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Un Frankenstein llamado Coalición Nacional

La UNAB y la ACJD tienen el desafío de darle la espalda al zancudismo y convertirse en un nuevo polo de atracción de la oposición

Firma de la Coalición Nacional, este 25 de junio de 2020. // Foto: Nayira Valenzuela

Bonifacio Miranda Bengoechea

12 de agosto 2020

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La situación política de Nicaragua se parece a la de un barco a la deriva, en medio de la tormenta, donde la población es la tripulación. La oposición se asemeja al capitán y la oficialidad que no tiene autoridad política o moral sobre la angustiada tripulación, se pelean entre sí y no logran ponerse de acuerdo sobre el rumbo a seguir para llegar a un puerto seguro. El resultado es el caos y la desesperación.

 Oposición a la defensiva

Al abandonar la exigencia de renuncia de la pareja presidencial y de convocatoria de elecciones anticipadas, la oposición se resignó a esperar el incierto proceso electoral del año 2021. Y el camino ha sido relativamente largo y penoso.

Desde mediados del 2018, quien impone la agenda política y los ritmos es la dictadura, no la oposición.  No podemos achacar los males actuales solo a la brutal represión de la dictadura, también debemos analizar cuáles han sido las debilidades en el campo de la oposición.

La incapacidad de los actuales grupos de la oposición, para dotarse de una estrategia que logre atraer a las masas populares, es un gravísimo problema que no tiene solución a corto plazo. Esta debilidad es explotada al máximo por la dictadura. El malestar social continúa creciendo, pero esta no espera de brazos cruzados que ocurra un nuevo estallido social. Aplica en el plano político aquella máxima militar, en el sentido que “la mejor defensa es el ataque”, y por eso ha iniciado presiones y ataques contra la Iglesia Católica, para atemorizar al alto clero y disuadir cualquier atisbo de rebelión popular.

 El pecado original de la Coalición


Ante la inexistencia de estrategias claras para retomar la ofensiva política contra la dictadura, reagrupar a la población y reorganizar la resistencia cívica, surgió una monumental improvisación: construir prematuramente la Coalición Nacional (CN).

A pesar de su pomposa proclamación, la CN no logró unificar criterios ante los problemas mas importantes: pandemia, reforma electoral, etc. Al no hacerlo, no atrajo las simpatías ni las expectativas populares. Y más bien ocurrió lo contrario: la CN fue vista como más de lo mismo.

El pecado original de la CN residió en que fue constituida con la participación de partidos zancudos o colaboracionistas. Era y sigue siendo una paradoja tremenda. La mayoría de los partidos existentes son colaboracionistas con la dictadura. Por eso se requiere constituir nuevos partidos o fuerzas políticas. Es muy difícil, por no decir imposible, pretender organizar un profundo cambio democrático en Nicaragua, con las mismas fuerzas que han colaborado con el viejo orden. En el necesario proceso de juntar fuerzas contra la dictadura, a priori no se debe descartar a nadie, pero tampoco se puede ser tan ingenuo y cerrar los ojos ante la trayectoria de los partidos zancudos o colaboracionistas.

Antes de darle ingreso pleno y capacidad de decisión, estos partidos tenían que demostrar ante la ciudadanía que realmente que habían roto todo lazo o dependencia con la dictadura, pero no se fue así. Al Partido Liberal Constitucionalista (PLC), YATAMA y al Partido de Restauración Democrática (PRD) se le recibió y fueron tratados como “hijos pródigos”.

El forcejeo por el Estatuto

La inestabilidad interna de la CN quedó en evidencia con la primera gran crisis por la aprobación del Estatuto, que pretendía resolver las contradicciones por medio de votaciones calificadas. Esta fórmula puede funcionar en organizaciones únicas, donde la mayoría decide por encima de la minoría, pero no en frentes o alianzas políticas donde solo marchan unidos en los puntos que están de acuerdo, ya que cada quien cada quien quiere mantener el perfil independiente de su organización.

