8 de septiembre 2020
Se sabe, pero es necesario repetirlo: la ausencia de valores éticos hace deficitaria y por ende dudosa la integridad personal del más pintado de los individuos. Esto vale igual para las instituciones, porque todo puede ser pintado con frases de un discurso de cualquier tipo servicial, de frases hiperbólicas o con la intención de buscar oportunidades con el poder.
Un temprano ergo: los hechos claros y pelados son los únicos con los que una persona o una institución puede reflejar su verdadera imagen, sus bondades fácticas y honestidades sin faltas. Es entonces, cuando podremos valorar cuánto tiene de verdad lo que se dice en el discurso, o saber cómo mienten sus palabras. Es la única manera de saber cuánta falsedad nos dice a diario la propaganda gubernamental. Más apropiado decir: lo que nos dice a diario en su propaganda la consorte del gobernante.
En nuestra realidad actual, que no es la realidad que pintaron Daniel Ortega, Julio César Avilés y Rosario Murillo (en su acostumbrado postre) en el acto del 41 aniversario del Ejército Nacional, se revela que hay dos ejércitos más: el Ejército sandinista de ayer y el Ejército real de todos los días de hoy. Una revelación de cantores como trío y como solistas: tres personas distintas y un solo poder verdadero: el de los Ortega-Murillo.
No pienso hacer, no estoy escribiendo, ningún análisis de sus discursos que golpearon los oídos de quienes los tuvimos que escuchar por deberes de oficio, aunque hay quienes los escuchan con el mismo arrobo y fidelidad “del perrito de la Víctor” mirando hacia el parlante (quien no recuerda ese sello de la Víctor, que se lo pregunten a los mayores, pero bien maduros).
¿Qué es lo nuevo que se puede escuchar en los discursos de Avilés y el de Ortega, diseñado por Murillo? ¿Cuál podría ser el motivo para que esos discursos pudieran atraer la atención de un mortal con independencia de criterio? Poco o nada. Ni su estilo ni su contenido. Sin embargo, siempre hay un motivo para escuchar esos discursos o para leerlos, pues quien no lo hace se pierde de, primero, bostezar a boca plena y después para hacer observaciones que merezcan la crítica.
Como sea, o piense usted lo que desee, el hecho cierto es que, a través de un discurso se puede ver cuán fuera de la realidad está quien lo dice, y cuántas contradicciones tienen con la realidad que no quieren ver.
Hace ya mucho tiempo circula entre los opositores, la aspiración de un país sin Ejército, justificándola con las denuncias de los actos inconstitucionales del actual Ejército, y de no cumplir con su deber constitucional de desarmar a las fuerzas paramilitares irregulares, causantes de la mayoría de los asesinatos de abril de 2018 hasta hoy.
La argumentación más oída al respecto de esa demanda, se refiere a los grandes gastos para el mantenimiento de un ente improductivo en un país pobre, casi mendigo internacional y cliente fijo de los prestamistas del mundo. Se señalan también las experiencias de países del vecindario y de más allá, que la pasan bien sin Ejército, solo con la Policía.
Es decir, el reclamo es no tener un costoso instrumento con fines de guerras inexistentes e indeseadas –como innecesarias—, sino un modesto instrumento militar que garantice la seguridad de la ciudadanía. El argumento es atractivo, y merece ser estudiado, porque hay Policías, como la “nuestra”, con la cual, buscando solución, nos puede “salir cabra” otra vez.
Con una mala Policía equivale a estar bajo la sombra de la tortura, de arrestos injustos, de violencia, de un balazo “al aire” o de puro aire y del acoso policial, hechos tan “de moda” en los últimos tiempos.
Sobran pues, las razones por las que se justifica prescindir de un Ejército, y conseguir ahorrar millones de dólares que tanto se piden prestados para hermosear la deuda externa. Pero el asunto no es eliminar por eliminar, sino planificarlo bien, y para esto se necesita de un nuevo gobierno, el que no por ser nuevo será indefectiblemente bueno, sino de gobierno en verdad democrático por sus hechos y no por los discursos demagógicos, como los que escuchamos en el 41-09 del martes anterior.
Eso significaría, aunque es mejor que digamos significará, coraje y honestidad para enfrentar problemas y conflictos que no desaparecerán por el solo cambio del gobierno. También, aunque nos duela reconocerlo, lo tendremos que reconocer, porque históricamente así ha sido y seguirá siéndolo, “sin fecha ni calendario”: nuestro país, seguirá orbitando dentro del espacio hegemónico de los Estados Unidos.
Quienes así no quieran reconocerlo… imaginemos quiénes pueden ser y por cuáles intereses. Por ahora, esos no son objetos propicios para mencionarlos aquí.
Volvamos mejor al asunto de la guardia… perdón del Ejército que tenemos hoy. La injerencia externa no es ejercida siempre por la vía armada, como para hacer indispensable a un Ejército, pues existen otras formas con las cuales se lesionan soberanías nacionales que no requieren armas para combatirlas, sino dignidad. El Ejército pretende ser defensor de la soberanía en tiempos de paz, pero no defiende nada. Más bien causa elevados gastos a un país en crisis económica endémica.
Al margen de estas cuartillas:
OGL
*El lema del ejército, así justifica su existencia: “En defensa de la Patria y la Institución, ¡Firmeza y Cohesión!” Esto obliga a preguntar: ¿a cuál institución se refieren, a la república o a la Institución-ejército? Firmeza, ¿ante quién y cohesión con quién?
Por la fuerza de los hechos, no pueden referirse a otra institución que no sea la suya, porque la institución del Estado ha quedado “a la buena de dios”, pero en las manos de los Ortega-Murillo. Estos, la han violado para reelegir a su presidente de forma indefinida y para aprobar leyes que solo a sus intereses convienen.
*La institución del ejército no ha mostrado firmeza ante el capricho de Daniel de saltarse dos veces el escalafón militar para reelegir a Julio César Avilés, como jefe del ejército. Y la cohesión demostrada ha sido con el proyecto dictatorial de Daniel.
*Un pequeño ejemplo de cuánto se puede gastar para nada útil, lo ofrece la publicación del suplemento del Ejército Nacional para celebrar su 41 aniversario, en la edición del Diario La Prensa del 02/09/2020. Debe ser tan cara, que ni lo puedo imaginar:
--Tiene 8 páginas tamaño estándar, en papel bond, en dos secciones.
--En la primera insertaron 55 fotografías a colores en distintos tamaños, más 8 cuadros estadísticos y el símbolo en dorado del 41 aniversario, para sumar 63 gráficas.
--En la segunda insertaron 80 fotografías a colores y distintos tamaños, más 4 cuadros estadísticos suman 84 gráficas. Entre las dos secciones hacen un total de 146 gráficas, entre ellas las fotografías del dictador y la del gran jefe militar.
--El ego de la vicepresidente no podía quedar insatisfecho, y el suplemento metió: el peso de sus 17 arrobas en el texto que le redactó a Daniel y que ella firma a su vera, al pie del saludo presidencial para el Ejército Nacional; se autonombró de primero entre los saludados por su marido en el texto que ella misma redactó; metió todas las mayúsculas que pudo, en las iniciales de palabras comunes; creó una nueva palabra en mayúsculas y negritas, compuesta de un sustantivo y un adjetivo para demostrar ORGULLOPATRIO.
Necesario es que vuelve al comienzo: la ausencia de valores éticos hace deficitaria y por ende dudosa la integridad personal del más pintado de los individuos. Y de las instituciones que se pintan de rosado chicha también.