7 de agosto 2020
Dentro de las cárceles de Nicaragua, la vida de los presos “importa poco”. Ni ahora que el mundo enfrenta una pandemia, que en siete meses ha matado a más de 671 000 personas; ni hace dos años, cuando en Nicaragua la cárcel fue el castigo para quienes exigieron un cambio en el país.
Más de 85 reos políticos, entre hombres y mujeres, continúan en prisión, pese a que el Gobierno ha excarcelado a más de 14 000 reos comunes desde 2019, según verificó el medio digital La Lupa, incluyendo a 6000 liberados en el contexto de la pandemia. Mientras los reos de conciencia, por protestar contra el régimen, enfrentan encerrados en espacios reducidos, sin acceso a medicinas y con solamente dos baldes de agua al día, que deben alcanzar para que todos puedan bañarse, cocinar, lavar ropa y limpiar sus necesidades fisiológicas.
CONFIDENCIAL logró conversar con uno de los presos políticos que permanece en las cárceles de la dictadura orteguista, con la condición de mantener su identidad en el anonimato, para evitar ser torturado. Desde la prisión, el reo de conciencia relata cómo han sido sus días desde que los rumores del virus llegaron al Sistema Penitenciario Jorge Navarro, conocido como “La Modelo”. Este es su testimonio, en primera persona, sobre las condiciones que enfrentan en la prisión más grande del país.
“Aquí adentro la vida vale poco”
A esta fecha ya todos los presos sabemos del coronavirus. A unos nos importa más que a otros, pero es que aquí adentro la vida vale poco. Estamos encerrados en condiciones deplorables e injustas. Yo soy de los “afortunados” que está en una celda “grande” y, por ahora, con menos reos de los que normalmente caben.
Sé que hay casos peores. Por ejemplo, hay siete presos políticos que están en celdas de castigo. Hay unos que están en la 300, conocida como El Infiernillo, y otros en la Galería 2 baja, que es para reos que son considerados peligrosos o que andan en banda.
Donde estoy yo es “grande” en comparación con otras celdas. Con grande me refiero a que este espacio mide unos cinco metros de ancho por unos cinco metros de largo. Tenemos un área de baño que tiene una pileta y un hoyo donde más de 12 presos hacemos nuestras necesidades. El agua que nos dan casi nunca alcanza para tantos. Ya hasta se han armado pleitos por una “panada” de agua.
Aquí, el día comienza a las cuatro de la mañana. El par de reos que está de turno recibe los baldes con agua y la “chupeta”, así le decimos a la comida que nos traen, que generalmente es arroz y frijoles o gallopinto. Entonces, tenés que estar atento cuando pasan, porque si no te quedás sin comida.
Las requisas son inciertas. Pueden ocurrir a cualquier hora, nosotros tratamos de llevarla al suave porque tenemos mucho que perder. Para pasar el tiempo jugamos naipes o “home” --un juego parecido a parchís-- hay unos que se ponen a tatuar y a otros les da por hacer cultos. Cualquier cosa para hacer más cortos y llevaderos los días aquí adentro.
Hace dos años, cuando comenzaron a meter presos a quienes se opusieron a este sistema, esto era más llevadero porque todos estaban juntos. Ahora, eso ya no es así. Los presos políticos estamos esparcidos por todo el penal y tenemos casi prohibido comunicarnos entre nosotros, pues casi siempre hay reos comunes que “nos hacen sombra” (que vigilan lo que nos decimos).
Los días que logramos hablar son cuando nos sacan, unos 15 o 20 minutos, a patio sol, pero con esto del coronavirus solo nos sacan una vez cada 15 días. Antes era dos veces por semana y salía toda el ala; ahora nos sacan de tres celdas en tres celdas. Yo ya casi no miro a ninguno de los otros.
“Una charla sobre covid-19 para tomarnos fotos”
La primera vez que oímos sobre ese virus fue porque nuestros familiares nos dijeron en las visitas, y el rumor se comenzó a esparcir, porque aquí todo funciona así: por rumores. Para ese tiempo, me acuerdo que uno de los presos, que es sandinista y que tiene un radio, comenzó a oír, además de la Radio Ya, el noticiero de la Radio Corporación, así que nosotros oíamos las dos versiones de lo que estaba pasando.
En el penal nos hablaron por primera vez de la pandemia, en marzo. Nos llevaron al túnel, un lugar que antes servía como duchas y que tiene techo de Nicalit, y allí nos dieron una “charla informativa”, pero todo fue puro “faranduleo” porque nos sacaron para tomarnos fotos. Y así ha sido todo hasta ahora, porque no nos dan ni medicamentos cuando alguien se enferma, y con costo nos dan mascarillas cuando nos llevan a los juzgados. Todo es pantalla.
“Tres muertos repentinos, sacados de noche”
Nosotros creemos que el virus ya está en la cárcel. En mayo ocurrieron varias muertes sospechosas. Hubo tres reos de la Galería 9, que no sé cómo se llaman porque no los conocía, que murieron repentinamente y los sacaron de noche. Eran viejitos.
Después de eso, los funcionarios del penal comenzaron hacer una encuesta con los presos que eran mayores de 50 años, y muchos de ellos fueron liberados en el indulto del 13 mayo, en el que salieron 2815 presos de todo el país. Como quien dice: “Que vayan a morir a la calle”.
Yo he visto a varios reos que tienen los síntomas que da ese virus: gripe, tos y fiebre, hay algunos que hasta han perdido el gusto y el olfato. Y a pesar que están enfermos cuesta que los lleven al consultorio, porque prácticamente nos sacan solo por aparentar y ni siquiera te dan medicina. Lo que hacen es escribir unos papelitos con los nombres (de los medicamentos) para que nuestros familiares nos los traigan.
Cuando por fin me llevaron al consultorio, por un problema crónico, escuché que susurraban entre sí “este es uno de los que ya sabés”, refiriéndose a que soy de los presos políticos, aunque oficialmente ellos me tienen como reo común.
“En cualquier momento podemos enfermarnos”
Los cambios más notorios dentro del penal ocurrieron en junio. Comenzaron a fumigar a diario con cipermetrina (un insecticida) y “capacitaron” a los C.H., presos que tienen condenas altas y trabajan en la coordinación de las galerías. Esa “capacitación” fue enseñarles a usar un estetoscopio y a tomarte la presión. Y de qué sirve esto si no te dan medicinas, me pregunto.
Antes no usaban mascarillas, ni nos pedían que usáramos las que nuestros familiares nos han llevado a la cárcel. Pero hace un par de semanas vi a varios guardias con unos tapabocas grises que tienen el emblema del Frente Sandinista: 41/19, por el aniversario del 19 de julio. Pero solo pantallas son porque limitan hasta la cantidad de cubrebocas que nos pueden traer.
En la celda, hemos decidido desinfectar con hipoclorito, una materia prima para cloro, que nos logran pasar nuestros familiares, pero es difícil estar separados. La Cruz Roja ha venido a vernos en estos meses, pero yo considero que su intervención ha sido deficiente, pues nos sacan al consultorio que está en la entrada principal y allí entrevistan a algunos de nosotros sobre temas básicos como salud, comida, estado anímico y situación judicial. No entran a donde estamos, no ven cómo vivimos.
Aquí sabemos que en cualquier momento podemos enfermarnos y cuando eso pase, no sé qué vamos hacer.