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Las razones del apoyo a Biden en las elecciones en Estados Unidos

La mayoría de los que van a votar por Biden, no estará votando por él, estará votando contra Trump

Vista de un acto de campana del candidato demócrata Joe Biden, en Tampa, Florida. Foto: Efe/Cristóbal Herrera

Carlos Castro Jo

2 de noviembre 2020

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¿Por qué Biden va a ganar el voto de la mayoría de las mujeres, de las minorías raciales y étnicas, de los jóvenes, de los que terminaron sus estudios universitarios?  ¿Por qué ha perdido apoyo entre los adultos mayores?  No hay suficiente espacio en este artículo para ennumerar todas las razones pero estas son algunas.

Si Trump pierde las elecciones va a ser por la forma en que manejó el Covid-19.  La mayoría de los estadounidenses cree que él no manejó bien la pandemia.  Esto no sólo le resta apoyo en amplios sectores de la población, le resta apoyo en un sector crucial para los conservadores, los mayores de 50 años.  Este grupo es más conservador, la mayoría vota por el Partido Republicano, y tiene la tasa de votación más alta del país.

Según las encuestas, en este grupo Trump y Biden están empatados, 49% por Biden, 48% por Trump.  En las elecciones de 2016, aproximadamente el 52% votó por Trump, el 44% por Hillary.

Ligado al Covid-19 está el tema de la salud.  Obamacare se le llama al plan de salud que Obama logró que el congreso aprobara en 2010.  Obamacare tiene una serie de políticas, algunas de las cuales son populares, como la de que las aseguradoras no le pueden negar el seguro a una persona por tener “condiciones preexistentes” o que los hijos puedan continuar en el seguro de sus padres hasta la edad de 26 años.  Obamacare así ha beneficiado a millones de personas.


En EEUU, la mayoría obtiene seguro médico por medio del trabajo. Ahora con la pandemia, millones de personas han perdido su trabajo y les preocupa no tener acceso a los servicios de salud.  Por razones ideológicas, Trump quiere abolir el Obamacare. Abolirlo podría dejar a millones sin acceso a los servicios de salud.

Otro tema importante que preocupa a un buen porcentaje de los estadounidenses es el cambio climático. La ferocidad de los incendios en el Oeste de EEUU ha puesto este tema en el tapete.  Trump no cree que haya cambio climático, dice que es un cuento chino. Por eso, su política económica ha ido en contra de las medidas que los científicos creen necesarias para desacelerar o evitar un cambio climático; por eso, se salió del Acuerdo de París.

Aparte de la diferencia ideológica entre los demócratas y los republicanos sobre el rol del Estado y la ciencia en la conducción del país es necesario decir que el tema principal de estas elecciones es el mismo Trump. En realidad, la mayoría de los que van a votar por Biden, no estará votando por él, estará votando contra Trump. Hay quienes dicen que si un tomate se estuviera enfrentando a Trump, ellos votarían por el tomate.

Trump nunca ha gozado de mucha popularidad. Para la mayoría de los estadounidenses, él es vulgar, mentiroso, cruel, incompetente, divisivo, racista, sexista, corrupto. Es un John Falstaff.

En sus discursos usa un lenguaje soez. Su argumento político es el insulto: “Crooked Hilary”, “Sleepy Joe”.  Ha bajado el nivel del debate político en EEUU a niveles que no tienen precedentes en la historia del país.

En estos cuatro años, Trump no ha aprendido a ser presidente. El presidente debe gobernar sin sectarismos, no sólo para beneficiar a la gente que está de acuerdo con él. Trump penaliza a los gobernadores y alcaldes que no están con él, atacándolos verbalmente y reduciéndoles el presupuesto.

Un presidente debe unir, no dividir, y él echa a la gente a pelear, le echa leña al fuego.

Insulta a las mujeres. Cuando las periodistas lo entrevistan, les dice que hacen preguntas estúpidas. De una dijo que andaba con la regla. Ha dicho que él agarra a las mujeres por los genitales.

