31 de agosto 2020
La economía nicaragüense continúa su marcha atrás, con indicadores cayendo a niveles de hace tres y hasta cinco años, que se resumen en dos palabras lúgubres para definirla: “depresión económica”.
Al concluir el 2020, el Producto Interno Bruto tendrá un descenso de -6.1%, que sumado al -4.0% de 2018, y el -3.9% de 2019, “nos da una caída acumulada, en los tres años, de 14.4%”, comparado con el PIB de 2017, señala el economista Néstor Avendaño, presidente de Consultores para el Desarrollo Empresarial (Copades).
“El criterio técnico enseña que cuando se acumulan tres años consecutivos de caídas, podemos aseverar técnicamente que existe depresión económica”, explicó al ser entrevistado para el programa Esta Semana, que solamente se transmite en línea, debido a la censura televisiva ordenada por el Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Al comparar con el desastre económico de los años 80, el experto asevera que la administración pública actual optó por una “crisis estructural de la depresión económica”, mientras que la de hace 40 años se decantó por una “crisis estructural de la deuda pública”.
La diferencia entre ambas es que el costo de una crisis estructural de la depresión económica (como la actual) es el elevado desempleo, mientras la decisión de los años 80 se manifestó en una hiperinflación que llegó a los anales de la historia de la Economía mundial.
El desempleo que se observa en la actualidad, viene encadenado con un aumento en los porcentajes de población que deben vivir en la pobreza. Comparando 2020, con los datos que arrojó la Encuesta de Medición de Nivel de Vida 2014 —la última avalada por el Banco Mundial— Avendaño confirma que se evaporó la reducción lograda en los años de bonanza logrados al amparo de la privatizada cooperación estatal venezolana.
“Hemos retrocedido prácticamente seis años en el tema de la pobreza”, lamentó.
El futuro cercano, el electoral año 2021, se presenta como un año de menor caída, pero siempre en terreno negativo: -1.2% según los cálculos de Avendaño y el equipo de economistas que le acompañan en Copades.
Sin espacio para más impuestos
Si la matanza indiscriminada de ciudadanos que demandaba democracia, libertad y justicia se entiende como la razón de la debacle económica de 2018, y la semicuarentena voluntaria explica el desplome de casi todas las variables económicas en 2020, la reforma tributaria, contra la que tronaron todos los economistas independientes, es el factor que explica el derrumbe de las empresas observado en 2019, y que persiste hasta el presente.
“El efecto de la reforma tributaria… es que hay una menor recaudación, en términos reales, y eso lleva al déficit fiscal, que si en 2019 fue de 0.4% del PIB, este año se acerca al 1% del Producto Interno Bruto, lo que se manifiesta en un congelamiento del gasto, en términos reales”, detalló.
De forma adicional, se observa un menor financiamiento externo para las inversiones —dadas las sanciones estadounidenses aplicadas al amparo de la Nica Act— mientras que el intento gubernamental de aumentar sus ingresos vía reforma tributaria —que tuvo algún éxito en 2019— este año viene en retroceso.
Así, aunque el gasto esté congelado, el déficit fiscal sube en términos absolutos (de -0.4% a casi -1%), con la salvedad que ese incremento del déficit no tiene problemas de financiamiento, porque “el Gobierno central está emitiendo títulos valores, que muy campantemente están comprando los representantes del sistema financiero a dos años plazo, en dólares y con una tasa de interés draconiana del 8% anual en tiempos de depresión económica mundial” advirtió.
Intentar recaudar más sería contraproducente, pues “ya no hay posibilidades de seguir aumentando impuestos”, porque eso hundiría más el crecimiento. “Antes había solo una crisis, ahora hay dos”, por eso, Avendaño no cree que las autoridades gubernamentales apuesten por elevar las tasas tributarias, ya sea directas o indirectas.
La idea de que quizás intenten elevar las tasas de contribución a la Seguridad Social, resulta al economista como “algo inaudito, inadmisible, porque en vez de lograr mayores ingresos, los verán caer porque estamos en una depresión económica”, insistió.
Sector por sector
El resultado se observa en la mayor parte de los distintos rubros de la economía nacional, con especial virulencia en el sector servicios, que contribuye en poco más de la mitad de la formación del Producto Interno Bruto del país, mientras el casi 50% restante corresponde a las actividades productoras de bienes, agropecuarias y manufactureras, construcción, y minería.
El presidente de Copades explica que la actividad comercial es la más impactada de entre todas las que conforman el sector servicios, que cae 13.5%, muy similar al 14% en que cae la actividad bancaria, o el casi 8% en que se desploman los servicios comunales y servicios personales.
A la par, se observa una disminución de 3% de la industria manufacturera, porque “se cayó la demanda”, ante lo cual “muchas empresas industriales optaron por bajar sus niveles de producción”, explicó.
