23 de septiembre 2020
“Andrés” dejó de estudiar desde 2018. Primero lo hizo por la crisis sociopolítica de Nicaragua, luego por razones económicas y ahora por la pandemia de covid-19. Sin embargo, en todas esas ocasiones ha seguido firme “luchando por una mejor Nicaragua”. Ha pasado de participar en barricadas en Diriamba, a formar parte de un grupo que realiza acciones “para mantener viva la llama de la protesta”.
La madrugada del 21 de julio de 2019 participó en una acción coordinada de un pequeño grupo de personas que colocaron calcomanías alusivas a la lucha cívica por todo Diriamba.
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Pero lo que más llamó la atención fue que frente a un popular campo de futbol colocaron una manta con la máscara del personaje de la obra satírica El Güegüense rodeado con las palabras “honor”, “lealtad”, “justicia” y “libertad”. En letras grandes decía las frases: “¡Viva Nicaragua Libre!”, “¡Que se rinda tu madre!” y “Diriamba, Carazo. No perdona, ni olvida”.
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“Fue una simple manta, pero generó empatía en redes sociales, alegría entre la gente de este departamento tan golpeado por la dictadura y una arrechura de los fanáticos sandinistas que valió la pena el riesgo”, valora.
Desde esa ocasión ha participado en otras actividades de protesta “siempre escondidas” porque en Diriamba el régimen ha montado patrullaje en motos, a veces salen en pequeñas caravanas de policías o “paramilitares que andan en las calles aunque sin pasamontañas viendo a quien agarran mal parado haciendo algo contra Daniel Ortega o Rosario Murillo”.
La última marcha masiva
El domingo 23 de septiembre de 2018 al adolescente Matt Romero le arrancaron la vida de un disparo cuando participaba en la marcha denominada “Somos la voz de los presos políticos”. Fue en la última marcha masiva que se hizo en contra del régimen de Ortega-Murillo que mandó a las turbas y antimotines a reprimir y arrestar a los manifestantes, que tuvieron que refugiarse en donde pudieron.
Días después, el 28 de septiembre, se ordenó callar la protesta cívica alzada contra el Gobierno de Ortega, a través de una orden policial que amenazaba con procesar a las personas y organismos que convoquen a manifestaciones de protesta cívica, que fueron declaradas “ilegales” y se impuso el estado policial de facto en el país.
Desde entonces, las protestas se han tenido que reinventar, pasando de piquetes exprés, huelgas de hambre, plantones en centros comerciales y universidades, hasta acciones, al margen de la Policía, como en las que participa “Andrés”.
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“La protesta sigue viva, en la cabeza y en el corazón de cada persona que salió a la calle a manifestarse desde abril de 2018. Éramos miles por todas las calles de Nicaragua y toda esa gente desde su casa o desde el exilio siguen gritando por la libertad de nuestro país”, afirma este joven caraceño.
Una operación de protesta masiva
Es nueve de septiembre y el reloj marca la 1:30 de la madrugada. Un grupo de cinco opositores, vestidos de negro, con gorras y mascarillas se dirigen abordo de un vehículo hacia algunos barrios capitalinos, para ejecutar la “Operación 198”, una acción nacional de protesta implementada en 132 municipios que consistió en pegar calcomanías con la cara de Ortega cuando estuvo preso.
“Ahora, por las represalias y detenciones, tenemos que protestar desde la clandestinidad para preservar la vida y la condicionada libertad que tenemos”, indica Yunova Acosta, una de los más de 2000 opositores que a nivel nacional se organizaron para esa acción de protesta masiva.
Upoli sigue vigilada
Sin embargo, el grupo de opositores se llevó un gran susto al toparse con sujetos armados, cuando intentaban ejercer la acción de protesta en el sector la Universidad Politécnica (Upoli).
“Nos vamos a la Upoli y cuando vamos por el monumento de la Rafaela Herrera miramos dos motos que van con las luces apagadas, dejamos que avancen, pero en eso da como un reflejo de luz de unos postes y miramos que llevan un AK. Entonces, fue como que todos dijimos demos la vuelta aquí y no realizamos la acción”, relata.
Acosta asegura que este tipo de acciones, que algunos podrían considerar infructuosas por no ser públicas ni masivas, levantan los ánimos de los opositores y demuestra al régimen de Ortega que “la oposición está organizada, no está de brazos cruzados, tiene presencia en los territorios y no va a parar de luchar por los derechos de los nicaragüenses”.
Pequeños grupos de protesta
El Movimiento Autoconvocado Barriada Ometepe (Mabo) surgió para desafiar el estado policial y paramilitar impuesto desde abril de 2018.
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El grupo que comenzó con ocho jóvenes, entre 16 y 33 años, ahora está integrado por 20. Sus primeras formas de protesta fueron organizar marchas, colocar banderas de Nicaragua en las calles y promover los llamados “altares vandálicos” durante las fiestas de la Gritería, dedicadas a la Virgen María.
“El Pollito”, uno de los integrantes de este grupo, narra que “la Policía pasa diario por donde nosotros, no podemos estar sentados en la acera de nuestra casa porque nos revisan, buscan cualquier excusa para llevarnos, no podemos estar tranquilos”.