Sus oponentes no tienen duda de que es racista y xenofóbico por sus comentarios sobre los mexicanos, sobre África, sobre Puerto Rico; su coqueteo con la supuesta relación entre el coeficiente intelectual y los genes; su incapacidad para admitir de que puede haber discriminación racial en EEUU.

Sus oponentes han visto con horror cómo ha separado a los niños de sus padres en la frontera y los ha encerrado en jaulas. Ahora no encuentran a los padres 545 de esos niños.

Sus oponentes también creen que es corrupto y que está usando la presidencia para hacer negocios en sus hoteles y clubes de golf.

Y la mayoría de sus oponentes, incluso los intelectuales conservadores, argumentan que Trump es un líder autoritario, que no cree en las instituciones democráticas, que tiene preferencia por dictadores y por eso no tiene buenas relaciones con los países europeos democráticos

Si fuera presidente de un país de instituciones débiles se convertiría en dictador. Ya dijo que, como perdió mucho tiempo en el proceso de destitución, le deben un periodo, así es que le deberían dar la oportunidad de un tercer periodo.

Lo primero que hizo al agarrar el timón del Partido Republicano fue convertirlo en un culto, doblegándolo completamente a su voluntad.  En este momento, el Partido Republicano no es un partido en el que hay discusiones vigorosas sobre políticas públicas. Con muy pocas excepciones, los que no estaban de acuerdo con él renunciaron a su membresía; quedaron prácticamente sólo los que le obedecen.   Afortunadamente, las instituciones van a tomar el control pronto, él no puede reeligerse.

Ha hecho una guerra sin cuartel en Twitter, en sus mitines y en sus conferencias de prensa para deslegitimar las instituciones democrática.

Usando el estilo de matón que lo caracteriza, ha querido controlar el sistema judicial, haciendo una campaña para politizar las cortes. Él ha atacado en Twitter a los jueces que no lo favorecen.

Para asegurarse de ganar las elecciones, si estas se deciden en las cortes, está tratando de controlarlas. Por eso, nominó con prisa a una jueza conservadora.

Ha tratado de deslegitimar las elecciones, uno de los pilares de la democracia.  Dice que si él pierde, las elecciones no van a ser limpias; sólo las considerará limpias si él gana.

En vez de asegurar que las elecciones salgan bien y que la gente salga a votar, está haciendo todo lo posible para suprimir el voto.  Le redujo el presupuesto al correo, que es el encargado de recoger y llevar los votos a los recintos electorales por la pandemia, y está demandando a los estados que quieren contar todos los votos, aunque sea después del día de las elecciones.

Como todo líder autoritario ha presionado para que se encarcele a sus enemigos políticos, haciendo acusaciones contra Obama, Clinton y Biden.  Por suerte, EEUU tiene instituciones y ni la policía ni los jueces van a andar encarcelando a los oponentes del presidente.

A los periodistas les ha echado las turbas y ha catalogado a la prensa como enemigo del pueblo.

Todas esas cosas Biden no es. No es que Biden sea un político sin manchas. Nunca ha sido considerado un hombre de ideas o un legislador eficaz. Biden es Forrest Gump. Es una persona cuyo mayor capital político son las relaciones personales. Una de estas fue la que estableció con Obama, lo que le ayudó a ganar el voto de los afro-americanos en las primarias.

Los que apoyan a Biden saben que él tiene empatía y va a tratar de unir a la nación, trabajar con los aliados del mundo occidental, respetar las instituciones democráticas, hacer uso de la ciencia para enfrentar la pandemia y el cambio climático, tener una política de inmigración más humana.

La diáspora nicaragüense que va a votar por Biden lo hace por las mismas razones. Ellos también creen que la política de presión al gobierno de Daniel Ortega para que instituya en Nicaragua un sistema democrático va a seguir porque esa meta es un consenso bipartidista.

*Sociólogo


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Carlos Castro Jo

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