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Nicaragua sigue fallando en prevención de desastres

Especialistas en gestión de riesgo recomiendan una evaluación independiente de los efectos dejados por los eventos naturales que azotan al país

Varias edificaciones destruidas tras el paso del huracán Iota, en Bilwi. // Foto: EFE/ Erika Pérez

Cinthya Torrez

5 de diciembre 2020

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En Nicaragua, la naturaleza se sigue encontrando de frente con la pobreza. En noviembre, los poderosos huracanes Eta y Iota, con vientos superiores a los 240 kilómetros por hora, redujeron a escombros las casas de tambo del Caribe Norte, y las fuertes lluvias produjeron aludes en el norte del país, dejando decenas de fallecidos y cientos de casas destruidas por el lodo.

“Ahí se puso a prueba otra vez esa capacidad que hemos demostrado frente a los huracanes, frente a las tormentas tropicales”, declaró el presidente Daniel Ortega, en tono triunfalista en un acto de conmemoración por la muerte de Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista, el pasado ocho de noviembre, desde Managua, cuando aún no había impactado Iota, que fue aún más devastador que Eta.

El régimen ha tomado la gestión de riesgo como una de sus banderas partidarias tras los desastres naturales, asegurando que han tenido importantes avances. Sin embargo, especialistas en gestión de riesgo consideran que el país mantiene una respuesta “emergencista”, mientras se olvida de la prevención.

Abdel García, especialista en gestión de riesgo del Centro Humboldt, sostiene que la población ahora es más consciente del riesgo ante un evento natural, como las familias que se autoevacuaron ante la emergencia. Sin embargo, señala que en gobernanza se ha retrocedido en términos humanitarios, al bloquear la ayuda para los damnificados, como lo hizo el régimen con la sociedad civil.


García basa su análisis en las prioridades establecidas en el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, un instrumento internacional, que identifica cuatro pilares claves: la comprensión del riesgo de desastres; fortalecer la gobernanza del riesgo de desastres para gestionar dicho riesgo; invertir en la reducción del riesgo de desastres para la resiliencia y aumentar la preparación para casos de desastre a fin de dar una respuesta eficaz y “reconstruir mejor” en los ámbitos de la recuperación, la rehabilitación y la reconstrucción.

Para García, el enfoque del Sinapred ante los desastres siempre es la misma: se centra en la emergencia, y las vulnerabilidades persisten. “Vos vas resolviendo lo que va saliendo, pero no estás reduciendo vulnerabilidad para que la gente padezca menos desastre”, expresa. Tampoco hay una reconstrucción mejor, con planificación territorial. “No te estás preparando para reducir riesgos, sino para que haya otro desastre más adelante”, cuestiona.

Avances y retrocesos

Desde que el país fue impactado por el Huracán Mitch, en 1998, García estima que se ha avanzado con la integración de un ente gubernamental encargado de gestionar el riesgo. Igual con el sistema de alertas, la creación de mapas regionales de vulnerabilidades, planes de contingencia, mayor organización en las alcaldías y los Comités Municipales para la Prevención, Mitigación y Atención a Desastres (Comupred), pero estos últimos permanecen sujetos a la línea política del Gobierno.

Ramiro Lara, facilitador de proyectos de la Asociación de Organismos No Gubernamentales (Asonog), de Honduras, opina que la diferencia entre el saldo de fallecidos entre Nicaragua, Honduras y Guatemala a causa de Eta fue la evacuación temprana de las comunidades. Así, mientras en Honduras se registraron 58 muertos, y en Guatemala otros 44, en Nicaragua solamente hubo dos mineros fallecidos, aunque el Gobierno no los reconoce en sus estadísticas oficiales. Sin embargo, con el impacto de Iota, se contabilizaron 21 fallecidos.

Lara valora que Nicaragua es de los países que invierte más en infraestructura, equipamiento y prevención.

Sin embargo, el Sinapred es una de las carteras con menos asignación presupuestaria. En 2015, recibió 366.9 millones de córdobas; al año siguiente, sufrió un recorte de 291.9 millones de córdobas, es decir, que su presupuesto fue apenas de 75 millones. En 2019, su presupuesto también cayó 40.5 millones de córdobas, según datos de los informes de liquidación presupuestaria de esos años, publicados por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Todo esto, pese a que el país ocupa el tercer puesto (52) en Centroamérica en la medición del Índice Mundial de Riesgo Climático 2020, de la organización German Watch, solo superada por Honduras (45) y El Salvador (30).

Damnificados fueron “echados” de un albergue en Bilwi

En Nicaragua, cada año se realizan cuatro simulacros “multiamenazas”, porque según el Gobierno simulan terremotos, tsunami, explosiones volcánicas, huracanes y deslizamientos. Sin embargo, el geólogo Eduardo Mayorga, estudioso del comportamiento sísmico en el país, observa que los simulacros referidos a terremotos se han desarrollado más en el Pacífico, pese a que hay otras zonas donde se han detectado enjambres.

Además, percibe que la mayoría de estos simulacros están relacionados a eventos geológicos, y no a otras amenazas, incluidos los huracanes, a los que se ve expuesto el Caribe en cada temporada.

Daniel Ortega recibirá casi C$370 millones por daños causados por Eta y Iota

Un gobernante ausente

Daniel Ortega, por su parte, volvió a estar ausente ante una emergencia, siguiendo su comportamiento ante la pandemia de covid-19.

Mientras, los mandatarios de Costa Rica, Honduras y Guatemala estuvieron al frente, Ortega siguió minimizando el impacto del huracán Eta sobre las endebles estructuras de Bilwi, Wawa Bar, Haulover y otras comunidades indígenas, cuyos poblados quedaron devastados. Solo ante el huracán Iota, el Gobierno admitió mayor vulnerabilidad, coincidiendo con su demanda de fondos de emergencia a la comunidad internacional.

García, del Centro Humboldt, destaca que “una mala gobernanza mata”, en referencia a que una mala política gubernamental incrementa vulnerabilidad, y eso es lo que “nosotros estamos viendo aquí”, afirma.

“Todavía hay sesgos sociopolíticos que arrastramos desde el 18 de abril (de 2018), y hay una especie de actitud castigo hacia cierto sector de la población y me parece que eso contraviene todas las normas humanitarias internacionales”, reclamó el especialista.

A lo largo de la emergencia el régimen orteguista ha enviado láminas de zincs, colchonetas y paquetes alimenticios a las comunidades anegadas por el ciclón. Pero esa ayuda no ha llegado a todos, según los mismos comunitarios, que denuncian falta de asistencia gubernamental, y abandono en los refugios.


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