17 de agosto 2020
En la primera fila del hemiciclo de la Asamblea Nacional se sentaron las tres titulares del Ministerio de Salud (Minsa). Era la víspera del Día Nacional del Trabajador de la Salud y llegaron a recibir la “Medalla de Honor Asamblea Nacional en Oro” por su “destacada labor” frente a la pandemia del coronavirus en Nicaragua. El reconocimiento fue entregado a las tres mujeres por el presidente del Poder Legislativo y secretario general de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetsalud), Gustavo Porras, que irónicamente es quien ejerce el verdadero poder en ese Minsa de tres ministras.
El nombramiento de las tres titulares en esa institución ha sido destacado como una proeza por la vicepresidenta y vocera oficial Rosario Murillo. “Hemos reforzado con especialistas mujeres la dirección del Ministerio de Salud… Tenemos tres ministras: la ministra propietaria, diremos, la doctora Martha Reyes; la doctora Carolina Dávila, ministra asesora; y la doctora Sonia Castro, que también es ministra asesora”, dijo Murillo en su monólogo del mediodía del cuatro de abril.
Cuatro meses después, el seis de agosto, las tres ministras posaban en el hemiciclo legislativo junto a Porras, quien dijo que estaba “orgulloso” de las tres funcionarias. Ninguna de ellas, sin embargo, pronunció una sola palabra. ¿Cuál es el poder real de las tres funcionarias? Fuentes vinculadas al Minsa y exfuncionarios de la institución aseguran que ellas tienen un poder nulo y quien realmente manda es Porras, uno de los principales operadores políticos de Murillo.
La doctora Sonia Castro, ginecóloga de profesión, fue separada del cargo tras las sanciones en su contra hechas por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, por ordenar que se negara atención médica a las víctimas de la represión contra la Rebelión de Abril. Sin embargo, es ella quien recibe a los representantes y donaciones internacionales para la institución. Su relevo, Carolina Dávila, fue relegada de sus funciones en pleno ascenso de la curva de contagios de covid-19, en abril pasado. Mientras, a la actual ministra Martha Reyes, únicamente se le ve los martes de cada semana, leyendo los cuestionados comunicados del Minsa sobre el impacto de la pandemia: una aparición de menos de 70 segundos, en los que llega, lee y se marcha sin responder a ninguna pregunta.
Sonia Castro, la ministra sancionada
Sonia Castro es especialista en Ginecología y fue nombrada ministra de Salud en marzo de 2010, siendo la tercera persona en ocupar ese cargo desde que Daniel Ortega regresó al poder en 2007. Los doctores Maritza Quant y Guillermo González le precedieron. A Castro se le conoce por su lealtad al Frente Sandinista, pero fue destituida como titular y nombrada “ministra asesora” en julio de 2019, después de haber sido sancionada por los Gobiernos de Estados Unidos y Canadá.
Sobre Castro pesa la orden de negar atención médica a las víctimas de la masacre contra la Rebelión de Abril, en 2018. Una actitud que revivió un incidente similar en su trayectoria, veintiséis años atrás, cuando hacía su servicio social en el hospitalito de Waslala, en el Caribe Norte: era 25 de diciembre de 1992 y un grupo recontra llegó con la misión de secuestrarla y asesinarla, porque en la Nochebuena se habría negado a atender las heridas de un desmovilizado de la Contra.
“Un excontra tuvo un altercado, le pegaron un balazo y lo llevaron al hospitalito; entonces ella, como se dio cuenta que era un contra, no lo quiso atender. Prácticamente lo sacaron a la calle y el hombre murió desangrado”, relata “Romel”, un trabajador del Minsa. En consecuencia, un contra identificado como “Nortiel” ordenó ejecutar a Castro. Se salvó “por un milagro”, según dijo ella misma, dos días después del hecho, en declaraciones al hoy desparecido periódico El Nuevo Diario.
En lugar de matar a Castro, los recontras asesinaron al director del hospitalito, Martín Villarreal Condega, porque se negó a decir dónde estaba ella. Desde entonces, la doctora Castro “no volvió a esa zona y comenzó a meterse más en las estructuras del Frente Sandinista”, comenta “Romel”, quien explica que el esposo de Castro también pertenecía a la dirigencia del FSLN en Waslala.
En 2018, al frente del Minsa, Castro ordenó una política en los hospitales públicos para no atender a los heridos causados por la violencia policial y paramilitar. Uno de los casos más evidentes sucedió en el Hospital Escuela Oscar Danilo Rosales Argüello (HEODRA), de la ciudad de León, donde los médicos denunciaron que Castro indicó a la directora del hospital, Judith Lejarza, cerrar las puertas a los manifestantes heridos y permitir el ingreso de policías a los quirófanos.
Martha Reyes, lectora de comunicados
La doctora Martha Reyes es especialista en Epidemiología, cuenta con una larga trayectoria dentro del Minsa y el 31 de marzo de 2020 fue nombrada como ministra de Salud. Desde entonces ha cobrado notoriedad por ser quien –cada martes– lee los reportes semanales sobre la covid-19 en Nicaragua, reportes “sucintos” y poco creíbles que han sido cuestionados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
La doctora Reyes “siempre estuvo al frente del Programa de Inmunizaciones del Minsa”, explica “Francisco” un médico cercano al Complejo Nacional de Salud Conchita Palacios, desde donde despacha la ministra. “Verla (a la doctora Reyes) repitiendo un discurso, que anda ahí de ‘cola de gato’ detrás de los demás, eso no es digno. Es gente que merecería un mejor trato”, reflexiona el médico.
