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Las consecuencias ambientales de la represión política

Zimbabue encarna el nexo entre la represión política, el mal gobierno y la degradación ambiental. Las fronteras nacionales no limitan sus efectos

Foto: EFE/EPA/AARON UFUMELI | Confidencial

Henry Munangatire

26 de septiembre 2020

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HARARE – Zimbabue supo ser la nueva promesa de África: contaba con un sólido capital humano, considerables riquezas en recursos naturales y una infraestructura moderna, era líder del continente en la producción de maíz, trigo y soja; sus exportaciones agrícolas le ganaron el apodo del «granero de África»... ¡Cuán profundo ha caído!

En la actualidad Zimbabue apenas puede alimentar a su propia gente, ni que hablar del resto del continente. Según el Programa Mundial de Alimentos, unos 8.6 millones de zimbabuenses necesitan asistencia y se prevé que la desnutrición aguda aumentará un 15 % en 2020, exacerbada por el impacto de la pandemia de la COVID-19. Además, el gobierno no cumple con la provisión de servicios básicos como agua potable, atención sanitaria, vivienda adecuada y educación.

Zimbabue también sufre una de las peores crisis económicas de su historia (la segunda en poco más de una década). El país está jaqueado por la inflación galopante, una grave escasez de combustibles, cortes de energía prolongados y un creciente desempleo. Actualmente, cerca del 90 % de los zimbabuenses lucha en el sector informal para ganarse el sustento.

Estos problemas comenzaron con la pésima gestión económica de Robert Mugabe, cuyo gobierno se prolongó durante 37 años —finalizó cuando los militares lo obligaron a renunciar en 2017— y estuvo signado por una profunda, y a menudo violenta, represión política. Pero el sucesor de Mugabe (el presidente Emmerson Mnangagwa) y la junta militar que facilitó su ascenso al poder no trajeron consigo muchos cambios. No solo se preocuparon poco por reformar la economía y crear las condiciones para la inversión y el crecimiento, además mantuvieron las prácticas represivas de Mugabe.


Pero no es solo el pueblo de Zimbabue el que sufre por el comportamiento del régimen, también se vio afectado el medio ambiente. La Comisión de Bosques de Zimbabue estima que el país pierde 330 000 hectáreas de bosques al año, y que la superficie cubierta por selvas y bosques se redujo del 53 al 45 % desde 2014. El principal motivo de esta caída es que los zimbabuenses dependen de la biomasa para producir aproximadamente el 70 % de su energía, debido a la falta de electricidad y el elevado costo del gas para cocinar.

La deforestación Zimbabue contribuyó a la reducción de las precipitaciones anuales en la región durante la última década. (El aire que pasa sobre los árboles produce el doble de lluvia que el que no lo hace). Como Zimbabue está en el trópico, algo que la torna especialmente vulnerable a los cambios en los patrones de lluvias, esto contribuyó a las sequías reiteradas, una de las principales causas de la inseguridad alimentaria.

La baja de las precipitaciones también afectó a la generación de energía eléctrica, ya que obligó en 2019 al cierre parcial de la planta hidroeléctrica del lago Kariba, que provee a Zimbabue con más del 50 % de su electricidad, además de brindar energía a Zambia. Por la escasez de divisas, la fuente alternativa de electricidad del país —importaciones desde Mozambique y Sudáfrica— resulta inalcanzable. En 2019, los cortes de energía de hasta 18 horas se tornaron rutinarios, lo que afectó la actividad económica.

Cuando se trata de brindar otros servicios —como la gestión de los residuos urbanos y la provisión de agua potable— los fracasos del gobierno parecen intencionales. Durante los últimos 20 años, la oposición de la Alianza del Movimiento por el Cambio Democrático (MDC–A), liderada por Nelson Chamisa, ganó popularidad y ahora controla 26 de los 32 gobiernos locales urbanos. Para reafirmar su autoridad, el partido de Mugabe y Mnangagwa, la Unión Nacional Africana de Zimbabue - Frente Patriótico (ZANU–PF) usó su poder para evitar las disposiciones constitucionales que otorgan a los residentes y las autoridades locales un mayor control en la provisión de esos servicios.

La politización de los servicios básicos afectó significativamente su provisión. La mala gestión de los residuos tuvo como consecuencia que el lago Chivero, principal fuente de agua de la ciudad capital, Harare, se contaminara con efluentes cloacales que provocaron su eutrofización (crecimiento excesivo de la vegetación por acumulación de nutrientes). Según un informe reciente del Concejo Municipal de Harare, el agua del lago Chivero está actualmente contaminada con sustancias que pueden producir enfermedades hepáticas y del sistema nervioso central.

La principal planta de tratamiento de agua de Harare, construida con capacidad para atender a 300 000 personas, proporciona hoy agua a más de 1,5 millones de habitantes y está muy lejos de dar abasto. La combinación de una gestión de residuos inadecuada y la falta de agua potable fue responsable del brote de cólera en 2008, que cobró más de 4000 vidas.

La minería de oro, una actividad económica clave desde antes del colonialismo, hace peligrar aún más la salud de los zimbabuenses: la incertidumbre política y un entorno de negocios poco favorable han debilitado la inversión en ese sector, por eso la mayor parte de la minería (cerca del 60 %) se realiza de manera ilegal, sin consideración alguna por las normas ambientales y de seguridad. El resultado ha sido la creciente contaminación del río Mazowe, que fluye desde Zimbabue hasta Mozambique, donde el agua cada vez más tóxica se usa en los hogares, para la recreación y la agricultura.

Hacer cumplir las normas ambientales no es una prioridad para el gobierno de Zimbabue, porque el oro es una valiosa fuente de divisas. Según Transparencia Internacional Zimbabwe, sin embargo, el país pierde más de 200 millones de dólares al año, ya que se venden enormes cantidades de oro en el mercado negro y son eventualmente contrabandeadas fuera del país a sitios como Dubái y Sudáfrica.

Zimbabue encarna el nexo entre la represión política, el mal gobierno y la degradación ambiental. Las fronteras nacionales no limitan sus efectos, por lo que este nexo debiera preocuparnos a todos.

*Este artículo fue publicado originalmente en Project Syndicate.

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Henry Munangatire

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