1 de diciembre 2020
Quizá, y a lo mejor sin quizá, sea yo el menos indicado para hablar de fútbol, de futbolistas y de Maradona, porque este deporte no me gusta. Entonces, ¿qué puede valer lo que yo opine, si seguramente más de la mitad de los habitantes del planeta Tierra adoran al fútbol y a Maradona? Nada. Pero entre esos millones de personas que le aman, también hay quienes le odian. Es lo normal.
Opinaré sobre el contenido del artículo de Alejandro A. Tagliavini, un señor al que solo conozco por sus comentarios, como el último de los cuales publicó en el diario La Prensa el 27 del recién pasado noviembre. Ahí expone sus odios, no a la persona del futbolista universalmente llorado, sino a lo que el futbolista opinaba políticamente y por sus vínculos con las causas de “las mayorías”, con las cuales tampoco simpatiza el autor del artículo.
Como un pretexto, comienza por reconocer lo obvio en Maradona: ser “…acreedor del respeto que merecen todos los seres humanos, creaturas de Dios y, por lo tanto, de valor infinito, inconmensurable.”
Y sigue: “Dicho esto, (…) a la masa se le ha muerto un dios pagano: un jugador de futbol, adicto a las drogas duras, amigo de los Castro, de Chávez y Maduro y odiador de los Estado Unidos, sobre todo desde que le negó la entrada por sus relaciones con las drogas…”
¿En dónde quedó el ser humano acreedor de respeto? Lo cambió por el consumidor de drogas, como si fuera el primero en el mundo de los negocios que hace caer en la desgracia de las drogas. Y lo que le parece lo peor: tener ideas y opiniones políticas, que no son como las mismas del autor, obviamente. El articulista le faltó el respeto al ser humano (¡a la “creatura de Dios”!) y a su derecho a tener ideas críticas del capitalismo. Si como ser humano, a los ojos y sentimientos políticos del autor, no tiene derecho a tomar posiciones políticas; y si estas posiciones coinciden con la de “los Castro, Chávez, Chávez y Maduro”, Maradona merece ser condenado, aún después de muerto.
¿Y si sus ideas políticas hubiesen sido las ideas de los Trump, Biden, Pompeo y Bolsonaro, ¿lo hubiese condenado igual?
Parece que para este señor la mayor condena la merece Maradona por ser “odiador de los Estados Unidos”. Ni siquiera insinúa que pudiera haber sido (digo, talvez por casualidad) un crítico de su adorable geopolítica exterior de gran potencia por algún extravío ideológico.
Pero, al parecer con dolor de su alma, el articulista reconoce al difunto el haber sido el… “ser humano más famoso del mundo, incluso que el presidente en Washington de aquel momento y que el segundo en la lista, el papa Juan Pablo II”.
Pecado mortal de Maradona, el cual, si no se lo cobró Washington, ¡debería ser condenado por la corte celestial en nombre de san Juan Pablo II!
Que espere esa segura acción de la corte el articulista, “asesor sénior en TheCedar Portfolio” (¿?). Con este par de signos de interrogación, quiero decir que soy ignorante de lo que ese nombrecito significa, pero si está escrito en inglés, algo muy importante debe ser.
Lo del origen del “efecto Maradona”, ya es el colmo para el señor articulista: “Hasta en las finanzas globales se lo menciona”, dice. Este “efecto Maradona”, agregó, lo reconoció “…hace 15 años el titular del Banco de Inglaterra”, inspirado en la jugada con que se produjo “…el gol de Maradona contra la selección inglesa durante los cuartos de final del Mundial de México, de 1986…” Y el tal gol “… fue resultado de una tremenda gambeta logrando despistar a los jugadores e incluso al arquero que esperaba el gol por otro lado. Fue el mejor gol del siglo XX, según la FIFA.”
¿Y cuál es la lección que el financiero inglés sacara de la jugada que le permitió el gol a Maradona? Pues que… “La política monetaria funciona de manera similar, las tasas de interés del mercado reaccionan a lo que espera haga el banco central” (¿para meter sus goles a la clientela como con la “tremenda gambeta” maradoneana? Esto lo pregunto yo).
“Tal es la idolatría a este dios pagano” (sigue quejándose el señor) que, en mi país, Argentina, hasta el periodista profesional de muchos años, Guillermo Andino, lloró desconsoladamente frente a las cámaras de televisión, durante su programa en vivo, al enterarse de su muerte y pidió que le trajeran una silla para poder sentarse.”
Más se queja de que la noticia sobre el deceso de Maradona hubiese suplantado toda otra noticia en los medios de comunicación mundiales, y más todavía que:
“El gobierno argentino que tiene prácticamente cerrados los cementerios y no permite el entierro de los seres queridos por sus familiares, ha (ya) decidido que su funeral masivo se realice en la Casa Rosada, las oficinas oficiales del presidente”.
A ese desliz del presidente argentino, el articulista le suma el delito de ignorar “…a los miles de suicidados y muertos por desnutrición debido a las cuarentenas.”
Si mi ignorancia no me traiciona, el origen de las muertes por desnutrición no se debe “a las cuarentenas”, sino a los históricos ayunos que ya sufrieron los ascendientes de los tatarabuelos del presidente Alberto Fernández –y de todos nosotros, dignos miembros de la masa mundial de pobres— y no ahora por causa del coronavirus. Pero de eso, el ché del artículo aún no parece haberse querido enterar, talvez por lo muy ocupado que debe estar con su asesoría en el Centro on Global Prosperity de Oakland, California.
Por último, no podía faltar la conmiseración hipócrita por la muerte de Diego Armando Maradona, a quien el articulista le desea que descanse en paz. Quien no parece haber quedado en paz con su mensaje cifrado en contra de su paisano es él, pues confiesa quedar con “…la duda de si, al final, la pandemia era tan grave, o solo otro dios pagano inventado.”
Pero, talvez por ser el malvado izquierdista que soy, a mí no me cabe ninguna duda acerca de por qué el articulista sufre con su duda, pues él lo confiesa: …”de si la vida, la libertad y bienes de las personas pueden quedar libradas a la opinión de las mayorías.”
En lenguaje pagano pienso interpretar sus temores: si estas mayorías de la Tierra son capaces de expresar esos fuertes sentimientos de aprecio por un hombre de humilde de origen de manera tan universal… ¿cuáles serían las consecuencias si con estos mismos sentimientos y pasión, esas mayorías se decidieran conquistar “la libertad y los bienes” que ahora solo disfrutan unos pocos?
Como esa fue auto pregunta, debe tener su auto respuesta: no sé exactamente cuáles serían las consecuencias, pero me las imagino y trato de explicar esta mi imaginación en cada cosa que escribo sobre asuntos políticos y sociales.
Al margen de estas cuartillas
*Como Tagliavini dice que desde cuando el banquero inglés habló de lo bien que le vino el “Efecto Maradona” a las finanzas, la familia de Maradona debería tener derecho a cobrar derechos de autor.
*El articulista dice también que el “Efecto Maradona” …ha sido utilizado por muchos bancos centrales, incluyendo la Reserva Federal de Estados Unidos.
*Pero –dice Taglianini— advierten muchos, que el gol que sacó finalmente a Inglaterra lo hizo (Maradona) con la mano, engañando al árbitro. Taglianini quiere decir entonces, que si ese gol fue un engaño… ¿esos bancos y la Reserva Federal estadounidense están engañando a todo el mundo?
¡Tremenda delincuencia bancaria! Lo sugiere Taglianini… yo solo lo imagino.