31 de agosto 2020
A “Sergio” le estorba el cubrebocas. Cada vez que va a la calle y lo lleva, exigido por sus dos hijos, se lo va quitando y poniendo. “Siento que me ahoga”, insiste. Reniega que se vaya a contagiar de covid-19. “Si me da, me da, pero no creo que sea tan grave como lo pintan”, dice este hombre de 52 años, que pide preservar su identidad en esta entrevista.
Cada fin de semana, sigue con su rutina que tenía, desde antes que empezara la pandemia. “Solo me detuve como un mes que mis hijos me obligaron a salir muy poco”, explica. Por lo general, ahora sale a hacer compras al mercado, a reunirse en bares con sus amigos, ir a los casinos a jugar unas “moneditas” y sobre todo ir a cualquier partido de futbol o de beisbol “de perreras”.
“Hasta hace poco me iba al estadio de beisbol con mis amigos y sí siento que se guardaba la distancia. Al menos a los partidos que logré ir yo, porque sí vi fotografías de gente amontonada en algunas ciudades”, comenta. Pero, igual no le preocupa.
Aunque sus hijos lo riñen y tratan de tomar todas las medidas preventivas para evitar el contagio de covid-19, con él ya “desistieron”. Al principio lo obligaban a cambiarse de ropa cuando volvía de la calle y lavarse las manos y usar alcohol gel, ahora solo le piden que se limpie las manos. “La vigilancia extrema ya terminó”, expresa.
“El covid-19 es un virus leve y no sé si sea tan contagioso como dicen. Mira que en mi caso he andado de arriba a abajo y a mí nada me ha dado. Tampoco a ninguno de mis hijos, ni a mi esposa”, afirma.
En la semana, “Sergio” sigue yendo diario a su trabajo en una ferretería de Jinotepe. “Los primeros meses después que anunciaron el primer caso de covid-19 la gente se asustó y llegaban muy pocos, ahora la gente llega con normalidad”, comenta. Sin embargo, en el trabajo debe usar cubrebocas todo el día.
“Por eso cuando salgo siento que puedo respirar un poco”, insiste. Sus compañeros, se burlan de su incredulidad y alguno que otro ha tenido algún familiar con covid-19. Pero “Sergio” les refuta: “de nosotros nadie tiene el jodido virus, por eso yo digo que no existe”.
En su calle tampoco nadie se ha contagiado, aunque a la calle siguiente sí, y en la otra también, y en la misma manzana igual. “Pero bueno, el virus no ha llegado a mí, no sé si soy inmune porque soy de raza fuerte”, repite.
Desde artistas hasta presidentes…
A pesar de que el coronavirus ha causado cientos de miles de muertes y millones de contagiados alrededor del planeta, aún hay voces que dudan o minimizan la existencia del virus. Muchas de esas voces son artistas, deportistas, funcionarios e incluso hasta mandatarios.
En los primeros días de marzo el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, minimizó la gravedad de la pandemia. “Hay quien dice que, por lo del coronavirus, no hay que abrazarse. Pero no pasa nada”, declaró.
Al mandatario se le vio en actos abrazando a sus seguidores y besando bebés en sus actos políticos.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, afirmó en febrero que el virus era un arma biológica para atacar a China.
Otros mandatarios como Daniel Ortega, en Nicaragua; Jair Bolsonaro, en Brasil; y Donald Trump, en Estados Unidos también minimizaron el impacto del SARS-CoV-2.
Algunos de ellos tuvieron que admitir, tiempo después, la gravedad de la pandemia o incluso se contagiaron, como el caso presidente brasileño. “El coronavirus es una simple gripecita, todos moriremos algún día”, había declarado antes Bolsonaro.
“El virus del desempleo”
“Andrés” trabajaba en mantenimiento en un hotel en San Juan del Sur. Pero la pandemia lo dejó sin empleo. Ante la falta de visitantes lo mandaron a su casa, “hasta nuevo aviso”.
Para él, hay mucho “invento con el virus” que seguro se “creó” para “vender luego las vacunas”.
“Estos virus se crean para controlar la sobrepoblación y para hacer negocio con las vacunas”, sostiene.
Como vive solo con su esposa dice que “pasamos encerrados lo suficiente” y “nuestro riesgo es mínimo porque no nos relacionamos con nadie”. Ambos montaron un improvisado negocio de venta de muebles de madera.
