29 de octubre 2020
Los físicos han encontrado en cada tipo de péndulo una explicación irrefutable para medir el tiempo, la contención de la masa en colisiones y la rotación de la tierra. En economía las oscilaciones desde hace un siglo van entre el mercado y el estado, de derecha a izquierda. En tiempos de bonanza se venera la mano invisible de Adam Smith que todo lo guía a la generación de riqueza. En cambio, cuando la crisis invade los mercados financieros o inmobiliarios proliferan los seguidores de Keynes.
“La hermandad de la humanidad”, lo que parece un clamor del Papa Francisco fue el título del discurso de Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) el pasado 15 de octubre. La dramática crisis provocada por la pandemia une a las naciones para enfrentar dos grandes tareas, “luchar contra la crisis hoy y a la vez construir un mañana mejor”. Nicaragua está excluida de esa hermandad para el Fondo Monetario y el resto de sus 189 países miembros.
El directorio ejecutivo del FMI aprobó fondos de emergencia también en Centroamérica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y Panamá. Estos países recibieron fortunas bajo la modalidad de Instrumento de Financiamiento Rápido. Los montos van desde US$143 millones para Honduras hasta los US$594 millones de dólares para Guatemala. El Banco Mundial también organizó su danza de paquetes millonarios contra la pandemia, Nicaragua no recibió invitación. Al buen entendedor solo dos palabras, El NicaAct.
La mano invisible del mercado en Nicaragua enfrenta serios desajustes por la crisis sociopolítica del 2018 que trajo la cadena de efectos que van desde la fuga de capital hasta los masivos despidos de más 200 000 empleados formales. En este singular país y a pesar de la actual crisis del Covid-19 tampoco saltan generosas medidas expansivas del estado. A una economía con un péndulo roto, sin mercado ni estado solo le queda convivir con las secuelas del colapso.
La mayor secuela es la pobreza, la nueva vida que tienen que enfrentar 350 000 personas, que según el Banco Mundial ingresaron este año a la lista de los pobres. A estos nuevos pobres muy seguramente hasta la forma de preguntar precios les cambió, tendrán que conformarse con menos y adaptarse. Las aspiraciones a un mejor nivel de vida son difíciles de sustentar, ni los más optimistas encuentran argumentos.
El presidente del Banco Central de Nicaragua también el pasado 15 de octubre presentó el informe sobre el estado de la economía y sus perspectivas. La visión oficial coincide en términos generales con estudios presentados por el Fondo Monetario, el Banco Mundial y FUNIDES. La caída del 4.5% del PIB para este este año es la estimación oficial y la más optimista de todas. El funcionario cuya misión es alentar y no provocar pánico se refirió a la recuperación del empleo, en agosto y septiembre se recuperaron 2391 y 958 afiliados al INSS respectivamente. Las estadísticas publicadas por el Banco Central indican que el INSS cuenta actualmente con 695 000 afiliados. Considerando el ritmo de recuperación de esos dos meses para finales del año 2030 el país alcanzará los 911 000 empleos formales que tenía en enero 2018. A muy largo plazo todo se recupera, siempre y cuando riesgos de corto plazo no se hagan realidad.
Nicaragua enfrenta como el resto de los países del mundo riesgos externos por el impacto de la pandemia, además amenazan a esta nación factores no económicos ligados a sanciones de países y organismos internacionales. Todos estos elementos conforman la economía en depresión desde el 2018 y según el FMI sin capacidad de recuperarse en el 2021. Por si fuera poco, hay un riesgo aún mayor, la dependencia petrolera.
De los Estados Unidos proviene según datos del Banco Central de Nicaragua el 74% del petróleo y sus derivados. Para el primer semestre de este año estas importaciones sumaron 292 millones de dólares. La administración de información de energía del gobierno de Estados Unidos (EIA) registra en el primer semestre de este año exportaciones promedio hacia Nicaragua de 16 000 barriles diarios. La EIA registra exportaciones a Honduras por 58 000 barriles diarios y 82 000 barriles al día para Guatemala.
Nicaragua es de los clientes más pequeños en la cartera norteamericana y de los pocos que ha sido sancionado tanto en sus relaciones comerciales como en materia energética. El 1 de mayo de 1985 el presidente Reagan emitió una orden ejecutiva en la que por razones de seguridad nacional prohibía las exportaciones e importaciones hacia Nicaragua. En diciembre del 2019 la temida Oficina de Control de Activos (OFAC) impuso sanción a la Distribuidora Nicaragüense de Petróleo. Desde esta última sanción a la petrolera nicaragüense la relación entre estos dos países no parece haber mejorado. Una orden ejecutiva de la Casa Blanca o una nueva sanción de la OFAC podría terminar con las exportaciones de petróleo hacia Nicaragua y paralizar al pequeño país por completo.
Nicaragua tendría una verdadera perspectiva de recuperación con el apoyo de la humanidad que evoca el Fondo Monetario, también se reduciría el riesgo del gran apagón con un franco y sólido entendimiento con su socio más importante. No hay razón alguna para continuar viendo el desplome, mucho menos para esperar al oscuro 2030.
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