2 de agosto 2020
José Zapata Chavarría había trabajado durante 23 años como mesero de eventos en restaurantes y hoteles. Con los recortes de personal, a causa de la crisis sanitaria por la covid-19, se quedó sin empleo y comenzó a vender fritanga en la esquina de su casa, pero el negocio fracasó. Ahora ha puesto un letrero anunciando que repara ropa, pero aún no recibe suficientes clientes.
Sin ningún tipo de empleo, y con escasos ingresos, en su familia de cuatro integrantes solo pueden comer un tiempo al día. “A veces el almuerzo, otras veces la cena”, describe desde el cuarto de quince metros cuadrados donde vive con su esposa y sus dos hijos, en una casa junto con otras cuatro familias.
El turismo, comercio, transporte y servicios inmobiliarios son algunos de los sectores más golpeados por la pandemia en la economía nicaragüense que, aún sin covid-19, ya tenía proyectada su tercer año consecutivo de recesión.
De manera tangible, este tercer año consecutivo de crisis se traduce en más de medio millón de empleos perdidos entre 2018 y 2019, a los que se sumarán entre 230 000 a 300 000 en 2020, según cálculos de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides).
“Esperamos una caída más fuerte de la que vimos en 2018 y 2019 para la economía en general”, afirma Álvaro López, coordinador de análisis cuantitativo de la organización que, en el escenario “más optimista”, proyecta una contracción del -6.5%, que puede ser hasta -13.7% en el peor de los casos. El pronóstico también significa que la pobreza se elevará a 32.2% o hasta 36.9%, es decir, entre 2.1 millones a 2.6 millones de pobres.
Innovando por más ingresos
Jonathan Aguirre, de 29 años, no ha perdido su empleo, pese a la pandemia, pero ahora recibe menos ingresos que antes. Hace un año y tres meses, labora en un negocio de ropa usada, y conserva su salario básico de 3500 córdobas, pero ya no recibe horas extras y el ingreso no le ajusta para cubrir sus gastos. Entonces optó por ofrecer sus servicios haciendo “mandados en bicicleta”.
“La idea surgió después que le hice un mandado a una vecina. Me pidió que le llevara unas tortillas porque no sale por la pandemia, entonces, cuando se las lleve me quería pagar 20 córdobas. Le dije que no se preocupara, que era un favor entre vecinos”, detalla. Sin embargo, decidió emprender su servicio.
En sus redes sociales publicó un mensaje, anunciando que realiza los mandados de lunes a viernes entre las cuatro de la tarde y las ocho de la noche; los sábados desde las dos de la tarde, y los domingos todo el día, aprovechando los espacios libres de su trabajo fijo.
La esperanza de Aguirre es que su emprendimiento le permita ayudar más en su casa, pues asegura que a la mitad de la quincena siempre debe estar “rebuscando” porque el ingreso no le alcanza, aunque se limitan a comprar lo básico para vivir y alimentarse.
Aguirre estableció un perímetro para hacer los mandados. Se moviliza entre el Mercado Roberto Huembes, la Colonia 14 de Septiembre, Multicentro Las Américas y Puente El Edén. Con ayuda de otro familiar, se ha propuesto ampliar distancias en una motocicleta, siempre a través de una llamada a su número 76834337.
“Un mes sin tocar una sola serenata”
Efraín Matute, de 60 años de edad, tiene 42 años de trabajar en la rotonda de Bello Horizonte, de Managua, conocida como “la rotonda de los mariachis”. Ahí ha visto cómo los grupos que antes amenizaban durante las noches y las madrugadas antes de la llegada de la pandemia han pasado de 25 a 10 grupos.
Algunos se han ido porque han pasado semanas sin que los contraten y otros porque entre ellos han muerto varios “por causas desconocidas”, relata.
Matute sigue llegando a la rotonda a las cinco de la tarde, pero si la noche está mala a las 10 o 12 regresa a su casa.
En los cuatro meses que lleva la pandemia en Nicaragua pasó un mes completo sin cantar una sola serenata. Sobrevivió con el dinero que reunieron para él sus hijos mayores, que también le daban donde vivir y comer.
Pese a que por su edad está entre los llamados grupos de mayor riesgo a desarrollar un cuadro grave de covid-19, el músico sigue a la espera de aquellas noches en que ganada unos 500 córdobas por jornada, mientras por ahora ha tenido que rebajar la tarifa de la cantata para ganar un poco.
Esperanza vs. proyecciones
La esperanza del músico coincide poco o nada con las proyecciones que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) tiene para la región: una recesión económica que se agudizara en Latinoamérica a causa de la covid-19.
La CEPAL calculó un desplome del PIB regional del -9.1%, que en el caso específico de Nicaragua será de -8.3%.
Sobre el desempleo, la Comisión alerta: “Se espera que la tasa de desocupación regional se ubique en alrededor del 13.5% al cierre de 2020”, es decir 44.1 millones de desempleados.
A pesar de las desalentadoras perspectivas económicas, el mesero Zapata espera que los hoteles pronto reinicien los eventos, Aguirre desea ampliar su nuevo emprendimiento de “mandados” y el mariachi Matute que los clientes vuelvan a la rotonda a encargarle serenatas.