12 de agosto 2020
Un testigo entrevistado por el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) sostiene que, previo al incendio en la capilla de la Sangre de Cristo, en la Catedral de Managua, ocurrido el pasado 31 de julio, vio a un sujeto encapuchado, usando guantes de tela y llevando una bolsa negra bajo el brazo y, minutos después que este ingresó en la capilla, escuchó como algo se rompió y surgieron los gritos de los dos testigos oculares del siniestro, identificados en el informe de la Policía como Xiomara Castro y Manuel Bravo Alvarado.
“Vi que traía guantes, eran guantes de tela y en las manos una bolsa negra, no la llevaba guindada sino sujetada a su costado, así abrazada”, describió la mujer al referirse al sujeto que vio ingresar minutos antes del incendio en la capilla de la Sangre de Cristo.
El testigo agregó que “no” escuchó explosión alguna, pero sí “como si se hubiera roto una bolsa con aire, escuché el bugido y los gritos de doña Xiomara (Castro) que estaba en la capilla, también estaba un señor feligrés (Manuel Bravo) que siempre viene a rezar y el sujeto que entró con la bolsa”.
Otra de las testigos de la presencia del encapuchado, Alba Ramírez, entrevistada por medios de comunicación independientes, ha descrito al sujeto como “un joven así como de mi tamaño, delgado, encapuchado con una camisa y traía algo envuelto en las manos”.
Ramírez insistió -en sus declaraciones a los medios de comunicación-- en que el hombre mostró interés por llegar a la capilla y les preguntó hacia dónde quedaba, por lo que “nosotros le dijimos que era por este lado, a los minutos nos dimos cuenta que se estaba incendiando la Sangre de Cristo (...)”.
Rápida combustión
El incendio en la capilla de la Sangre de Cristo ocurrió a eso de las 11:20 de la mañana, pero fue controlado en unos diez minutos, según la versión oficial. La rápida combustión del lugar ha sido un punto de debate por los expertos, pues apuntan que se pudo tratar de un artefacto de rápida combustión y no un fenómeno químico como refiere la Policía.
La investigación policial cerró la investigación sobre el incendio --el tres de agosto-- descartando “mano criminal” y vinculando el incendio con “vapores de alcohol acumulados en el interior de la cúpula de la Sangre de Cristo, al mezclarse con el aire caliente (temperatura 36.1), produjeron el fuego en un proceso conocido científicamente como solvatación”.
Sin embargo, el ingeniero químico William Marín consultado por CONFIDENCIAL y los expertos citados en el informe del Cenidh han desarmado la versión policial, explicando la improbabilidad de que dicho fenómeno químico se haya producido con los vapores emanados por un atomizador, con un promedio de 200 mililitros de alcohol isopropílico.
Marín además ha puesto en perspectiva que el origen del incendio pudo ser provocado por “artefacto explosivo de rápida combustión, algo que al entrar en contacto con toda la materia que se encontraba en el lugar, que podía combustionar, haya generado una llama lo más rápido de combustión”.
Uno de los jardineros de la Catedral, entrevistados por el Cenidh, detalla que al enterarse del incendio corrió por un balde con agua, pero “al momento de lanzarlo el fuego avanzó más rápido, era como si hubiesen rociado gasolina o algún químico, que cuando hizo contacto con el agua se propagó más rápido”.
Los testigos que conversaron con el Cenidh además refutaron la versión del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo sobre la existencia de veladoras dentro de la capilla, pues afirmaron que desde que llegaron a trabajar a la Catedral conocen “que no se ponen veladoras dentro de la capilla, hay un cuarto aparte para las veladoras”.
Los testimonios recabados por el Cenidh reforzaron además la versión de la Iglesia Católica que refiere que el acto fue “planificado”, pues mostraron el lugar exacto --en el costado oeste del muro perimetral-- donde en días anteriores habían robado una de las verjas y donde algunos señalan que el sujeto pudo escapar sin ser interceptado.
Paramilitares “llegaron primero”
El informe del Cenidh revela además que, en los treinta minutos posteriores al inicio del incendio, los primeros en llegar al lugar fueron “paramilitares” afines al régimen de Ortega.
“Los primeritos que vinieron aquí fueron los paramilitares, civiles motorizados, entraron y empezaron a tomar fotos, luego vinieron los bomberos y, posteriormente, la Policía. Cerraron el perímetro y ya no permitieron la entrada”, afirmaron algunos de los trabajadores de la Catedral entrevistados por el Cenidh.
Además, denunciaron que a quienes la Policía llevó por la fuerza a testificar se les trasladó a la Dirección de Auxilio Judicial, conocido como “El Chipote”, “le tomaron huellas y fotos de frente y de perfil, como si fueran delincuentes (…), les quitaron el teléfono y ahora tienen miedo”.
El organismo defensor de derechos calificó el proceso ejecutado por la Policía para recabar los testimonios como “violatorio” de las “normas del debido proceso, pues los mismos fueron realizados bajo coacción y amenazas y por consiguiente contienen vicios de nulidad”.
La conclusión de los defensores de derechos humanos del Cenidh es que, aunque no se pudo realizar una valoración in situ junto a los expertos independientes, el análisis tienen suficientes elementos para “descartar” el informe policial “por poseer vicios de nulidad, no respetó los procedimientos técnicos, la neutralidad y el profesionalismo al emitir conclusiones sesgadas a intereses políticos particulares”. Es por ello que reiteraron su exigencia de “una investigación internacional para que este grave hecho no quede en la impunidad”.