20 de octubre 2020
La mudez momentánea en que dejó a la derecha mundial la victoria del MAS a través de Luis Arce, y pese a la sospechosa tardanza en ofrecer datos oficiales, no tiene razón de ser, porque fue preanunciada durante toda la campaña electoral. Este resultado revela la falacia del “fraude” electoral inventado por la OEA el año pasado, la cual fue secundada por sus corifeos mediáticos sin haber aportado ninguna prueba.
La verdad se impuso: si el MAS ahora ganó contra todas las desventajas que le impusieron los golpistas, ¿cómo no iba a poder ganar un año atrás, cuando esas desventajas no existían? Además, si el MAS hubiera perdido entonces, ¿quién puede ganar a menos de un año después de haber sido “derrotado” electoralmente?
Fue un fracaso de los esfuerzos mediáticos por descreditar el triunfo de Evo Morales, pues ha habido una torrencial lluvia de falsedades en torno a la situación boliviana de antes y después del golpe de Estado, para crear el escenario adecuado para que los golpistas destruyeran la herencia del Movimiento Al Socialismo y restituyeran sin mayores obstáculos un régimen neoliberal, arrasador de las conquistas sociales, en especial, las reivindicativas de las etnias originarias de Bolivia.
Ese país sudamericano, como cualquier otro, tiene sus propias peculiaridades que, sin embargo, no lo apartan mucho de lo común latinoamericano. Entre los fenómenos particulares de Bolivia, y que no conocemos haya ocurrido en el subcontinente, estuvo el hecho de que el golpe de Estado fuera culpa del propio golpeado, Evo Morales.
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Pero no por los motivos que alegan los golpistas bolivianos y sus padrinos extranjeros para justificar el golpe, si no como propaganda política. Evo contribuyó al golpe con su obcecada ambición de perpetuarse en el poder contra todo derecho y con su insensatez de considerarse indispensable y el único capaz de conducir a su país por la vía del progreso social, como efectivamente trató de hacerlo.
Al señalar ahora la cuota de responsabilidad de Morales en el golpe de Estado, no estamos haciendo profecías sobre el pasado. Ya lo habíamos afirmado mucho antes, concretamente, el 6 de junio del 2019, cuando insistió en desconocer la voluntad popular y la prohibición constitucional de la reelección. Esta crítica la reiteré aquí mismo –en Confidencial— el 12 de noviembre del 2019, dos días después de su forzada renuncia.
¿En qué se diferenció el golpe de Estado en Bolivia de los otros golpes militares en América Latina, siempre bajo el auspicio de gobiernos estadounidenses? Por lo menos, en los siguientes aspectos:
1)La violencia promovida por las fuerzas conservadoras dominantes; 2) la intervención de la OEA acusando a Morales de un “fraude” electoral que nunca demostró, fue contrario a su silencio cómplice posterior a los golpes de Estado habidos en América Latina; 3) Contrario al hábito de los militares golpistas, que encabezaron gobiernos o juntas de gobierno, en Bolivia se dejaron imponer en el gobierno de facto a los civiles; 4) en este nuevo estilo hecho golpista, los guardias ejercen su poder tradicional, reprimiendo las protestas políticas y de los movimientos sociales.
La gobernante de facto, en vez de dedicarse a la supuesta “reconstrucción democrática” y preparar las elecciones para ello, tomó rutas políticas inspiradas por el padrinazgo norteamericano: a) Contratar los servicios publicitarios de una agencia ligada a la CIA y al Departamento de Estado, desde donde comenzó a emanar ríos de “información” denigrando a Evo en lo personal y al proyecto político por él encabezado; b) adoptar fielmente la geopolítica estadounidense; c) aceptar la asesoría de Israel en materia de represión y espionaje; d) romper relaciones con Cuba y Venezuela; e) expulsar a la embajadora de México; f) privatizar recursos naturales; g) y (¡cómo diablos no!): echarse en brazos del Fondo Monetario Internacional. La fórmula, más o menos perfecta, del neoliberalismo.
El resultado fue casi un año de represión, muerte, corrupción en torno a la pandemia, en detrimento de la atención sanitaria para el pueblo. También hubo grandes esfuerzos propagandistas en favor del golpe y su justificación, con el fin de hacerles un lugar a los golpistas en la opinión popular boliviana y ante la opinión internacional.
