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Los presos políticos: ¿Dar lástima o hacer agitación social?

Para el movimiento antidictatorial, la libertad de los presos políticos no es un fin en sí mismo

Para el movimiento antidictatorial

Fernando Bárcenas

9 de diciembre 2020

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¿Qué son los prisioneros políticos, simples víctimas o combatientes ultrajados por la inhumana represión institucionalizada? En Nicaragua, son combatientes por la libertad, reducidos a una trinchera limitada de lucha, bajo el implacable cerco enemigo. Lo peor que puede ocurrir es que alguien les endose su propia falta de moral combativa y los presente al pueblo como simples víctimas, dignos de lástima, en lugar de ponderar sus condiciones carcelarias inhumanas como motivo de agitación social contra la dictadura.

En un programa de diálogo independiente, el pasado 4 de diciembre, un comentarista que dirige un canal en las redes sociales dijo, con relación a la campaña por la libertad de los presos políticos:

Hay que buscar la manera de mandar un mensaje a Ortega que la libertad de los presos políticos no la vea como una derrota. La campaña que vamos a lanzar (navidad sin presos políticos) no es para que le doblemos el brazo a Ortega, porque entonces no la vamos a lograr. Sino, que le estamos implorando. Si él lo quiere ver como un triunfo, pues que lo vea como un triunfo. Lo importante es lograr que suelte a los presos políticos en navidad, aunque lo vea como una campaña para su voto “.

Según la teoría de comunicación de doble paso, de Paul Lazarsfeld (en su obra Personal Influence), la información que recibe la población respecto a los prisioneros políticos es la de claudicar ante Ortega, es lo que transmite este comentarista entreguista y errático al proponer que se implore magnanimidad a Ortega, con el fin que éste obtenga votos.


¡Quién convirtió a este sujeto, políticamente claudicante, en el estratega de la campaña opositora!

Si los prisioneros sirven para que la población claudique, obviamente, la liberación de los prisioneros no es una derrota para Ortega, sino, un triunfo (al margen, incluso, que con la supuesta magnanimidad aumente la votación a su favor). Un periodista presente en el programa agregó: “Hay que seguir con la campaña (exigiendo la libertad de los presos políticos) para ver si en efecto se apiada, si tiene piedad”.

¡Para este periodista se trata, en apariencia, que la población descubra si Ortega es piadoso! En lugar de una táctica agitativa, para mantener a la dictadura a la defensiva en el ámbito de la denuncia por la violación de los derechos humanos, la libertad de los presos políticos es vista -por este periodista- como una oportunidad para que Ortega se muestre piadoso. Ese sería el objetivo miserable de la campaña.

La información llega a los ciudadanos distorsionada mediante la influencia de estos comunicadores, carentes de formación política, que se consideran de oposición, y que dan a los hechos una interpretación que emana de su espontánea visión de la realidad.

Para el movimiento antidictatorial, la libertad de los presos políticos no es un fin en sí mismo. No sólo porque Ortega, que libera prisioneros a discreción, tomará a discreción nuevamente los prisioneros que necesite; sino, porque cuando la libertad de los presos políticos se convierte en un fin en sí mismo, y no en un medio para avanzar en la derrota de Ortega, la lucha contra la dictadura, por lógica elemental, pierde sentido. Si eludir la cárcel es el objetivo prioritario, la forma más coherente de lograrlo es obedeciendo a Ortega.

El objetivo del momento es liberar a la nación del orteguismo. Y desde esta perspectiva, la lucha por la libertad de los presos políticos debe ser parte de ese objetivo superior. La denuncia de las condiciones carcelarias se convierte en una consigna táctica de movilización popular y de cambio de conciencia. Es una formidable consigna agitativa. En cambio, con la actitud de estos personajes de la comunicación, Ortega confirmaría que su estrategia de represión salvaje le ha dado resultado.

El daño que generan estos comunicadores, al distorsionar a su manera la información sobre temas de táctica política que no dominan, contribuye al desorden político que prevalece entre los sectores que deben enfrentarse a la dictadura con la mayor lucidez táctica.

No se puede luchar contra una dictadura brutal y a la vez transmitirle mensajes implorándole piedad. La comunicación, la información que fluye hacia las masas, no es una actividad neutral. El periodismo opositor no está en palco con derecho a fomentar, a discreción personal, la entropía informativa en la sociedad reprimida, y de comunicar una táctica política entreguista.

La teoría comunicativa de la espiral del silencio sostiene que las masas recogen (en su patrimonio cognoscitivo) el comportamiento distorsionado que ofrecen los medios, y los reproducen espontáneamente en su entorno. Tanto más, cuanto en una sociedad sin libertad de expresión, y con una guerra civil latente, los medios cuasi clandestinos (que enfrentan riesgos en su quehacer profesional) improvisan posiciones políticas que aparentan contener información política veraz. Es decir, que suponen comunicar información procesada con un método epistemológico válido de aprehensión de la realidad contradictoria, que se debe transformar, combativamente, en sentido progresivo.