Quienes conocen a la doctora Reyes aseguran que siempre ha trabajado en el Minsa. “Ha sido una médico muy esforzada, ha estudiado, tiene maestrías… ella toda la vida mantuvo un perfil muy técnico y por eso ningún Gobierno la corrió”, comenta “Francisco”. Sin embargo, su gestión durante la pandemia ha sido lamentable: “Es contradictorio que una persona que se ha destacado por cumplir las normativas internacionales ahora hace todo lo contrario”, cuestiona el médico.
Carolina Dávila, ministra por “accidente”
A la doctora Carolina Dávila Murillo la conocen dentro del Minsa por tres razones: es especialista en Salud Pública, esposa del viceministro de Salud, Enrique Beteta; y un buen cuadro del Frente Sandinista. Su nombramiento como ministra de Salud en julio de 2019, en sustitución de Sonia Castro, fue prácticamente circunstancial y ocho meses después fue destituida y nombrada como “ministra asesora”.
“Romel”, el trabajador del Minsa que solicitó proteger su identidad con un seudónimo, asegura que a pesar que la doctora Dávila cuenta con la capacitación necesaria para el cargo de ministra, su nombramiento se debió a que tras las sanciones a Castro el candidato al cargo era el viceministro Beteta, esposo de Dávila, pero este se encontraba convaleciente de salud.
El doctor Beteta “tuvo un problema cardíaco, estuvo hospitalizado y permaneció durante mucho tiempo en rehabilitación. El estrés de ese cargo no lo iba a sobrellevar bien, entonces por su salud no aceptó el cargo”, comenta la fuente.
Antes de ser ministra de Salud, la doctora Dávila estuvo al frente del Sistema Local de Atención Integral en Salud (Silais-Managua) y también fue directora de regulación de profesionales del Minsa.
Como ministra de Salud, la doctora Dávila “tuvo un lapsus entre su papel como técnico y su papel como operador político” y recibió una “ola de críticas –inclusive– dentro del Frente”, comenta “Romel”. Esta situación llevó a la vicepresidencia a removerla del cargo, pero “como es un buen cuadro y es fiel al partido; entonces, la mantuvieron como asesora”.
“Francisco” el médico que fue cercano al despacho de las ministras, asegura que la destitución de la doctora Dávila se debió a que no consultaba todas las decisiones como lo hacía su antecesora, la doctora Castro.
Para “Francisco”, Castro es la “menos preparada” de todas las ministras de Salud que ha tenido Ortega. “Como no sabía nada de Salud Pública todo lo consultaba”, explica la fuente. “Comenzó consultando con el doctor Porras y cuando a él lo ponen al frente de la Asamblea Nacional, ella pasó a consultar directamente con la vicepresidenta”, algo que no hacía la doctora Dávila, como su relevo.
Dávila “es una mujer que viene desde abajo, es salubrista, es esposa del viceministro Beteta, y son gente muy disciplinada… ella tuvo sus problemas y por eso la quitaron, pero como vos no podés dar la señal a tu militancia de que estás defenestrando a mucha gente, entonces la dejaron con cargo de asesora”, subraya “Francisco”.
El poder detrás de las ministras
La pandemia de la covid-19 ha dejado al descubierto quién es quién en el Ministerio de Salud. El 18 de mayo de 2020, después de dos meses restándole importancia a la enfermedad, el presidente Daniel Ortega compareció únicamente con las personas que tienen algún peso en el Minsa. A su diestra estaban Rosario Murillo, su esposa y vicepresidenta, junto al doctor Gustavo Porras y en el otro extremo la doctora Martha Reyes, actual ministra de Salud.
Porras es eterno dirigente de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetsalud) y el Frente Nacional de los Trabajadores (FNT) —que actúa como brazo sindical del Frente Sandinista—. Las fuentes consultadas por CONFIDENCIAL coinciden en que Porras es quien ejecuta las órdenes presidenciales en el Minsa y quien controla a los trabajadores, mientras las tres ministras desempeñan una función más “protocolaria”.
Para la exministra de Salud, Dora María Téllez, las tres ministras “no tienen ningún poder de decisión”, pero están en el Minsa “porque son confiables para Rosario Murillo y Gustavo Porras”.
“El criterio de confiabilidad es lo que está pesando ahí”, afirma Téllez. “De las tres, la Sonia Castro es la que tiene un poco más de mando”, agrega.
Por otro lado, la exministra señala que una institución con tres ministras “en la práctica está descabezada”. A su juicio, la falta de dirección se percibe en “la falta de estrategias, orientaciones dispersas, más de 100 trabajadores muertos durante la pandemia que ni siquiera fueron mencionados en el homenaje en la Asamblea Nacional”, subraya.
Para “Romel”, el control de Porras en el Minsa es absoluto. “El sindicato de Fetsalud tiene la potestad de decidir a quién contratan o si hay necesidad de remover a un director o subdirector de cualquier hospital”, explica. En cuanto a las ministras “cuando hacen algo que a él (Porras) no le gusta las regaña vulgarmente, hasta las hace llorar en las oficinas de Fetsalud”, describe.
Porras, descrito como un operador político de la pareja presidencial e interventor de un amplio sector del “área social” del Gobierno, ha tenido que separarse un poco del Ministerio, tras asumir la Asamblea Nacional en enero de 2017. Tras ese nombramiento, “Francisco” asegura que el verdadero poder en el Minsa emana directamente desde la vicepresidencia de la República, que en su discurso oficial opta por fomentar la idea de un Ministerio con tres ministras.