre de la niña, un mexicano con el que se había casado Montanez, violó los acuerdos de visita y arrebató a la pequeña de la tutela de su abuela para siempre. Diez años después, en 2019, la mujer se reencontró con su hija en un orfanato en Diriomo, Nicaragua.
Cinthya tenía cinco años la última vez que vio a su madre, mientras cumplía la condena por tráfico de drogas. Después de eso, desapareció. El exesposo de Montanez se había encargado de no dejar rastro de su paradero, a pesar de que no era el tutor legal de la menor.
Dos semanas más tarde, Montanez se enteró que su hija no estaba con su madre. Ese tiempo tardó su familia en explicarle lo que había ocurrido con la niña: su padre llegó a visitarla un día, como cualquier otro, y jamás la regresó. "Caí de rodillas. No lo podía creer. A los días me sentía desesperada y mucho más, porque uno en la prisión y sin poder hacer nada", recuerda.
La madre relata que los años posteriores fueron de mucha preocupación, pensando en el estado de su hija, porque no tenía información alguna. Fue hasta 2013, cuando salió de la cárcel, que pudo empezar ella misma la búsqueda, pero sin ningún resultado. Los familiares de su exesposo no le daban detalles y parecía que simplemente se habían desvanecido.
Montanez relata que el padre de Cinthya la había amenazado en varias ocasiones con que si un día él se llevaba a la niña no debían buscarlos o denunciar ante la Policía, de lo contrario "desaparecerían para siempre".
A esas alturas ya había cumplido su amenaza, a pesar que la madre, relata, no acudió a las autoridades y decidió hacer la búsqueda por su cuenta para evitar mayores consecuencias.
Desaparecida... en Nicaragua
En 2015, el padre de Cinthya decidió enviarla a Nicaragua. Se había casado con una nicaragüense originaria de Granada y decidió enviar a su hija a esa ciudad, con su nueva suegra y otros familiares de la nueva pareja. Pero antes, se había encargado de decirle a la niña que su mamá la había abandonado y "que no la quería".
Los días de Cinthya estaban marcados por la violencia física y psicológica, relata la ahora adolescente desde su casa, de regreso en Atlanta, Georgia, Estados Unidos. Si el tiempo que había pasado solamente con su padre lo describe como "difícil", los años posteriores fueron todavía peores. "Me maltrataban. Me comparaban con mis hermanastros, me golpeaban por pequeñas razones...", relata la joven.
Un día que no recuerda bien, Cinthya dice que denunció por maltrato a la suegra de su padre con la Policía nicaragüense. Posterior, la llevaron al Hogar Cristo Obrero de Diriomo, un lugar que se encarga de cuidar, dar alojamiento y educación a niñas del país.
"Hubo momentos en que fue difícil (estar en el hogar), porque pensaba que mi papá me había abandonado, pero de ahí todo normal", explica Cinthya.
Para evitar recibir más maltrato, decidió pedirle a su padre, que en ese entonces vivía en México, que la dejara vivir en ese lugar y no la obligara a regresar a la casa en Granada, donde los familiares de su madrastra. Vivió durante dos años en el Hogar, hasta que conoció a la monja, quien prefiere mantenerse en el anonimato y no le gusta compartir su nombre.
"Podrías decirme algo: ¿tiene que ver contigo?"
Para 2019, Kadisha Montanez no había abandonado la esperanza de encontrar a su hija. En ese entonces enfrentaba una situación difícil al lado de su actual esposo: su suegro había enfermado y finalmente falleció.
El señor acababa de morir en un cuarto de hospital, cuando un extraño mensaje entró en su bandeja de Messenger, la aplicación de mensajería de Facebook: "¿Puede ser casualidad, pero también providencia de Dios. ¿Podrías decirme algo? ¿Sí tiene que ver contigo?", decía parte del mensaje.
Montanez dudó, podría ser una estafa como miles que circulan en Internet. Pero quien había enviado el mensaje, una monja que daba servicio en el Hogar Cristo Obrero, de Nicaragua, le dio más detalles. Cotejaron la fecha de nacimiento, características físicas, nombre, apellido, edad y al final, la madre pidió una foto: la prueba definitiva.
Diez años después, en una foto en Messenger, estaba Cinthya, ya de 15 años. La búsqueda había terminado. Era su hija.
"Pegué un grito. Las enfermeras rápido vinieron a ver si estaba bien y llamé a mi mamá y me dijo que quizás era una de esas llamadas de estafa y me dijo que no me hiciera ilusiones porque me iba a doler más. Pedí fotos y cuando me enviaron fotos vi que era mi hija. Quería salir corriendo del hospital y buscar a mi hija", recuerda Montanez.
Lo primero fue empezar los trámites, pero Montanez dijo que no podía contenerse y tomó un vuelo hacia Nicaragua para reunirse con su hija. Llegó en la noche y al día siguiente sería el esperado reencuentro.
"Mamita"
La monja le dijo a Cinthya que ese día saldrían a Managua a hacer unos mandados. Todavía no le revelaba que ese día se encontraría con su madre, pero en el camino decidió contarle del reencuentro, que sería en Managua.
"Vamos en el carro y ella me dice: 'Vamos a buscar a tu mamá'. Yo venía ansiosa, con ganas de vomitar. Cuando vamos en una esquina, yo la veo y quería salir corriendo de la camioneta, abrazarla", relata Cinthya.
Después de una serie de trámites migratorios y varias citas, finalmente las dos pudieron regresar a Estados Unidos. Cinthya se reunió con su familia y con su hermano y hermana, ambos mayores que ella.
Ahora dice que se siente bien. Aunque al principio fue un poco extraño para ella, porque la última vez que había visto a todos sus familiares fue cuando tenía cinco años y, básicamente, muchos de ellos eran completamente desconocidos para ella. Pero el proceso de adaptación ha avanzado.
Cinthya dice que se lleva bien con su mamá y con todos en su familia. Continúa sus estudios de secundaria y asegura que por el momento le va bien.
"Estuvo bien la primera semana y luego parece que cayó en cuenta que estaba rodeada de gente nueva. No conocía a nadie y se puso un poco incómoda, pero no le duró mucho. Yo le dije que siempre hablara conmigo porque yo sé por lo que está pasando. Ahora está muy contenta de estar con su familia y de no estar sufriendo como la tenían sufriendo antes", dice Montanez.
De su padre no ha sabido nada. La última información que tuvieron, dijo Montanez, es que fue deportado a México, pero no ha intentado regresar y tampoco ellas lo han buscado. No después de haber sido la causa de diez años de separación entre esta madre y su hija.
Cinthya siempre está en contacto con las monjas del Hogar, dice. Siempre les manda mensajes por redes sociales para saber cómo están y cómo se encuentran las otras jóvenes que se encuentran en el albergue. La monja que hizo el contacto se fue de Nicaragua esa misma semana. Su trabajo la llevó a otro país, aunque Montanez dice que no está segura si regresó a su natal Puerto Rico o se encuentra brindando servicio en algún otro país de Centroamérica.