4 de agosto 2020
A veces uno escucha decir que las protestas son sobre una demanda o tema, digamos, sobre la violencia policial o las reformas al INSS, pero las protestas no son estáticas, sino que evolucionan en la lucha por la hegemonía entre los grupos que las componen y en el conflicto contra las fuerzas represoras del Estado.
Por ejemplo, aquí donde vivo, en Portland, Oregon, la gente salió a protestar en contra de la violencia policial después que un policía blanco mató a George Floyd el 25 de mayo de 2020. Lo de George Floyd, sin embargo, fue sólo la última gota de agua que rebasó el vaso. En los meses que precedieron a este asesinato, varios afroamericanos fueron asesinados por la policía en casos bien publicitados.
Solo para nombrar algunos: En septiembre de 2018 Botham Jean estaba en su propio apartamento cuando lo mató una policía que alegó que se equivocó de apartamento, ella creía que estaba entrando al de ella cuando vio a Botham y creyendo que era un ladrón le disparó. En octubre de 2019, a Atatiana Jefferson la policía la asesinó cuando se asomó a la ventana a ver qué estaba pasando. En mayo de 2020 Breonna Taylor murió acostada en su cama cuando la policía entró disparando a su apartamento. A comienzos de mayo de 2020 salió a luz un video de cómo Ahmaud Arbery fue asesinado cuando hacía ejercicio en un barrio y dos hombres blancos –padre e hijo, el padre es un expolicía- lo persiguieron porque creían que era un ladrón.
Estos son algunos de los casos que han recibido más publicidad, muchos más han muerto a manos de la Policía desde entonces. Antes de las protestas nacionales ya había habido protestas locales como cuando en 2012 asesinaron a los adolescentes afroamericanos Trayvon Martin y Michael Brown. En julio de 2014 Eric Garner fue asesinado por estar vendiendo cigarrillos al menudeo ilegalmente. En casi todos los casos, los oficiales de policía salían libres. Para crear conciencia de esta situación se creó el #BlackLivesMatter, que después se convirtió en un movimiento social.
En mayo de 2020, las protestas comenzaron en contra de la violencia policial pero muy pronto los manifestantes levantaron la demanda de poner fin al racismo sistémico, la idea de que el racismo es parte del sistema y que de ahí vienen el tratamiento desigual a las minorías étnicas, empobrecidas por una larga historia de discriminación, cuyas consecuencias persisten hasta hoy y se reflejan en las desigualdades en la vivienda, riqueza, ingresos, educación, empleo.
Según esta teoría, estos problemas se solucionarían si hubiera una política pública que contribuyera a la reducción de la pobreza, a mejorar las escuelas a las que van las minorías étnicas, a incrementar el empleo con un salario digno, a terminar la discriminación en el sistema judicial que penaliza con sentencias más fuertes a las minorías étnicas, siendo estas sentencias la causa principal por la que hay muchos padres ausentes, etc.
Los manifestantes después añadieron el tema de disminuirle los fondos a la Policía. En los últimos años en Estados Unidos la Policía se ha militarizado y ahora es como un ejército de ocupación. La gente está pidiendo que se cambie el modelo policial.
Al mismo tiempo la Policía es una agencia de servicio social porque es una de las pocas instituciones que atiende a la gente que tiene problemas mentales. La policía no está entrenada para lidiar con estos casos. Bien se le puede quitar esa función, lo cual seguramente implica quitarle esos fondos para invertirlos en agencias que se encarguen de las personas con enfermedades mentales.
En otras palabras, la propuesta de reducirle los fondos a la Policía para cambiar el modelo policial y quitarle la función de agencia social no es una locura. No significa eliminar la Policía. Y puede contribuir a eliminar la violencia policial y reducir la criminalidad.
Hay otros elementos que también contribuyeron a las protestas. En este momento hay mucha gente sin trabajo por la pandemia, lista para salir a la calle. Además, en el país el ambiente está caldeado, hasta la misma gente de derecha se ha estado manifestando en contra de la cuarentena y las mascarillas.
Y también hay un ambiente anti-Trump. Cuando la mayoría de la población no vota por un presidente, este entra con los pies hinchados y no tiene mandato de cambio. La mayoría de la gente que no es conservadora en EE. UU. cree que Trump es racista y no está de acuerdo con su retórica divisionista. Esta gente está cansada de los cuatro años de esta administración.
A la protesta en Portland se unieron varios grupos con agendas diversas. La gran mayoría, como en el resto del país, protestaba pacíficamente en contra de la violencia policial que afecta desproporcionadamente a las minorías negras y latinas de EE. UU.
Pero también se unieron grupos radicales pequeños con otras agendas, como los Antifa, que son anarquistas. Y otros que seguramente se unieron para aprovechar el momento para saquear establecimientos.
En Portland, las protestas pacíficas generalmente terminaban a medianoche. Después, los otros grupos, que no lo componían ni siquiera cien personas, se dedicaban a pintar grafiti, quebrar ventanas, saquear algunos establecimientos, demoler estatuas de personajes históricos ligados a la esclavitud y al colonialismo.
Las protestas ya venían amainando cuando Trump decidió intervenir. Para defender el statu quo y para proyectarse como el candidato de la ley y el orden en la campaña electoral en curso, Trump decidió mandar tropas federales a defender la propiedad federal: las estatuas, los edificios y otros bienes que son propiedad del Gobierno federal.
El grupo más radical se había dedicado a atacar todas las noches el edificio de la Corte Federal, que se encuentra enfrente del parque donde se reúnen los manifestantes. En realidad, las confrontaciones violentas no se dieron en toda la ciudad, sino en las tres manzanas donde está ubicada la Corte.
Los agentes federales que resguardaban ese edificio comenzaron a repeler y reprimir al grupo que siguió atacando la Corte. El conflicto se intensificó cuando las tropas federales comenzaron a usar la fuerza de manera desproporcionada.
En esos enfrentamientos, un agente federal le disparó un proyectil a un manifestante pacífico y le fracturó el cráneo. Esto enfureció más a la gente. La protesta pacífica está protegida en la Constitución.
Después, los agentes federales comenzaron a detener en las calles aledañas al edificio de la Corte, con vehículos y agentes sin identificación, a algunos manifestantes sospechosos de vandalismo. Trump mandó a Portland a los guardafronteras, que están acostumbrados a no respetar los derechos humanos de los inmigrantes. A eso, los ciudadanos de Estados Unidos no están acostumbrados. Es cierto que los detenían y después los soltaban o los acusaban frente a un juez, pero ya la idea de que un Gobierno autoritario estaba sacando las uñas había llegado a la mayoría de la población.
Eso incendió más los ánimos y los manifestantes pacíficos, que ya no salían a las calles, comenzaron a salir otra vez a protestar por las tácticas de las fuerzas federales. Ahora las manifestaciones eran en contra del autoritarismo de Trump. Algunos de BlackLivesMatter comenzaron a decir que se estaban olvidando del principal objetivo de las protestas.
Para resolver el nuevo conflicto, los líderes locales, estatales y federales lograron un compromiso. El Gobierno federal, para calmar los ánimos, decidió retirar sus tropas si el estado se hacía cargo de cuidarle su propiedad. La gobernadora se comprometió a hacerlo.
Todas las partes están buscando una solución al problema porque de seguir el conflicto va a afectar la economía de la ciudad, que depende del turismo.
Hasta ahora, desde que se retiraron las tropas federales, ya ha habido algunos días sin violencia. La situación ha cambiado tanto que ahora los manifestantes pacíficos, y no la Policía, son los que están controlando a cualquiera que quiera atacar el edificio federal.
*Sociólogo.