El “temor que no paraliza”
Un opositor de Nueva Segovia que llamaremos Juan para proteger su identidad, explicó a CONFIDENCIAL que la efectividad de estas acciones de protesta clandestinas radica en la planificación y organización, pues se verifica cada detalle, desde los horarios en los que podrían salir, los lugares menos vigilados, el tipo de vestimenta a usar y los planes de emergencia por si “algo sale mal”.
Juan señala que en Nueva Segovia la situación de asedio es, quizás, peor que en la capital, pues “en pueblo pequeño, infierno grande”. “Aquí uno no puede hacer nada sin que se den cuenta, pero demostramos que sí se puede, que estamos organizados y que no pueden saber en qué estamos trabajando hasta que ya lo tengan montado”.
El opositor afirma que para hacer ese tipo de acciones de protesta ahora, a diferencia de 2018, se deben hacer planificadas, pues las calles son constantemente vigiladas por la Policía y fanáticos del régimen de Ortega.
“Nosotros para hacer ese tipo de trabajo tenemos que estudiar bien la hora, hacerlo de forma clandestina, sutil, sin hacer tanto alboroto, para que cuando el régimen se entere las cosas ya estén hechas, porque ahora todo está tomado, vigilado, nadie tiene paz y menos si sos opositor”, lamenta.
Paramilitares “no descansan ni en la madrugada”
Steven Blandón, golpeado y perseguido recientemente por paramilitares del régimen de Daniel Ortega en Estelí, explica que como opositores nunca se han quedado de brazos cruzados y en las madrugadas colocaban ‘sticker’ con mensajes de demanda de justicia, lanzaban papelitos o globos azul y blanco, o ponían pancartas en zona transitadas de Estelí.
Blandón, ahora resguardado en una casa de seguridad de algún punto del país, recuerda que durante una de esas acciones sintió el temor de ser encarcelado o asesinado, pues fue perseguido por paramilitares que iban a bordo de motos y camionetas.
“Éramos 29 personas y nos habíamos separado en pequeños grupos para lanzar papelitos, pegar calcomanías y lanzar pinturas, para que las calles amanecieran vestidas de azul y blanco, pero cuando terminamos vimos a los paramilitares, nos empiezan a seguir, llegó a un punto donde casi nos agarran y nos gritan que si nos movemos nos mataban”, recuerda.
Sin embargo, ambos opositores lograron llegar a sus hogares, ya que el conductor de la motocicleta decidió no parar ante la amenaza. “Mi amigo no se detuvo, no quería ser detenido o torturado, entonces, esa valentía nos ayudó a volver a casa, entramos, apagamos las luces y ya no nos pudieron detener”, celebra.
Blandón, quien ya ha sido herido por paramilitares, retenido ilegalmente por tres días por los policías de Estelí y perseguido en su municipio, apunta que si pudiera lo volvería a hacer, porque “prefiero arriesgarme por protestar que vivir todo el tiempo bajo una dictadura”.
Dos años de prohibición a la libertad de movilización
Desde septiembre de 2018, la Policía negó el permiso a siete marchas convocadas por opositores, estudiantes, empresarios, mujeres y defensores de derechos humanos.
Protestas por el asesinato de Eddy Montes
El preso político Eddy Montes Praslin fue asesinado de un disparo el 16 de mayo de 2019, en la cárcel La Modelo. Su muerte causó indignación y sus funerales se convirtieron en una protesta masiva en Matagalpa, que se replicó en otros templos católicos que fueron asediados por policías y turbas.
Protestas en centros comerciales y empresas
Ante la imposibilidad de marchar, decenas de ciudadanos realizaron plantones en centros comerciales de Managua y en algunas empresas. De inmediato, la Policía reprimió y colocó vigilancia permanente en algunos de estos lugares, que se mantienen a la fecha.
Huelgas de hambre por presos políticos
El 14 de noviembre de 2019, diez madres de presos políticos iniciaron una huelga de hambre para exigir la liberación de sus hijos. La Policía acordonó la iglesia San Miguel, en Masaya, e impidió llevar agua y medicinas. Trece jóvenes, a quienes llamaron “Los Aguadores” fueron encarcelados, y se organizaron vigilias exigiendo su liberación. Fueron excarcelados en diciembre.
Focos de resistencia
Algunas ciudades han mantenido pequeñas protestas esporádicas, sobre todo en fechas simbólicas de la lucha cívica. En la Isla de Ometepe, se realizó una protesta el 19 de abril de 2020 que terminó con la encarcelación y condena de cinco manifestantes.
Lanzamiento de la Coalición Nacional
A pesar de que la Coalición Nacional permanece estancada por conflictos internos, su lanzamiento avivó varias protestas durante sus actos públicos.
Símbolos de resistencia
Colocar banderas de Nicaragua, ha sido criminalizado por el Gobierno. Varios comerciantes fueron confiscados por vender banderas consideradas subversivas porque el arcoíris se asemejaba a una barricada.
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