8 de agosto 2020
En julio, Nicaragua entró en una fase de aparente calma ante el SARS-CoV-2. El reporte de contagios y muertes semanales se redujo en el informe del Ministerio de Salud (Minsa) y también del Observatorio Ciudadano COVID-19. Igualmente bajaron las hospitalizaciones de pacientes con cononavirus y disminuyeron los reportes de entierros exprés, mientras muchos nicaragüenses han abandonado la autocuarentena, por necesidad o aburrimiento, y relajan las medidas de protección.
Sin embargo, este es un comportamiento natural de la pandemia que se ha visto en otros países y como no se trata del resultado de una estrategia de contención, probablemente provoque un brote mayor de casos al que se registró en junio, el mes en el que se reportaron más contagios y muertes por covid-19.
“Este comportamiento sin ninguna medida tiene dos problemas: uno, un costo altísimo durante el período de explosión (…) y la segunda parte es la actual: los casos bajan por varias razones, pero al no haber control, el riesgo de un nuevo brote siempre existe”, afirmó el neumólogo Jorge Cuadra, en una entrevista reciente con CONFIDENCIAL.
Factores de riesgo ante un nuevo brote
En el escenario de un nuevo brote de covid-19 en Nicaragua, hay cinco factores que podrían aumentar los daños y pérdidas para nicaragüenses.
1. Bajas en el personal médico por despidos, muertes y contagios
Durante la pandemia el personal de salud ha sido uno de los más golpeados, pues ejercicieron con restricciones y sin equipos de bioseguridad, propiciándose el contagios de casi 800 sanitarios y la muerte de más de un centenar.
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A estas bajas, se le suman los despedidos injustificados de 14 especialistas que laboraron por más de una década en hospitales públicos como el Manolo Morales, Bertha Calderón y Lenín Fonseca, y que les fue cancelado su contrato en represalia por cuestionar la gestión del Gobierno ante la pandemia. Con un brote superior de covid-19, la capacidad de atención médica, estructura física y equipos, sería limitada.
2. El regreso a la normalidad: meses de prevención perdidos
Después de tres meses de autoaislamiento, muchos nicaragüenses decidieron regresar a los espacios de los que se habían limitado por miedo a contagiarse, así queda en evidencia en los informes de movilidad de Google. Al analizar la variable “tiendas de ocio”, que incluye visitas a restaurantes, cafeterías y centros comerciales se revela un aumento de movimiento entre viernes y domingos de julio.
El regreso a estos espacios también es acompañado de una disminución en las medidas de protección como el uso de mascarillas, principalmente fuera de la capital. Además, este comportamiento coincide con la reapertura de restaurantes, bares, gimnasios y actividades deportivas como la semifinal y la final del Campeonato Germán Pomares Ordoñez, que se juega en estos días.
“Observamos que existe una falsa impresión que la pandemia del covid-19 se está acabando, cuando, por el contrario, la enfermedad está presentando segundas oleadas en numerosos países del mundo. Por esa razón, tenemos y debemos estar preparados en nuestros hogares y en las unidades de salud, a todos los niveles, y continuar manteniendo las medidas de prevención y protección establecidas”, señalaron 29 asociaciones médicas.
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El retorno de la movilidad, sin medidas ni restricciones es un riesgo alto porque podría exponer a los nicaragüenses más vulnerables y al sistema de salud, pues según el termómetro de riesgo de la Asociación Médica de Texas, los lugares donde más riesgo de contagio hay son los bares, gimnasios, parques, cine, estadios y bufets.
3. Persiste "ceguera epidemiológica", e incluso el Observatorio se queda corto
Tener un registro real sobre cómo se ha esparcido el virus en el país, a cuántas personas se les desarrolló la enfermedad, cuántos fueron casos asintomáticos, recuperados y fallecidos es fundamental para que se puedan tomar decisiones para aplanar la curva de crecimiento. Sin embargo, Nicaragua es el país de la región menos transparente en cuanto a cifras.
El Gobierno ha limitado la información y los pocos datos: han ocultado la ubicación geográfica de los brotes e incluso afirman que los contagios son “claramente establecidos”, es decir, que no estamos ni siquiera en una transmisión comunitaria, como lo asegura la OMS.
Los datos más cercanos a la realidad, según han declarado varios epidemiólogos, son los recogidos por el Observatorio Ciudadano, pero estos también están sesgados porque la capacidad de recolección de los voluntarios es limitada: hay casos leves o asintomáticos que no son recolectados y tampoco tienen acceso a pruebas de covid-19, que el Gobierno mantiene centralizadas.
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4. La peor receta: automedicarse y tratar los casos graves en casa
En Nicaragua, la automedicación es una práctica que se ha intensificado con la llegada de la covid-19 por tres razones: desconfianza en la atención médica, temor a fallecer lejos de la familia y exceso de información sobre la medicación. Esto ha provocado que muchos pacientes acudan a las unidades de salud hasta que su condición es crítica.
“Lo que hemos visto es que los pacientes últimamente están llegando en las últimas, al parecer están automedicándose y llegan hasta que están graves. Ya cuando ni da tiempo para intubarlos”, afirma el médico anestesiólogo, Fernando Rojas.
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Esta práctica es peligrosa porque hay enfermos, no necesariamente de covid-19, que si hubieran recibido atención hospitalaria podrían haberse salvado. Además, que, al tratarse de forma ambulatoria, sin seguimiento por médicos calificados, es posible que los pacientes ingieran medicina que los pone en riesgo o que a futuro ya no les serviría porque desarrollaron inmunidad.
“La gente se automedica cuando anda con dolorcito de garganta y ya se pone un antibiótico como la azitromicina y tal vez es algo viral. Y eso ha contribuido a que Nicaragua sea uno de los países con problemas en cuanto a la resistencia microbiana, porque el abuso de fármacos hace que no tengamos medicina adecuada para tratar infecciones que podrían ser curables”, explica el doctor Carlos Quant.
5. Gobierno prefiere bienestar económico sobre la vida
El Gobierno de Daniel Ortega ha minimizado por completo el impacto de la pandemia. Cuando todas las naciones de la región cerraron sus fronteras y confinaron a sus ciudadanos, Ortega se negó ha hacerlo para no afectar la economía del país que viene en caída en su tercer año de recesión.
“El quédate en casa, destruye el país. Por esa vía se destruye el país”, dijo en su segunda aparición tras la llegada de la pandemia, el primero de mayo pasado, cuando oficialmente había 14 contagios y cuatro fallecidos.
En los siguientes meses los casos aumentaron, pero las medidas de parte del Estado no cambiaron. Y aunque los contagios superaron los 3000 para cuando se conmemoró el triunfo de la Revolución Sandinista y Ortega tuvo que comparecer, minimizó las muertes al decir que desde la llegada de la pandemia más de 12000 nicaragüenses fallecieron por otras causas ajenas a la covid-19.
Sin embargo, en esa lista habrían más 4429 de esas muertes fueron eliminadas del conteo oficial de muertes por el virus al atribuirlas a fallecimientos por otras complicaciones como neumonías, diabetes e hipertensión. Esta postura de parte de las autoridades nicaragüenses provocaría que un posible brote sea aún más severo en el país porque no habrían medidas extremas de parte del Estado.
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