La construcción cayó prácticamente 47%, y si bien su aporte a la formación del PIB es menor al 1%, esa caída de 47% golpea al empleo formal e informal asociado a la actividad constructiva, especialmente en su faceta privada, porque “la pública se mantiene a expensas del financiamiento no concesional del Banco Centroamericano de Integración Económica”, aclaró.
Por el otro lado, se observan “leves crecimientos en la producción agrícola, y en la ganadera, mientras que la actividad minera se ve estimulada por el elevado precio de la onza troy, que rompió la barrera de los dos mil dólares”, y se mantiene oscilando alrededor de ese precio.
El desempeño de las empresas adscritas al régimen exportador de zonas francas preocupa mucho, porque su valor bruto de exportación, “que en condiciones normales era de 3000 millones de dólares, hoy es 2000 millones de dólares”, y esos mil millones menos, afectan al capital y a las utilidades de las empresas, y por extensión, al ingreso de la población de donde son originarias esas empresas, manifestándose a través de severas tasas de desempleo.
“Lo que preocupa de las zonas francas es que se cierran empresas, y eso tira [a miles] a la calle, al desempleo. Ya han cerrado grandes empresas de zona franca, y muchos han sido despedidos”, graficó.
Algo más que las microempresas
Al buscar alternativas de solución en el terreno estrictamente económico, Avendaño reconoce que, si bien la microempresa genera miles de empleos, esa no puede ser la solución, en especial, al comprobar que “se está minimizando el nivel de actividad” de ese sector. “No se está maximizando”, reconoció.
“Minimizar el nivel de actividad significa reducir al máximo los costos, tratar de evitar un severo impacto en la caída de los ingresos. Pero aquí viene un gran problema, esto lo están haciendo no solamente las grandes empresas, sino también las microempresas”, con el agravante que no son sujetos de crédito en el mercado financiero convencional, recordó.
Los datos muestran que la microempresa nicaragüense no ostenta alta productividad, porque está asociada a altos niveles de informalidad. Tanto la pequeña como la microempresa se caracterizan por no llevar contabilidad y, por ende, no cotizan al Seguro Social, ni pagan impuestos, lo que es un freno adicional para la economía.
A quienes aseguran que la microempresa es un sector pujante, Avendaño les recuerda que “ningún país ha crecido sobre la agricultura”, del mismo modo que ninguno haya surgido sobre la microempresa.
“La microempresa necesita recibir de la gran empresa o de parte del Estado, una transferencia tecnológica para ser importante en el tejido empresarial, y no estamos viendo eso, además que solo son sujetos de crédito a través de las empresas de microfinanzas, donde el costo del crédito en dos o tres veces mayor que el de la banca convencional, por lo que no veo salida a través de esas actividades”, alertó.
Fuerzas exógenas pueden dañar más el pronóstico para 2021
La situación no mejorará (mucho) en 2021, año para el que el Fondo Monetario Internacional (FMI) avizora un crecimiento global de 5%, con Estados Unidos —nuestro socio principal— creciendo 4%, lo que debería generar cierta reacción positiva para Nicaragua, a través de los cuatro canales de transmisión: compra de exportaciones, inversión extranjera directa, remesas familiares y turismo.
El problema es que esos canales están interrumpidos “no solo por el covid-19, sino también por el problema político de 2018. Así que preveo que la economía volverá a caer el próximo año”, a razón de 1.2%, sin soslayar “los graves riesgos extraeconómicos que tenemos para el próximo año”, insistió el experto.
Se refiere, por ejemplo, a la posibilidad de que Mauricio Claver-Carone, asesor especial del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, alcance la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, y sume esfuerzos con el subdirector del FMI, y el presidente del Banco Mundial, en contra de Nicaragua.
“Gane quien gane las elecciones en Estados Unidos, ahí hay un triángulo que es un muro que va a detener cualquier flujo de recursos externos multilaterales para Nicaragua. Gane quien gane”, advirtió.
Luego, en octubre se reúne la Organización de Estados Americanos (OEA), lo que activa el riesgo de que se le aplique la Carta Democrática a Nicaragua, lo que sería “tremendamente destructivo para nuestra economía”, entre otras razones, “por la influencia del BID sobre el BCIE para parar el financiamiento concesional”.
Otras fuentes de riesgo son un nuevo período de Trump al frente de ese país, lo que representa un riesgo para la continuidad del Tratado de Libre Comercio, y sería desastroso para nuestra economía, enlista el experto, aclarando que no incluyó esos elementos en el análisis que le llevó a pronosticar la caída de -1.2% para 2021.
Por ello, concluye que “la solución política es urgente. Yo espero que el próximo año se dé el diálogo entre los partidos políticos, que lleve a reformar la Ley Electoral, que se garantice la transparencia y, por supuesto, que nadie en Nicaragua se queje con los resultados de esas elecciones”.