La comunicación y su efecto en la sociedad

Como país culturalmente atrasado, especialmente en política, la actividad más irrisoria es la de la comunicación, tanto de parte de la dictadura (que carece de planes, porque prevalece el capricho discrecional, esotérico, la cursilería y el servilismo obsceno), como de la oposición tradicional (que no logra superar los conflictos superficiales de capillas que le impiden formar una simple alianza electoral, y cuya comunicación de los hechos es fuente de desaliento y de repudio en la población). El periodismo opositor, dado el vacío político, se cuela irresponsablemente –supliendo la inexistencia de partidos políticos combativos- en la transmisión de información política distorsionada por su visión subjetiva carente de método.

Tanto Ortega como la oposición tradicional han demostrado en los hechos que son fuente de desorden, de degradación social. Obviamente, Ortega en mayor medida, cuantitativa y cualitativamente, porque degrada a la sociedad en su conjunto. Pero, la oposición tradicional con un mayor fracaso, en cuanto pretende construir una nueva organización eficiente de la sociedad.

Ojo, la comunicación, en la sociedad, puede iniciar la interacción con el sistema social, esencialmente en sentido progresivo, para transformar la sociedad que ha llegado a un punto crítico. Es decir, en momentos que la sociedad está a un paso de discontinuidades y de saltos de calidad en un fenómeno complejo de auto regulación, que se resuelve por enfrentamientos sociales. La comunicación estratégica es una actividad política de primer orden, como elemento de organización combativa de las masas.

Si se carece de partido político, de actividad política estratégica –y hasta hay quienes se ufanan de tal carencia, como si fuese una conquista-, se carecerá de principios metodológicos para el quehacer político consciente y centralizado. Y se procederá a tientas, espontáneamente, sin teoría alguna en cada uno de los campos especializados de la lucha social.

Partido político

La definición de partido político no es la de cumplir con los requisitos establecidos por Ortega para obtener de la dictadura personalidad jurídica (como pretende con fanfarronería infantil CxL). En este sentido, todas las agrupaciones que en la actualidad gozan de personalidad jurídica en Nicaragua son piezas secundarias del tablero dictatorial, bajo el control de Ortega. Son partidos a conveniencia de la estrategia de Ortega (zancudismo en distinta fase de metamorfosis). Hoy, la Coalición Nacional (lo que queda de ella), al expulsar al PLC dice que se aboca a obtener de Ortega personalidad jurídica (y una casilla electoral propia). No se propone luchar, vencer y derrotar a Ortega, sino, que desea cumplir los requisitos que Ortega le pida a su conveniencia para obtener legalidad en el contexto dictatorial.

La única agrupación en el país que presenta algunos rasgos de partido político es el orteguismo, pero, con profundas distorsiones de carácter abiertamente mafioso. Se trata de una mafia-política que se ha adueñado del poder, transformando consecuentemente las instituciones públicas para ejercer el terror. Sin embargo, esta organización –con una estructura paramilitar- es en grado de incidir en la lucha de clases, aunque con métodos fascistas, sustentados en el terror y en el fanatismo criminal, para desplazar de la vida política a las clases dominantes atrasadas. Ortega no construye, sino, que crea una maquinaria que desordena a la sociedad. La Coalición se propone que Ortega la incluya en esa maquinaria destructiva bajo su control.

El proceso electoral orteguista tiene la finalidad de crear un punto de inflexión en la tendencia crítica actual que va hacia la parálisis de la sociedad. Ese es su reto, crear el punto de inflexión, que le dé legitimidad formal. Desea regresar a las condiciones antes de abril de 2018.

En la lucha política es elemental una estrategia coherente. Es decir, una estrategia que se proponga vencer la estrategia enemiga, en este caso, al orteguismo. O sea, que se proponga evitar que Ortega pueda ejecutar su estrategia. Esa es la labor de un partido político combativo. No la de dirigir alianzas electorales. El punto estratégico, consecuentemente, es evitar que ocurra esa inflexión en la sociedad con Ortega en el poder.

Ello hace indispensable abordar con método la agitación y la propaganda política, para preparar enfrentamientos tácticos y enfrentamientos estratégicos, en interrelación dialéctica. Es decir, de modo tal que las decisiones tácticas obedezcan a objetivos estratégicos móviles, para arrebatarle en la confrontación social la iniciativa estratégica a Ortega (políticamente aislado). Y luego, una vez seleccionadas las consignas políticas en función de una línea de acción de masas, habrá que emprender una campaña comunicativa eficaz, desde la perspectiva de la teoría de la comunicación más actual en la transmisión del mensaje al receptor.

He aquí la ecuación de combate organizado: teoría política, partido combativo, estrategia acorde a los principios teóricos, línea de acción de masas, comunicación centralizada de la táctica combativa.

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Fernando Bárcenas

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