Aunque ha tenido familiares fallecidos por covid-19, para “Andrés” esto ocurrió “porque tenían otras enfermedades que los hizo vulnerables”.
“Andrés” no niega que el virus existe, pero asegura que es “como una gripe que nos dará a todos alguna vez en la vida”. “Ya el virus anda por ahí, paseándose y es inevitable que nos vaya a dar, pero no podemos paralizar nuestra vida por eso”.
Se lava seguido las manos, usa cubrebocas, evita aglomeraciones, “porque tampoco nos vamos a poner para que el virus nos dé si lo podemos evitar”, admite.
“El que sabe cuándo nos vamos a morir es ‘El de arriba’. Eso no lo vamos a evitar. Desafortunadamente mucha gente, como yo, se está quedando sin trabajo por todo esto. Lo que tenemos es un virus del desempleo en Nicaragua”, reclama.
Promueven contagio
El doctor Eddy Valverde, miembro de la Unidad Médica Nicaragüense, afirma que el no creer o minimizar la gravedad de la pandemia de covid-19 solo puede generar “mayores contagios”. A cinco meses y medio de la pandemia, en Nicaragua se reportan extraoficialmente más de 10 000 casos, aunque las autoridades del Ministerio de Salud admiten menos de la mitad.
“Es un asunto de percepción, porque por un lado tenés a todos los medios oficialistas que se han dado a la tarea de vender la pandemia como una enfermedad común, y por otro lado algunos tratando de educar y advertir a la población sobre la importancia del distanciamiento social”, explica.
Para el médico, uno de los principales obstáculos a vencer en esta emergencia sanitaria es “la incredulidad” porque hay mucha gente “que no cree que exista la enfermedad, que es mortal, que sea contagiosa y por lo mismo no acata las medidas para evitarla”.
Asimismo, indica que no existe en Nicaragua “una política informativa” del Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo “que refleje la realidad del covid-19 y por eso vivimos en una aparente normalidad”.
“El nivel de contagio en términos de números es bajo con respecto a la cantidad de población y por eso mucha gente que no ha tenido un familiar muerto o grave por la pandemia tiende a creer que no pasa nada, participa en actividades masivas lo que facilita un rebrote de covid-19”, apunta.
Una encuesta de Unicef entre jóvenes de América Latina y el Caribe, publicada en junio, muestra que solo un tercio de los encuestados elige todas las respuestas correctas cuando se les pregunta cómo se transmite la covid-19.
“Más preocupante, aproximadamente un tercio de los 10 500 jóvenes encuestados en la región creen que no corren el riesgo de contraer la enfermedad”, apunta el organismo.
Valverde insiste en que esa falsa creencia “de que no pasará nada” lo que provoca a corto plazo es que “contagien a alguien que sea más vulnerable”.
Lamenta además en Nicaragua que “se minimiza la evidencia científica, asociando la pandemia al concepto mágico-religioso”.
“Si nos curamos es por la gracia de un ‘Ser Divino’, y aunque soy creyente, creo que Dios nos protege, pero nos manda a cuidarnos. La gente no asume la evidencia científica porque no quiere asumir su responsabilidad personal”, insiste.
“Vamos a sobrevivir”
“Julián” tiene 21 años y para él; el virus es “algo inevitable”. Sigue estudiando y en sus tiempos libres sigue trabajando en un taller mecánico familiar.
“El coronavirus es como esas plagas que han pasado y que seguirán llegando, hay que tener fe en que va a pasar, en que vamos a sobrevivir”, dice. Pero toma muy pocas medidas para protegerse porque “si toca, toca”.
Aunque reconoce tener cierto temor, cree que si se contagia “al menos ya seré inmune”.
“Es verdad que hay mucha imprudencia en andar en actividades masivas donde no conocés a la gente, por eso lo mejor es verse con la familia únicamente y cuidar a los mayores que son los más débiles ante el coronavirus”, menciona.
Dice que hay días en que se despierta más optimista que otros. “Lo lamentable es que nada es como antes y lo que dicen todos es que esto va para largo”, lamenta.
Sin embargo, eso no impide que ya haya retomado alguna de sus rutinas favoritas como ir al gimnasio, ver a sus amigos, ir a la playa y salir a una que otra fiesta.