En las elecciones bolivianas efectuadas hace apenas (en este momento) 48 horas, por lo leído, visto y lo escuchado nada les resultó. Pero sigue siendo necesario redundar en sus aspectos más sobresalientes, aunque sea…
Al margen de estas cuartillas
*La propaganda progolpistas, logró más éxito en el exterior que a lo interno de Bolivia, demostrado con el primer lugar permanente que durante la campaña electoral mantuvo Luis Arce, el candidato del MAS.
*El “fraude” de la OEA, de haber sido cierto, Arce no hubiese estado al frente durante la campaña electoral, ni el apagado ex Carlos Mesa, preferido de las derechas locales y externas, hubiese estado siempre atrás, pese a los notorios apuros por inflar su imagen a pura publicidad.
*A los aspectos políticos endémicos bolivianos, combinados con iniciativas extranjeras, se agrega el fuerte sentimiento de venganza que anima a las clases dominantes tradicionales en contra de quienes cometieron la herejía de haberlas desplazado del poder.
*Esos sectores tradicionales alimentaron la campaña electoral con odio racista hacia los indígenas (de los cuales proviene Evo Morales) que son parte importante de las bases del MAS, cuyo gobierno los reivindicó.
*Está presente el sentido y la conducta clasista de las fuerzas políticas conservadoras, dominantes también en lo económico, que actúan estrechamente ligadas a los intereses de las transnacionales y los gobiernos norteamericanos.
*A la situación de Bolivia se une el factor político internacional, caracterizado por el avance de las fuerzas conservadoras en América Latina que dirige los Estados Unidos, a las cuales pretenden fortalecer con control del gobierno de Bolivia.
*Los golpistas sabotearon el voto en el exterior, sin los resultados que esperaban.
*El virtual nuevo gobierno, deberá profundizar la autocrítica por los errores cometidos, entre ellos, la reelección, a la cual Luis Arce renunció en sus discursos de campaña.
*Revisar la estructura de dirección y las funciones del ejército, pues durante el gobierno de facto, la campaña electoral y hasta el domingo recién pasado, uno de ellos, Arturo Murillo, no fue nada parco en demostrar su odio a los cambios sociales.
*Los crímenes de los militares, seguramente serán investigados y castigados conforme ley, pues su participación en el golpe con la violencia nunca la ocultaron.
*Durante los discursos de los candidatos derechistas contrastaron con el discurso de Luis Arce, en asuntos vitales para cualquier país: los primeros se dedicaron a difamar al MAS y a sus dirigentes, especialmente a Evo, ignorando la económica y la pandemia, mientras que Arce estuvo en su elemento profesional, pues presentó sus planes de gobiernos para atender esos problemas.
*Arce es reconocido por propios y extraños, como autor de los éxitos económicos y sociales durante los trece años del gobierno del MAS.
Ahora, mientras en el hermano país resuelve su crisis –ojalá del mejor modo para el pueblo indígena y mestizo—, continuarán las acusaciones y contracusaciones; informaciones sesgadas, mutiladas o falsas como siempre, pero con mayor intensidad.
En lo que respecta a lo que escuchamos en nuestro país, seguirán las necias comparaciones con otros países, con las aberraciones del régimen de los Ortega-Murillo. Derechas e izquierdas, por intereses opuestos, pero con igual falsedad, seguirán viendo a Ortega: las primeras, asustando a los mojigatos del mundo capitalista, con un Ortega “comunista” y “marxista”, sabiendo que solo fue aprendiz de guerrillero que termino convertido en capitalista madurado con el calor militar; las segundas, pretenderán seguirlo viendo como un “líder revolucionario, en lucha contra el imperialismo”, ocultando su traición al pueblo y a la revolución nicaragüense.
Seguirán apareciendo trapos sucios bajo el sol, en momentos de crisis y en desmedro de la atención que merecen los problemas reales de la humanidad: unos señalando errores y abusos de algunos sectores oficialmente revolucionarios y otros haciendo lo mismo con las fuerzas conservadoras durante la historia de este continente llamado América (que, por cierto, hasta el nombre le han robado).
Sabemos que esta realidad no se va a cambiar con este tipo de discusiones, pero no podemos ignorarla como la parte fea de las contradicciones y consecuencias que son de las luchas entre clases y sectores sociales antagónicos.
Quienes pretenda asustarse ante estas verdades, y atacar a todo lo que huela a izquierda y a quienes no se persignan ante la sagrada geopolítica norteamericana, nadie les puede impedir que sigan con su mojigatería política.
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