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La escalada de agresiones contra los periodistas

Ningún país en la historia ha podido silenciar al periodismo. Ni siquiera en la Alemania nazi.

Ningún país en la historia ha podido silenciar al periodismo. Ni siquiera en la Alemania nazi. Los periodistas nicaragüenses siguen viviendo días aciagos.

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Los periodistas nicaragüenses siguen viviendo días aciagos, las agresiones en su contra no cesan. Nunca hubo deseos de contemporizar con una prensa independiente de la tutela gubernamental. No se trata de algo nuevo. Desde el regreso al poder del comandante Ortega (Enero/2007), la división entre los periodistas disidentes y afines al régimen fue estimulada. Más de trece años de amenazas, agresiones, toma de instalaciones y cierre de medios, no han podido domesticar ni doblegar el espíritu combativo de periodistas y dueños de medios adversos a la actual conducción de la gestión pública. Las recientes agresiones ratifican que tampoco hoy existe el deseo de buscar un reacomodo con los periodistas y dueños de medios críticos del Gobierno.

En nuestra historia sociopolítica contemporánea, la irritación que provocan los periodistas a los gobernantes, ha sido una constante. Son percibidos casi siempre como enemigos a los que hay que multar, asediar, amenazar, agredir o cooptar. Cuando estas formas de mediatización de las conciencias no funcionan, los siguientes pasos consisten en presionarlos para que busquen el camino del exilio, encarcelarlos, confiscar sus bienes o matarles. La historia del periodismo en Nicaragua ha sido una historia de luchas y adversidades, no por eso los gobiernos han logrado alienarlos a su favor. Más bien tienden a endurecer sus posiciones. La intolerancia política ha sido elevada a norma de Estado. Vivimos atorados en el pasado. Sigue vigente.

Los gobernantes nunca han querido comprender que una de las funciones básicas de la prensa consiste en fiscalizar la gestión pública. No les gusta que les midan las costillas, a sabiendas que medios y periodistas inevitablemente lo harán. Comportarse de una manera diferente implicaría un duro revés para la prensa. Perderían credibilidad ante lectores y audiencias. La prensa oficial y oficiosa no goza de buena salud. Su naturaleza discursiva empalagosa, proclive a la alabanza, la transforma en simple caja de resonancia de quienes detentan el poder público. No hay forma que ganen espacio. La misma historia nacional se ha encargado de mostrar a la ciudadanía, que la prensa oficial y oficiosa solo sabe entonar loas en beneficio de los gobernantes.

Solo quienes desconocen la historia del periodismo nicaragüense, se empecinan en sus pretensiones de acallar las voces críticas. Durante cuarenta y cinco años el somocismo lo intentó sin jamás lograrlo. Ningún país en la historia ha podido silenciar al periodismo. Ni siquiera en la Alemania nazi. Menos que puedan hacerlo ahora que disponen de las tecnologías digitales. Muchos transmiten desde el exterior, temen ser objeto de represalias. Todavía no se animan a regresar al país. Con la represión el número de medios ajenos al Gobierno se multiplicaron. Periodistas cuyos contratos de trabajo se vieron cancelados por falta de anuncios, tuvieron el acierto de reinventarse y crear sus propios dispositivos informativos. Prueba de su consistencia y madurez.


Numerosos ejemplos avalan que la censura y toma de instalaciones no funcionan. Confidencial, Esta Semana y Esta Noche siguen su curso sin que nada perturbe su política editorial e informativa. Cada vez más incidentes y beligerantes. Igual pasó con la toma de 100% Noticias. Después de un paréntesis obligado —su director y jefe de prensa fueron encarcelados— regresaron renovados. Ni Carlos F. Chamorro, Miguel Mora y Lucía Pineda Ubau, depusieron su actitud. Continúan informando y buscando como asentar su propia agenda de trabajo. Igual pasó con el programa Café con Voz, bajo la dirección de Luis Galeano. Nada los contiene. Siguen con su labor informativa como muestra de compromiso con lectores y televidentes. No retrocedieron.

El asedio contra radio Darío no alcanzó su pretensión, Aníbal Toruño sigue fiel al compromiso adquirido con su padre y los oyentes leoneses. La salida al exilio profundizó la responsabilidad de mantener con vida la iniciativa de Juan Toruño Calderón, quien en 1951 creó una emisora para ponerla al servicio de occidente. La historia de radio Darío es idéntica a la historia padecida por distintos medios de comunicación en Nicaragua. Sus cicatrices son visibles. Ni las diferentes quemas —incluyendo la ocurrida en abril de 2018— ni persecuciones a su director y periodistas han podido precipitarla al vacío. Su persistencia muestra el empeño de los dueños de medios de no darse por vencidos así tengan que pagar un alto precio.

La polarización que vive la sociedad nicaragüense se convierte en caldo de cultivo para que las expresiones más radicales tengan cabida y exploten. A nadie más que a los políticos conviene este estado de agitación permanente. En numerosas ocasiones los medios se ven tentados de caldear los ánimos. El uso indiscriminado de adjetivos y el señalamiento partidario de las personas constituyen el corazón de sus noticias. Una forma de periodismo anacrónica, enmohecida. Hay que evitar desenlaces fatales. Al luto que envuelve a los nicaragüenses ante la muerte de familiares provocados por la peste, no pueden sumarse más muertes. Las redes continúan emponzoñadas. De uno y otro lado, los dicterios difundidos estimulan la beligerancia de fanáticos radicales.

Creo que únicamente personas deseosas de intensificar y recrudecer el desencuentro entre las familias nicaragüenses, fueron capaces de redactar una carta aterradora, para luego irla a dejar en casa de los padres del periodista Gerall Chávez. La amenaza de muerte es explícita. Su contenido es sombrío. Afirman estar dispuestos a degollarle y arrancarle los güevos para que se los trague. Lo conminan a no regresar al país. Chávez vive exiliado en Costa Rica. Teme por su familia. Un temor justificado. ¿Quién en su sano juicio es capaz de elaborar una carta en los términos que lo hicieron con relación a Chávez? Si el objetivo era intimidarle para que dejase de ejercer el periodismo, su respuesta fue contundente. ¡No renunciará!

¿Qué hacer para instalar la cordura? ¿Las instancias nacionales e internacionales están agotadas? En casi todas las sociedades los periodistas llevan la peor parte. La naturaleza de su trabajo les torna sospechosos. Es un equívoco pedir al periodismo a que renuncie o hipoteque su carácter crítico. No pueden comportarse como los medios oficiales, creados para elogiar la labor que realizan los gobiernos y para contradecir las narrativas que confrontan su discurso. Contar con su propio aparato mediático no constituye ninguna garantía para los gobernantes. Políticos y gobernantes aspiran una prensa sumisa que atienda sus dictados. En Nicaragua la situación se agudiza ante los altos niveles de intolerancia proveniente de políticos y gobernantes.

El poco margen existente para evitar situaciones dolorosas, debería ser aprovechado por los distintos sectores que en Nicaragua libran una lucha política a campo abierto. La razón llama a la cordura. ¿Qué hacer para que escuchen? ¿Son sordos congénitos? El desgate humano, social, político y económico exigen encontrar salida a la actual situación, antes que el panorama nacional continúe ensombreciéndose. El arte de la política consiste en volver real lo imposible. Encontrar salidas a situaciones extremas. Las negociaciones son a la política lo que el oxígeno es para los pulmones. Un recurso vital. Pensar que los periodistas son culpables de la crisis que abate a Nicaragua, es una suposición antojadiza. Totalmente errónea y equivocada.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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