Esta crisis motivó el retiro temporal de la ACJD, y fue superada parcialmente, después de un tremendo forcejeo público, con la aprobación de un artículo transitorio que estableció una salida salomónica: una parte de las decisiones mas importantes serian resueltas por consenso, y otra parte mediante votación.

Esta lucha interna se convirtió en una confrontación abierta a nivel de los medios de comunicación. Sentó una mala imagen ante la ciudadanía, porque no se discutieron políticas ni estrategias de lucha contra la dictadura, sino que reflejó una cruda pelea por el control del membrete de la CN.

Estrangulando a la representación juvenil

Pero inmediatamente vino otra gran crisis relacionada con el anhelo de los grupos juveniles de contar con representación propia. Tanto la UNAB como la ACJD cuentan con organizaciones estudiantiles o juveniles que han aspirado a tener su propia identidad. Al inicio, dentro de la Coalición Nacional se pretendió forzar a los grupos juveniles de ambas organizaciones que depusieran sus diferencias políticas para ocupar una única silla dentro del Consejo Nacional de la CN. Fue una propuesta humillante que fue rechazada por ambos sectores. Este incidente motivó que los grupos juveniles afiliados a la ACJD renunciaran definitivamente a formar parte de la CN.

La crisis siguió latente y las inconformidades también. El sector Estudiantil y Juvenil (SEJ) de la UNAB hizo varias propuestas, desde subir la cantidad de sillas de la delegación juvenil, hasta que el 50% de los cargos dentro de la Coalición Nacional estén conformado por jóvenes. De los tres delegados por cada organización, al menos dos deberían ser jóvenes entre el siguiente rango de edades: 18-27 años y 28-35 años.

La juventud fue convertida en una categoría abstracta, obviando que los jóvenes se ubican por sectores y condiciones sociales y tienen distintas posiciones políticas. En realidad, el problema de la representación juvenil no se resuelve con la cantidad de sillas dentro de la CN, sino que los grupos juveniles que surgieron en 2018, y que se encuentran muy debilitados, construyan una propuesta política para que los jóvenes, que son más de la mitad de la población, asuman el liderazgo de la nación. El debate tomó un rumbo imprevisto: parecía una guerra entre generaciones, jóvenes contra viejos, y viceversa.

La discusión fue abortada por una conspiración de los partidos zancudos dentro de la CN, con apoyo de otras fuerzas. Cuando fue diseñada la Coalición Nacional, parecía que las organizaciones sin personalidad jurídica, como la ACJD, UNAB, Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN) y Movimiento Campesino (MC) mantendrían el control sobre los partidos zancudos, pero no fue así. Se formó un bloque entre el PLC- PRD, YATAMA y MC, que sumó cinco de los siete votos, y decidieron que los jóvenes estarían representados por las juventudes de las organizaciones existentes. En pocas palabras, no tendrían representación independiente. El SEJ amenazó con retirarse de la CN, entre los jóvenes hay mucho enojo.

Árbol que nace torcido…

De esta discusión, con esta decisión del bloque de los cinco en los hechos han tomado el control de la Coalición Nacional, abriendo una nueva crisis e incertidumbre sobre el futuro de esa organización. Como Frankenstein, la CN terminará estrangulando a sus fundadores.

Hay muchos temas pendientes, como la reforma electoral, que se ha venido acomodando al status del PLC como partido del segundo lugar.

En una reciente carta enviada a Luis Almagro, el PLC se pronunció por la defensa del bipartidismo en los órganos electorales, y que “consideran que los cambios deben realizarse una vez que se logre salir de la dictadura”.

La Coalición Nacional está en cuidados intensivos, afectada por el virus del zancudismo.  La UNAB y la ACJD como fuerzas emergentes, tienen el desafío de darle la espalda al zancudismo y convertirse en un nuevo polo de atracción de la oposición beligerante.

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Bonifacio Miranda Bengoechea

Bonifacio Miranda Bengoechea

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